La era de los buitres

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Crecí viendo El rey león y todavía hoy la veo (al menos una vez al año) intentando-en vano- volver a una infancia llena de rodillas peladas tras caer jugando al escondite, colacaos en las tardes de invierno, helados de cucurucho en las de verano, cucharadas de petit suise y puré  (no preguntes) y el cinco de bastos de mi tío jugando la partida (me crié tras un mostrador de bar, entre partidos del Racing y del Atlético de Madrid, entre cafés solos/cortados/con leche/en taza/en vaso/uno o dos azucarillos/leche fría, templada o caliente, entre rabas y mejillones…entre buena gente).

El Rey León

El Rey León

Crecí viendo esa escena de Simba, solo en medio de un paraje seco y árido, agotado tras partir de su tierra, sintiéndose culpable (sin serlo) de la muerte de su padre, Mufasa Romero. Esa escena en la que los buitres acechan ante lo que parece un trozo de carne, indefenso, dispuesto para satisfacer los estómagos insaciables de los carroñeros. La escena termina con la entrada de Timón y Pumba echando a los buitres y acogiendo al cachorro.

Crecí viendo, escuchando o leyendo escenas reales, desgarradoras, catástrofes medioambientales y humanas, conflictos, accidentes y muerte, en una pantalla de televisión, en una tertulia de radio o en una columna de periódico. Sí, aunque con vago recuerdo y cierta distancia, propia de quien apenas levantaba un palmo y su conciencia todavía no entendía ciertas cosas. Hoy, con una conciencia crítica desarrollada, todavía no alcanzo a entender algunos comportamientos o actitudes. Juro que lo intento y, en ocasiones, siento que es en vano, como cuando trato de volver a mi infancia con Simba y Nala.

Crecí viendo cómo el huracán Mitch arrasaba aquello que encontraba en el camino y cómo había gente agarrada a los árboles y a la vida para que las riadas no elevasen las peores cifras. Crecí oyendo en la radio del autobús escolar y en la del despacho de Dirección del colegio de La Cavada el atentado del 11M.

Crecí viendo a algunos hacer espectáculo de la desgracia, sin pudor, sin códigos deontológicos que valgan, sin ética…sin correspondiente sanción por saltarse a la torera los mínimos de conducta, de humanidad. Y parece que hoy, ya crecido y con 24 años, eso no ha cambiado y percibo que va a más.

Es la era de la tecnología y de convertir en show todo. Todo. Hasta la muerte (aquí me viene a la cabeza Los Juegos del Hambre). Del morbo por lo ajeno haciendo público el anonimato. De convertir en normal lo anormal y a los verdugos en víctimas.

La era de los buitres que tras la desgracia del vuelo Barcelona-Dusseldorf no se pusieron límites con tal de obtener una exclusiva del suceso. La que fuera. Desde afirmar que había un posible superviviente hasta sacar rostros, nombres y apellidos de víctimas y familiares. Todo vale. Nada vale. Simbas indefensos tras la muerte de sus Mufasas, en medio de un paraje de desconcierto y de luto, de giro de 180 grados de sus vidas. En medio de buitres.

Simbas indefensos que deben lloran a sus Mufasas en tierra extraña, cerca o en la distancia. Simbas que necesitan de Pumbas y Timones, que se enfrenten a los buitres y digan ¡Hakuna matata! Vive y deja vivir.

 

 

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