Las víctimas del urbanismo (y III): La historia se repite
||por OSCAR ALLENDE y GUILLEM RUISÁNCHEZ||
Viene de : Las víctimas del urbanismo (I) y Las víctimas del urbanismo (II)
En cualquier teléfono móvil tenemos que recurrir a trucos para localizar rápido los nombres, y así, esa persona que conociste en un bar pasa a llamarse María Canela. Imaginaros en el de un periodista.
Nosotros tenemos en nuestro móvil dos números en los que hemos hecho lo mismo: a Lucía Gómez Colmenero, hija de Gumersinda (fallecida junto a otras dos personas en el derrumbe de un edificio por culpa de unas obras sin la licencia adecuada en la Cuesta del Hospital), la guardamos como Lucía Cabildo, y a Marco Santamaría le tenemos como Marco Amparo, en homenaje a su abuela, que falleció después de una larga lucha contra la expropiación de su finca en la Vaguada de Las Llamas para levantar un vial en la S-20 y que para muchos se llama ya Amparo Se Queda, el germen de muchos de los nuevos movimientos en la ciudad..
Así que cogimos el teléfono, marcamos Lucía Cabildo y Marco Amparo y les sugerimos tomar un café juntos, un muy santanderino mediano, porque pensábamos que tenían mucho en común.
Ellos y más gente de la ciudad.
Problemas personales, una situación familiar grave (demasiados hospitales), impidieron a los Gómez Colmenero estar cerca de los Pérez, como hubieran querido.
Este café es su primer contacto. Pero habrá más, y además, han seguido su historia, con mucha atención, y con mucha identificación entre lo que le pasó a Amparo y lo que les pasó a ellos, a Gumersinda.
Y por lo que va a venir.
DEL CABILDO AL RESTO DE LA CIUDAD
Ellos han participado en su ciudad siempre que han podido, conscientes de que el derrumbe les colocó en una posición que muchos vecinos miraban.
Y así, en su día apoyaron a los que protestaban contra las obras del aparcamiento en el parque Mendicouagüe o en el Barrio Pesquero, o en el Tetuán de después del incendio.
“Todo lo que se haga por especular urbanísticamente y sacar a la gente de sus casas me parece fatal. Me parece que si tienen un plan urbanístico en condiciones, también tienen que tener un plan para facilitar la salida de la gente en buenas condiciones y evitar el desarraigo. No es sólo un tema económico: es un tema emocional y psicológico, y afecta. Y eso también lo tenían que mirar los poderes políticos”.
La próxima batalla pasa ahora por el Prado San Roque y el Río de la Pila. Algunos ya tienen en su móvil números guardados con un nombre propio y un Prado San Roque detrás.
Y empezamos a marcarlos con demasiada frecuencia.
Allí la historia se repite: tras años de abandono, suciedad y degradación en un barrio con una población envejecida, la situación se hace tan insostenible que las instituciones y el sector privado se alían para ‘vender’ una renovación integral que, sobre el papel, pinta bien, parque y boulevard incluidos.
Pero unos 40 vecinos van a sufrir expropiaciones para poder levantar promociones de vivienda libre y parte protegida, con un bloque en el que se reservan una docena de pisos para vecinos que aún no saben el criterio con que se adjudicarán.
Y las cuentas no salen, porque 12 es menos que 40, y eso significa que hay gente que tendrá que abandonar el barrio por unas expropiaciones que ni siquiera se justifican en algo público, como un puente, un parque o un vial.
Un proyecto en el que lo público, lo mismo que durante años dejó de funcionar allí, trabaja ahora para ofrecer complementos (parque, un vial) a los proyectos de un sector privado que, al subir el funicular, descubrió que era una zona céntrica y con vistas.
“Esto va a caer seguro”, avisa Marta, sobrina de Lucía Cabildo, que ya ha hablado con ellos, mientras que Marco Amparo incluso ha asistido a alguno de sus actos reivindicativos.
“Esto le puede pasar a cualquiera en cualquier momento. De todo lo que sea importante en tu vida tienes que estar pendiente, y la vivienda es lo más importante”, defiende Marta.
“La gente de Santander debería unirse más, ser solidaria, y no pensar que nos están dando muchas cosas. Yo a los políticos les pondría en mis zapatos una semana, con todo lo que me ha pasado, y que vivieran con ello una semana, que supieran como se vive eso”, reivindica Lucía Cabildo, mientras Marco Amparo asiente.
MALESTAR CON LOS MEDIOS
Sentados en la parte de arriba de la cafetería, más tranquila, y mientras abajo en la barra alguien ojea el periódico, los dos coinciden en el malestar con la forma en que se reflejó su historia en los medios de comunicación.
Lucía y Marta Cabildo repasan la repetición de informaciones emitidas por el Ayuntamiento de Santander sobre las mejoras en el barrio, que ellos reducen a las obras de pavimentación en la Cuesta del Hospital, un “poner la alfombra” que es “lo único que han hecho en los últimos ocho años”, pero que “publican cada seis meses”, de modo que “siempre parece que es nuevo”.
Unas obras que, por cierto, también unen sus historias, la de Lucía y la de Marco, la de Gumersinda y la de Amparo, la del Cabildo y la de Las Llamas: la renovación urbana (la forma de llamar al cambio de aceras) en el Cabildo las ejecutó Copsesa, la empresa del alcalde de Ramales de la Victoria (compañero de partido del de Santander), que es la misma que está trabajando para levantar el vial sobre la Avenida Amparo, sobrecostes incluidos y que está investigando la justicia.
Por su parte, Marco también recuerda la campaña emprendida desde el Ayuntamiento insinuando que sólo querían “más dinero” o que incluso se les había dado ya, cuando ellos lo que reclamaban era “una solución”.
Por las mañanas, en la casa de Amparo abrían las páginas del periódico y veían los mensajes del alcalde y su equipo, que les sometieron a un ataque “devastador”, consistente en un “machaque tras machaque”, “sin querer llegar a ningún acuerdo” y que no siempre, más bien casi nunca, contaba con la réplica de la familia.
Es algo que les causaba muchos disgustos a él y a su abuela cada vez que lo leían, sobre todo, porque parte del reflejo de esas informaciones tuvieron algún momento en que había gente que ‘compraba’ esa versión.
DESPEDIDA
A pocos metros del Ayuntamiento, y en un día lluvioso como sólo Santander sabe, Marco y Lucía se despiden en la Cuesta del Hospital, frente al muro donde unas pintadas y unas flores recuerdan a las víctimas del derrumbe. Acuerdan seguir en contacto mientras se dicen adiós con prisas. Marco Amparo tiene que ir a la tienda, y Lucía Cabildo, a clase. A seguir con sus vidas.
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