A veces se gana

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La frase hecha dice que unas veces se gana y otras se pierde. La experiencia personal nos dice que en esa batalla diaria la frase está más bien desequilibrada: si algo estamos acostumbrados como sociedad es a formar parte del batallón de los nacidos para perder. 

Pero a veces ganamos todos incluso aunque parezca que el que gana es uno: acaba de pasar con Samuel, el menor camerunés al que se le precipitó hacia una orden de expulsión por querer el Gobierno (sus servicios sociales, que se dice pronto) aplicar unas pruebas de edad que no son sólo fiables sino que no hacían falta porque tenía su propia documentación. Le acaban de dar el permiso de residencia.

O, pertrechado únicamente de sus conocimientos, de su formación, de la certeza de tener la razón y su constancia, un joven abogado santanderino, Miguel Cotera, Miguel, ha logrado que la justicia dictamine contra la aplicación de la plusvalía en el Ayuntamiento, en un fallo frente a toda la maquinaria institucional, que incluyó informes encargados a medida para justificar una decisión que la justicia ha rechazado.

Los santanderinos que se rebelaron contra el destrozo de la senda costera han roto el esquema asociativo vecinal ligado al poder, al igual que ya han hecho los de La Marga.

Hace poco ayuntamientos como Piélagos o Santander se comprometían a instalar pancartas con mensajes de acogida a los refugiados, además de concretar su capacidad de acogida, en respuesta a la petición de una activista de Pasaje Seguro durante un acto convocado por Amnistía Internacional.

Necesitamos buenas noticias, necesitamos victorias.

Y a veces las tenemos. como la paralización en Santander, nuevamente por los tribunales, de un Plan General de Ordenación Urbana de Santander totalmente disparatado, que dibujaba una ciudad en la que no vivía nadie.

Gracias a la combinación de calle y tribunales ganamos en las preferentes a gigantes clásicos del poder en Cantabria como era Liberbank, y de momento estamos ganando en las cláusulas suelo.

Logramos salvar el cine de calidad en Santander gracias al esfuerzo de un centenar de ciudadanos con un adolescente al frente, Las Gildas están siendo cada vez más en sus actos y la semana pasada pudimos felicitarnos de que Hazteoir ha demostrado que, a la hora de la verdad, en su autobús transfóbico sólo viajaban ellos, una minoría (anti)social. Hemos ganado alguna batalla incluso a la Ley Mordaza, también en los tribunales, a los que estamos teniendo que recurrir para defendernos de las instituciones.

Eso sí, conviene no relajarse. Porque a cada pequeña victoria le responde una nueva zancadilla de la administración, de las instituciones, y de todo lo que le rodea, ese ente no tan abstracto que configura el poder, y al que parece que le molesta que avancemos.

-Porque paramos las obras en la senda costera, que vigilamos más que las propias instituciones  y conseguimos un nuevo proyecto, pero resulta que se ha hecho sin participación ciudadana. (Los ojos de a quienes les preocupa el medio ambiente en Santander miran ahora al parque de La Remonta).

-Porque logramos un cambio legal para salvar las viviendas del Pilón, pero la maquinaria del poder se apresuró a intentar vaciarla de contenido en la nueva Ley del Suelo.

-Y desterramos el fracking, aunque la amenaza sigue pendiente, y existe el riesgo de reabrirla como daño colateral de otro proyecto para generar titulares más que riqueza para Cantabria: el de las minas de ‘Reozinc’.

-Y echamos a los indignos del Racing, pero eso no sirvió ni para eliminar toda la suciedad de una época ni para evitar que nuestro club siga siendo un botín al que mirar golosamente.

-Pudimos con los Valores del Santander, pero el banco nacido en Cantabria sigue lanzando productos nuevos que incurren en la misma opacidad y falta de información.

-Y montamos cooperativas para luchar contra el oligopolio eléctrico pero las instituciones siguen poniendo trabas para que podamos tener un sector libre al que podamos dirigirnos de tú a tú.

Son victorias que se han conseguido por una suma de voluntades, por un trabajo coincidente, por una mezcla de calle y recurso a profesionales de todo tipo, especialmente del mundo del derecho.

Las hemos podido celebrar, han beneficiado al conjunto, a la mayoría. Y parece que esa celebración, esa alegría merecida, molesta. El mejor aliciente para seguir trabajando, unidos y vigilantes.

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