La lucha sigue en el desierto

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Ha sido un curso difícil –más de esa dificultad habitual con la que conviven desde su nacimiento—en tierra saharaui.

Las inundaciones dificultaron aún más la vida en el desierto, un accidente de automóvil provocó la muerte a varios niños –uno de ellos acogido los últimos años por una familia cántabra–, y la represión desde Marruecos se ha recrudecido, con hostigamiento a jóvenes, algunos desaparecidos, y activistas presos o en huelga de hambre, alguno fallecido.

Maite Lorenzo

Maite Lorenzo

Pero quien traba contacto con el Sáhara pronto aprende que toca luchar siempre, cada mínimo paso.

Y eso lo supo muy bien Maite Lorenzo –con i latina, como a ella le gustaba ponerlo-, presidenta de Cantabria por el Sáhara, miembro del equipo fundador de esta ONG –acaba de fallecer– que participa en el programa Vacaciones en Paz, que trae a Cantabria a niños de los campamentos para evitar los efectos de las altas temperaturas del desierto.

El programa se resintió de los recortes sociales, y buscaron formas alternativas de conseguir el dinero. Es más, este verano asumieron un incremento de plazas de acogida para paliar el descenso en otros lugares. Llamaron, y Cantabria respondió, venciendo tópicos sobre la falta de compromiso. Problema solucionado. Parecía, porque luego, días antes, cuando estaban a punto de llegar, se toparon con problemas burocráticos.

Es así, cuando conoces la realidad del Sáhara, sabes que toca luchar cada paso.

Hace ya muchos años que Maite Lorenzo se enamoró del pueblo del desierto, y es allí donde quiso ser enterrada, en la zona libre.

Siempre con el Sáhara en mente, de sus manos salieron las resoluciones que contribuyeron a que su partido, Izquierda Unida, fijara su postura a nivel estatal sobre el pueblo saharaui, los eternos refugiados.

Era considerada un “referente” en la materia –como prueban los mensajes de condolencia tras su fallecimiento–, y una luchadora “incansable”, muy detallista con los que tenía cerca o conocía: estando enferma, se la veía, incluso desmejorada, en actos de la asociación, hasta hace bien pocos días. Porque siempre intentó que nada le frenara: estando en el hospital pudo celebrar el primer cumpleaños de su nieta.

Familia y compromiso, Cantabria y el desierto, se entretejen en su biografía, demostrando que entre las personas a veces hay muchas diferencias, pero que otras veces, cuando las tienes cerca, hay pocas. Niños en los campamentos, niños jugando en El Sardinero –una imagen que resume bastante el programa Vacaciones en paz–. Dos mundos, pero parecidas relaciones familiares, asentadas, prolongadas durante años. Al final, lo que han hecho unos y otros es tejer lazos. Si algo se aprende en el desierto, es que se lucha mejor cuando más granos de arena se suman.

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