La Nada intenta comerse la industria

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En esa historia interminable que son los intercambios de y tú más y los  argumentarios cada lunes en San Rafael, hay un enemigo que avanza implacable.

Es invisible,  es destructivo, cuesta verla y luchar contra ella, y amenaza con destruir totalmente todo un mundo.

“Se va usted y nos deja la nada –en la industria–. La nada y el señor Diego son términos sinónimos”, decía el diputado socialista Juan Guimerans.

Es la Nada, que avanza con ritmo fuerte y decidido contra la industria madura.

Y que tras tocar a Teka, a Sonkyo, a Sniace, a Insago … está ya a las puertas de Néstor Martin y de Greyco, tal y como leemos, a escondidas  y a oscuras, asustados por el realismo de la narración y sin darnos cuenta de que podemos acabar convirtiéndonos en protagonistas.

En realidad, es una Nada en la que confluyen muchos factores, como la mejor competitividad de otros países o la falta de una visión clara sobre en qué debe apoyarse la economía de Cantabria. Y sigue pesando mucho en la Nada esa especie de gafe que amenaza a toda empresa privada que es tocada por el dinero público cántabro.

UNIDOS CONTRA LA NADA

Toda Fantasía estaba unida en la lucha contra la Nada, aunque hombres árbol, gigantes de piedra y duendes sean en el fondo enemigos naturales. Algo parecido se ha escrito hoy en la Torre de Marfil de San Rafael, en la que, por una vez y en un debate con un inusual buen tono (no al 100% porque eso sí que sería echarle imaginación) los tres partidos han superado sus batallas para armar una propuesta conjunta.

El Parlamento ha pedido a Frenos Iruña, propietaria de Greyco, la planta de San Felices de Buelna, que solucione el tema de las nóminas impagadas y de la falta de inversiones en una planta que parece haber sido arrasada por ‘trolls’, y como paso previo a mediar en la búsqueda de inversores, de los que se empieza a hablar (de dos concretos).

Pero en las instituciones (y en especial en el Parlamento) y en muchos despachos del mundo de la empresa se han colado algunos hombres grises, expertos en robar el tiempo bajo falsas promesas de conseguir más. Perdón, nos hemos cambiado de libro.

 LA HISTORIA VUELVE A EMPEZAR

Y al final en el libro la solución era cambiarle a la Emperatriz Infantil, la Reina de Fantasía, el  nombre, para que se curara y todo volviera a ser como siempre.

Que es en lo que piensa el socialista Juan Guimerans cuando sugiere que Néstor Martin puede acabar convirtiéndose en el GFB del PP, es decir, en un proyecto industrial frustrado tras continuas inyecciones de dinero público. Cuidado con los deseos, le diría Bastian.

Es una historia que se repite, que no avanza, que es lo que está pasando con los programas de contratación de parados en colaboración con los ayuntamientos (responsables de los procesos de selección de una orden con dinero del Gobierno regional), y que siguen escondiendo, tal y como denuncian los propios afectados, el viejo clientelismo municipal de siempre.

La consejera de Economía, Cristina Maza (responsable de las políticas de empleo) defendía que los Ayuntamientos tienen “soberanía suficiente” y controles internos suficientes para evitar estas situaciones, en respuesta a una serie de preguntas de la oposición, a quien matizaba que nadie ha recurrido esas órdenes.

Pero en el libro cambiar el nombre no significaba volver al principio otra vez ni era una concesión a la nostalgia.

En realidad, lo que permitía era un nuevo comienzo. Desde cero, para volver a construir, a escribir las páginas.

La pregunta de fondo, no respondida por Invercantabria (o respondida parcialmente, si miramos a los campos de golf y los teleféricos que contemplaba), es si es la industria madura el sector que hará posible en Cantabria una actividad económica que no nos condene únicamente a vivir de la hostelería y el turismo

Al final, lo importante, como en el libro, es saber si desde fuera se cree o no en ello, y si eso significa que hay un futuro.

Porque, y ya no hablamos sólo de la industria, si no se hace algo en serio se corre el riesgo de que la Nada irrumpa en las Torres de Marfil en que parecen haberse convertido muchas instituciones, para arrasar con todo. Con ellos, sí, pero también con todo lo demás. Por Ende.

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