La clase de “Lo conseguimos”

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Lo que no se ve no existe era el lema que los colectivos en defensa de los derechos LGTB, ALEGA Cantabria y ACCAS, utilizaron el pasado miércoles para reivindicar el Día de la Visibilidad Lésbica.

Algo similar a ese mantra repetido, en estos lares, por quienes recurren al silencio para no hacer frente a todo aquello que no sabían, no querían o no podían afrontar: lo que no se habla se borra, nos recordaba La vida que te espera,  la película de Manuel Gutiérrez Aragón, ambientada en esa llamada Cantabria profunda. Esa parte de nuestra geografía, tan física como emocional, que muestra como callamos aquello que nos avergüenza. Como invisibilizamos a quienes no entendemos. O como “nos hicieron pasar por ese círculo de medidas exactas, aunque se nos rompiera una pata, parte de un don, o la imaginación entera de cuajo”, en palabras de la poeta Patricia Fernández,  durante la presentación de su último poemario Perra Tumba, hasta encerrarnos en el encorsetado traje de una modernidad hecha a la medida de sus monstruos. Hecha a la medida del no podemos cambiar nada, porque esa es la norma.

Porque mucho antes de que el autobús de HazteOir pasara,  ya transitábamos el camino de los géneros marcados, de los uniformes que castran las ideas, los sueños, las posibilidades. De señalar con el dedo al diferente. De murmurar, entre dientes, cuando pasan a tu lado: Eso no es normal;  digan lo que digan eso no es normal. Porque “Nos decían  que teníamos que convertirnos en lo que no somos, sacrificando lo que somos para heredar la farsa que seremos. Nos dicen que aceptemos la identidad que otros nos otorgan”, no recuerda Shane Koyczan en su poema “To this day (Hasta la fecha)”

Y así la espada de Damocles de la normalidad nos corta a la medida del canon establecido. Si no me muestro como soy no pensaran que soy raro, si no me muestro como soy quizás pueda encajar y no tener que estar justificándome en cada reunión de amigos, en cada cena familiar, en cada comida de trabajo. Porque lo que no se ve no existe, y casi acabo por olvidarme de que estoy aquí, de que existo. Porque el imperativo social de lo normal me despedaza con su sonrisa condescendiente, con su gesto reprobador de intolerancia. Y al pasar, por el ojo de su cerradura del qué dirán, dejo tanto de mí que ya no me reconozco.

 

Para que se vea, para que se hable, para que nadie te diga lo que es norma-l #SeBuscanValientes

 

Porque si lo que no se ve no existe, quizás tengan razón quienes quieren convencerme de que es normal que me señalen con el dedo, de que es normal que me peguen una paliza a la salida de un concierto por besarme con mi novio. Porque esa mentalidad de cerrado no  deja respirar. Porque lo que no se habla se borra y el olor a naftalina desdibuja mi propia identidad. Porque es normal el insulto gratuito, la burla a costa de la diferencia confundida con debilidad, de la dictadura del rebaño confundida con impunidad. Qué le den a Hobbes y  a su “el hombre es un lobo para el hombre”, quizás ya sea hora de reventar círculos y cerrojos.

Y, pese a todo,  nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos la noticia de un nuevo asesinato. Nos horrorizamos por ver en quienes nos hemos convertido. Porque, de no mirar, alimentamos al Monstruo, porque, de no querer ver, dejamos que creciera e impusiera sus normas. Porque de no hablar nos asesina el silencio. Y la poesía de W.H. Auden como crónica del bucle absurdo al que vivimos encadenados:

And the public know / what all schoolchildren learn / those to whom evil is done / Do evil in return. /: Y el mundo entero sabe / Lo que todos los niños aprenden en el colegio / Que quienes han sufrido maldades / Harán sufrir a otros.

Tan sencillamente desgarrador como eso. El riesgo de que la víctima se convierta  en verdugo en el ciclo de una violencia entendida como paradigma de normalidad. Porque lo que no se ve no existe, porque lo que no se habla se borra. Por eso es necesario hacerse eco de las revoluciones cotidianas de “locos” anónimas cuyo objetivo no es otro que luchar contra esa normalidad tan perfectamente deshumanizadora e impuesta a golpe de silencio, de indiferencia y  de más golpes.

Locos geniales como Oscar Muñiz Pereda y su Librería Nexus que desde hace unos meses se embarcaron en una locura de esas que cuando se cumplen vuelves a reencantarte, como diría Patricia Fernández,  con el género humano. De esas que no buscan hacer caja, ni sacar rédito político alguno. De esas que se dejan la piel, el tiempo y el corazón en hablar de lo que casi nadie habla, en mostrar lo que muchas veces casi nadie quiere ver. Así, en esta tienda de tebeos nació la idea de hacer un cómic como concienciación sobre el acoso escolar.  Y hoy 2 de mayo, día mundial contra el acoso, 50 mil ejemplares en toda España y 5 mil en Cantabria pondrán rostro y voz a tantos “raros” que reivindican pertenecer a esa clase “Lo conseguimos” de la que nos hablan los versos Koyczan:

Porque hay algo dentro de ti que te hizo seguir luchando, a pesar de todos los que te dijeron que abandones.

Nota: En este enlace se puede ver el texto completo recitado por el propio autor:

 

 

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