Lo que nos pone en el mapa

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La vieja historia de no salir en el mapa || Fuente: Pinterest

Dos lógicas contrapuestas parecen imponerse este verano en Cantabria: la obsesión de las instituciones por el mismo patrón de crecimiento basado en el ladrillo y la verbena, y la de los grupos ecologistas y políticos preocupados por la conservación del medio ambiente. Entre ambas, el gran debate nacional sobre el turismo.

El proyecto de puerto deportivo en San Vicente de la Barquera es otro símbolo de que nada cambia. Con el fiasco del puerto de Laredo en la retina, sus costes, sobrecostes, rescate y reclamación judicial de las empresas, el Ejecutivo plantea otra apuesta recreativa a menor escala pero en un espacio natural protegido.

En sus alegaciones, los ecologistas enumeran todas las leyes y planes que se incumplirían con la construcción de más atraques en San Vicente. Y es que las leyes en España no se derogan; directamente se incumplen.

La apuesta por el ladrillo va más allá de proyectos muy golosos a los que aspiran grandes empresas constructoras. El debate del tercer año de la legislatura pasará irremediablemente por el urbanismo y la fuerza de los partidos mayoritarios en el Parlamento (PP y PRC) de instituir un régimen en el que se pueda construir un chalet en prácticamente cualquier prado, saltando por encima de todas aquellas leyes que protegían el territorio.

La alarma también ha saltado en Valdáliga, donde puede prosperar un proyecto de chaletazo que sentaría un precedente con consecuencias en la especulación sobre terrenos protegidos y, a futuro, una nueva oleada de casoplones en la corola más cercana a la playa de Oyambre, Parque Natural. Es el temor de ecologistas y vecinos.

Esa alianza conservadora que busca perpetuar el modelo económico de ladrillo y playa confluye en otro asunto de máximo interés: el parche – Normas Urbanísticas Transitorias- con el que pretenden dar continuidad al Plan General de Ordenación Urbana de Santander, anulado en el Tribunal Supremo.

Entretanto, el debate político en Cantabria lo sigue marcando el presidente, Miguel Ángel Revilla. En el Día de Cantabria nos deleitó con un bis del “España no paga” con el que arrasó en el debate sobre el Estado de la Región. Es la agenda de reivindicaciones sobre la que construye su hegemonía.

Reclamaciones al Estado que, de satisfacerse, en todo o en parte, haría languidecer la estrategia populista.

El caso es que, desde Madrid, los anuncios del ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, se parecen tanto a los de comienzos del milenio que reina el escepticismo sobre cuestiones como el AVE, que sigue siendo un debate de ficción.

Somos tremendamente costumbristas y lo hiperbólico va marcando un estilo de declaración del poder político. En su construcción de titulares, la reina es esa afirmación de que los eventos anunciados a bombo y platillo nos ponen en el mapa. Cantabria y su obsesión con salir en el mapa.

¿Y qué nos ha puesto en el mapa este verano? Precisamente el modelo del exalcalde de Santander, un cóctel explosivo de urbanismo y hostelería que ha dejado sin casa a los vecinos de Sol 57. Tiene trabajo la Fiscalía, porque hay querella y ampliación: denuncia de tráfico de influencias.

También nos puso en el mapa el “manos arriba, esto es un atraco” del concierto de Enrique Iglesias. Pero es que a los pocos días estuvo Luis Fonsi, y lo que fue “despacito” fue la cola de acceso.

El pasado fin de semana estaba anunciada la actuación de una estrella de la música electrónica como Richie Hawtin, en el Delirium Festival. Y lo que nos ha puesto en el mapa – otra vez en la tele nacional- han sido las cancelaciones de artistas, el sentimiento de estafa y hasta los saqueos de las barras, con la complicidad de los trabajadores que intuían que ellos tampoco iban a cobrar. Ya se están interponiendo las primeras denuncias contra la empresa ¿Que quiénes son? Great Concert, siempre a lo grande (Más información en la cuenta @DeSantanderHijo)

Tienen trabajo los ecologistas este verano, porque tras el dispositivo especial de la Guardia Civil que arroja la alarmante cifra de que el 50% de los controles de drogas por el festival dieron positivo, lo que ha quedado es un auténtico vertedero de residuos en la rasa costera del Cabo de Ajo.

Cómo no, iba a ser “el mejor festival del norte de España”. Los vecinos de Bareyo, que se han lanzado a recoger toneladas de basura, se tiran de los pelos.

En Cantabria el debate de la turistificación todavía no es mainstream. En las playas de Suances y Miengo la cadena humana en la playa no fue contra el turismo; locales y turistas se dieron la mano contra la subida alarmante de los niveles de bacterias en la Ría de San Martín y la prohibición del baño en el fin de semana central del verano.

No es un debate mainstream, el de la gentrificación por el turismo, pero como podemos ver, tenemos todos los ingredientes para que lo sea.

Para ser justos, también nos ha puesto en el mapa una historia nada oficial. Una twitera, Almu Díaz, se lo curró tanto con un joven californiano que buscaba la casa de sus bisabuelos en Cantabria que lo encontraron sin salir de la red social. El rastreo llevó en pocas horas hasta Villafufre. Y salimos en todos los telediarios. Nos puso en el mapa. Por algo bueno. Al fin.

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2 Comentarios

  • federico
    17 de agosto de 2017

    Me gusta que publicamente se descubran las miserias de esta tierra cántabra; porque el populista de Revilla con sus apariciones en TV, engatusa y engaña al personal, de tal forma que lo que predica para el estado, es música celestial en la autonomía que él dirige.

  • Cristina Pereda Postigo
    20 de agosto de 2017

    No existe la más mínima intención de rectificar, luego no valen las lamentaciones.

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