Apréndete las estrellas (en el Planetario)

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Las estrellas son un asunto importante. Después de todo, el cielo siempre ha representando lo inalcanzable, la metáfora que condensaba en una mirada hacia arriba todos los lugares a los que el hombre nunca podría llegar. Allí colocaban las religiones a sus dioses, contemplando entre nubes a sus criaturas atolondradas.

Planetario

La aeronáutica y los telescopios fueron poco a poco terminando con el romanticismo. Desvelamos la intimidad del cielo y, de alguna manera, sorprendimos a los cuerpos celestes saliendo de la ducha. Y Yuri Gagarin, el primer hombre que viajó al espacio, regresó con una sentencia que arrancaba los últimos jirones de misticismo: no he visto a Dios por ningún sitio.

Perderle el respeto al cielo tuvo su contrapartida: el conocimiento, que es el viaje más importante de todos, uno que comenzó hace miles de años y que nunca termina, porque siempre hay una pregunta de más. A cualquiera se le ocurren unas cuantas mirando estrellas.

Los viajes espaciales, los observatorios y el Hubble nos han ido acercando poco a poco a la inmensidad más grande, revelando secretos, estrellas que mueren en medio de explosiones de luz y energía, planetas nuevos, un Plutón que sale de los libros de texto, cinturones de cometas que despiertan imaginaciones de niños grandes.

En el Planetario de Santander cuentan todos esos secretos y diseccionan la física del cosmos para todo el que quiera acercarse a conocer cuánto se han agrandado los mapas que trazan las fronteras conocidas del universo. El centro amplía su horario a partir del 1 de julio: visitas de una hora de duración en horario de mañana, entre las 9 y las 14 horas, de lunes a viernes, por solo 1’50 euros.

Basta entrar. Y sobre la cúpula del planetario se encienden las constelaciones. Los planetas, cada uno con su color y su brillo. La luna, tan cerca que casi se puede tocar. Un pequeño pedazo de universo sobre tu cabeza. Incluso proyectado sobre un techo abovedado impresiona. Y cuando todo termina, uno regresa a la calle con una sensación tranquilizadora: el cielo te hace sentir tan pequeño que todo parece importar mucho menos.

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