Los 100 días que no cambiaron nada en Cantabria

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Ignacio Diego, en la inauguración de Primark en Valle Real || Foto: Gobierno de Cantabria

100 días que cambiarán Cantabria. Así tituló Ignacio Diego en marzo de 2011 su programa para asaltar los cielos de la mayoría absoluta con promesas como aquel paraíso para las empresas que hoy, en boca de un líder de Podemos, serían descalificadas como “populistas”.

Música bonita para los oídos de los indignados cántabros, que en 2011 eran muchos más que los de la Porticada, después de ocho años de excelso Gobierno PRC-PSOE, pero promesas imposibles a fin de cuentas, reprobable en un partido y un candidato que saben cómo se las gasta la administración – Diego fue alcalde de Astillero y director general de Medio Ambiente-.

En aquel documento, lanzaba un programa basado en el slogan del ‘Empleo y buen Gobierno’, con duras críticas al despilfarro de la etapa de socialistas y regionalistas y compromisos concretos, prioridades de legislatura condicionadas a la confianza de los cántabros para una mayoría absoluta, la única opción de los populares para gobernar entonces.

La idea era un paraíso para las empresas, a base de cuidar a las establecidas, a las que el Gobierno cedería el paso en la inversión de los bancos – como si pudiera controlar las políticas de las multinacionales financieras- y con seguridad jurídica, con el fracaso del Plan Eólico del PSOE como ejemplo de lo que no hay que hacer.

Era sin duda la promesa más llamativa, a la que quería llegar el PP de Ignacio Diego a través de la racionalización del gasto, políticas fiscales de reactivación (la fórmula Montoro pre-ministro de “más dinero en los bolsillos de los españoles para activar la demanda interna”) y una Fe ciega en una inversión privada estratosférica, de 800 millones de euros al año.

Había bla-bla-bla de mejorar la inversión de la universidad y el I+D+i, que por el contrario cayó dramáticamente al minuto uno. Y no se quedó ahí la historia: Diego ‘animó’ al rector a «meterse en sus asuntos» y con el avance de la legislatura, la universidad pública se encontró con competencia inesperada con todas las facilidades del Gobierno (Funiber al PCTCAN).

Prometía el PP cántabro un marco fiscal de legislatura; correcto, lo marcaron las instituciones financieras internacionales y consistió en un rescate bancario financiado con recortes en Sanidad y Educación. Y con el intento de estafa a los ahorradores de las preferentes.

En materia de infraestructuras reclamaban los populares un tren competitivo con Madrid; una autovía entre Aguilar de Campoo y Burgos; un tercer carril de la A-67 entre Santander y Torrelavega y las mejoras de las carreteras de Los Tornos y San Glorio. Todo pendiente, aparece hoy en los programas a modo de confesiones de incumplimientos.

Había reivindicaciones más realistas ante Moncloa, donde, de ser elegido presidente, iría a reclamar “autovías, tuberías – de la Autovía del Agua- y Valdecilla”. También dibujaba un plan de formación profesional. Este último párrafo se ha cumplido.

LA INVESTIDURA: DE 100 A 1460 DÍAS

El 22 de mayo de aquel año electoral el Partido Popular de Cantabria dio la sorpresa, aupado por un gran tsunami de desencanto que castigó al PSOE en toda España;  el PRC perdió el Gobierno pero creció en votos y escaños en 2011.

Mayoría absoluta, la segunda de la democracia en una tierra muy poco proclive a entregar todo el poder a un solo partido (la primera fue la de José Antonio Rodríguez, en las primeras elecciones democráticas de este periodo).

En su discurso de investidura, Diego empezó a virar su discurso hacia pronunciamientos más realistas. Empezó a hablar de austeridad y de compromisos de estabilidad fiscal. Habló de Bruselas.  Los 100 días, dijo desde la tribuna de oradores del Parlamento de Cantabria, tendrían que ser 1460. Cualquiera que conozca la administración lo sabe, le faltó añadir.

Diego sentó aquel día las bases del discurso de la herencia recibida, que tendría su clímax al cabo de poco tiempo, cuando nos contó lo duro que es gestionar la miseria. Empezó a hablar de las facturas a proveedores en los cajones de la administración y en el pago de la deuda, que se convertiría pronto en la tercera partida de gasto del presupuesto regional.

Anunció auditorías. Algunas las hizo públicas; otras, como la de SODERCAN, se contaron de forma controlada. Pero sobre todo, el PP ha perdido la posibilidad de transformar la administración. Ni un solo paso.

Las medidas de austeridad más potentes no fueron las que dibujó en su discurso de Buen Gobierno. Sí, ha habido reducciones y fusiones de empresas públicas y despidos de personal (sobre todo del PRC y del PSOE). Y también techos de gasto por áreas; pero sobre todo subidas de impuestos marcadas por Hacienda y compromisos de déficit que supusieron recortes.

Perdón, recortes era una palabra tabú; se sugería que lo abordáramos como ‘ajustes’, ‘medidas’ o ‘medidas urgentes’.  Y cuando recortes no se podía pronunciar Diego sujetó unas tijeras de tamaño gigante y del color azul de su partido, para cortar una de las pocas cintas de la legislatura: la de la inauguración de Primark.

En materia de transparencia, Diego prometía la “sustitución de la información por la demagogia”, pero el día que los cántabros supimos que poníamos dinero en Tubacex nos negaron el derecho a saber de cuánto dinero público estábamos hablando. Mandaba la empresa vasca, mandaba la cláusula de confidencialidad sobre la transparencia.

Su primer día como presidente, Diego prometió sensatez frente a los despropósitos del PRC-PSOE como GFB, pero en mayo de 2012 convenció a 87 trabajadores despedidos de Teka para que depositaran en una tal Nestor Martin los 3,2 millones de sus indemnizaciones por despido. El Gobierno ha puesto ya más de 13 millones y, a una semana de las elecciones, trabajadores y cántabros nos preguntamos dónde está todo ese dinero.

Las prioridades de aquel Gobierno iban a ser la Sanidad, la Educación, la Dependencia y el Empleo, y la actitud frente al Gobierno de España ya no sería de reivindicación sino de  cooperación – a Rajoy le quedaba un trimestre para instalarse en La Moncloa.

Al nuevo presidente, Diego le pediría Valdecilla. “Que sí, Nacho (pesado), Valdecilla”, le contestó Mariano en la primera reunión con presidentes autonómicos del PP. Cuatro años más tarde, el Estado sólo ha puesto la mitad del dinero para la finalización, lo que llevó al PP cántabro a entregar el funcionamiento del hospital a 20 años a una empresa de la construcción: Ferrovial.

Sí, se ha terminado la eterna obra del hospital, y la Autovía del Agua y la A-8 entre Asturias y Cantabria. Y está muy avanzada la Solares-Torrelavega; pero no hay nada de la Aguilar-Burgos, ni del tren competitivo, ni de Los Tornos, ni de San Glorio…

Su primer día como presidente, en materia de empleo, hubo críticas veladas al Plan E de Zapatero; pero en los últimos 100 días de la legislatura, para lograr tener un parado menos que Revilla – una legislatura para empatar- ha lanzado un plan de empleo subvencionado y partidista en los ayuntamientos de la región. El Plan D, de Nacho Diego.

De la concertación social “verdadera y activa” nada se supo, más allá de que se cargó por la vía rápida el CES o el Consejo de la Mujer. Las reuniones con los sindicatos han sido de emergencia sobre problemas que han ido estallando, como Sniace, y presididas por muy mal rollo.

Un presidente que se ha encarado con profesores, trabajadores despedidos y que ha arrancado los carteles que no le gustaba ver (y el cámara que lo grabó todavía está temblando de su mirada de odio). Demasiados tics autoritarios.

INVERCANTABRIA

Y muy importante también, de aquel primer día de la investidura de Diego como presidente autonómico, el anuncio de una conferencia por la inversión en Cantabria, con la que pretendía alcanzar una inversión privada de 800 millones de euros al año –que ni de lejos, en toda la legislatura-.

Aquello, que se parecía tanto al Plan de Gobernanza del PSOE que había sido un “despilfarro”, se llamaría Invercantabria y sería economía planificada: el Gobierno del PP le decía a los empresarios en qué invertir. A saber, drones, teleféricos, campos de Golf y cañones de nieve artificial. El resto, a sufrir.

Ha sido la gran revelación sobre el PP, su giro de los pronunciamientos teóricamente liberales a lo que es en realidad cuando gobierna: un partido mayoritario de un Estado Social de Derecho, como España, que tiende a la economía planificada.

Como haría Cuba o la extinta URSS, diciéndole a las empresas lo que tienen que hacer y en lo que tienen que invertir: en teleféricos, cañones de nieve artificial y campos de Golf. Lo de los teleféricos sí que ha sido una revolución, porque el Gobierno rescata a la empresa adjudicataria por anticipado, le garantiza ingresos irreales. Así funciona.

No sabemos si el programa de los 100 días de Ignacio Diego estaba inspirado en los 10 días que estremecieron al Mundo de John Reed, en el que relataba la Revolución de Octubre de 1919. Posiblemente no, pero desde luego que aquellos 100 días del final del verano al otoño de 2011 no cambiaron nada. Nada importante, como tampoco creemos que cambien mucho los próximos 100, del final del verano al final del próximo otoño de 2015.

 

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1 Comentario

  • Sara
    18 de mayo de 2015

    y ¿Cuántos meses o años le harán falta a Ciudadanos y su líder? ¿Cómo pueden ser ejemplo de cambio sin conocimiento de la realidad laboral, sin trabajar antes…?

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