Isaac Cuende atrapa el tiempo en la Muestra de Teatro de la UC

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Las obras de la Muestra de Teatro Contemporáneo de la Universidad de Cantabria suelen empezar directamente. Nunca han tenido presentación previa. No se ha dado el caso. Pero tampoco se había dado el caso de que entre el público no estuviera Isaac Cuende, primer director del Aula de Teatro de la Universidad y miembro de la organización de este ciclo.

A él, fallecido hace unas semanas, y ante la mirada de una Rosa Gil (su mujer) que no paraba de recibir muestras de cariño, le dedicaba Francisco Valcarce (“el barbudo”, como le llamaron desde el escenario los personajes de la obra, que le acabaron convirtiendo en uno más del reparto) con una voz inesperadamente quebrada, la edición de este año (la número 26 ya) de la Muestra.

Hablando de teatro, hablando de autores que saltan a los escenarios, Isaac Cuende tuvo el privilegio inversor, el de ver a sus personajes, los de La Sucursal, saltar las barreras de las tablas y referirse a él como su creador en un homenaje que recibió ya en vida.

Atrapando el tiempo

Atrapando el tiempo

La obra con la que ha comenzado la Muestra de Teatro dedicada a su figura, (Kairós, Sísifos y Zombies, de L’Ala Kran), de la compañía, ha sido un buen resumen de lo que es la ficción contemporánea, o, en definitiva, la absurda realidad de siempre.

Hubo de todo, en especial una irreverencia que ha conseguido naturalizarse y que hace años hubiera escandalizado: personajes desnudos sobre el escenario (en todo su esplendor), risas con los (camino de) eternos retrasos del Centro Botín y alusiones a las contradicciones de los más poderosos, de un Banco Santander que con una mano vende armamento y con la otra apoya el teatro.

Y una representación de la cadena económica que va de las instituciones a la cultura en la que se pusieron de rodillas sobre el escenario Paco Valcarce y la concejala de Cultura, Miriam Díaz, ante sus contribuyentes.

Sobre todo, mucho humor, muchas risas, extrañas risas que lo mismo emanaban del helio que de esa felicidad que desprenden los propietarios de perros o los vendedores de felicidad new age.

Con la segura llegada de la vejez, puesta de manifiesto desde el principio de la obra, los personajes trataban de combatir el paso del tiempo de distintas formas, desde el buen rollismo hasta la tecnología, pasando por la voz de la conciencia o la evasión, olvidando que al final  todos somos medio zombies, conscientes e inconscientes.

Porque al final, la clave, lo que consiguió Isaac, es ser capaces de arrancarle un mechón del pelo cuando pasa enfrente nuestro.

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