Las Kellys, la lucha contra la precariedad que mancha el mercado laboral

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Las Kellys en una de sus protestas

Son las que-limpian, y de decirlo así, seguido, sale el apelativo Kellys, el colectivo que representa a las limpiadoras de piso subcontratadas en los hoteles y unas de las grandes paganas de la crisis económica, además de todo un símbolo de cómo la precariedad, las condiciones a la baja, van camino de convertirse en la norma.

Esta semana han estado en Cantabria en la inauguración de la nueva sede del sindicato CGT, que se encuentra en la calle Joaquín Reguero Sevilla, en Vía Cornelia.

Antes las Kellys estaban contratadas directamente por los hoteles, pero a raíz de la última reforma laboral comenzaron a externalizarse sus contratos.

El resultado, según cuenta su representante Pilar Cazorla en EL FARADIO DE LA MAÑANA de ARCO FM (103.2 y www.arcofm.com/escuchar/ ) es que un 70% de los hoteles tienen externalizados estos trabajos.

PEOR SUELDO Y CONTRATOS MÁS PRECARIOS

Las Kellys han expuesto sus reivindicaciones en el Parlamento europeo

Eso tuvo otra consecuencia: se produjo un cambio de categoría al quedar adscritas a empresas no reguladas, con otros convenios, que les han supuesto bajadas salariales de hasta un 40%.

Y el problema no es sólo salarial: se les empezó a aplicar otras modalidades de contrato, que extendieron un modelo precario de contratos de obra y servicio (para funciones que son permanentes), de formación, de prueba con duración de un mes…

“Cuando quieren te echan, por ejemplo, por una baja laboral”, relata Pilar, una de las trabajadores que le pone voz a cientos de Kellys que no se atreven a salir con nombre y apellidos por miedo a las represalías.

“Muchas tienen miedo de enseñar la cara, porque no las dejan contar lo que nos pasa, nos ven como las problemáticas, las que se qujean, las que se mueven, y hay casas en las que a veces sólo entra un sueldo, el suyo”, explica.

Los problemas siguen: a la precariedad económica y a la continua inseguridad sobre su permanencia en el puesto de trabajo (con la consiguiente pérdida de derechos como las cotizaciones o la antigüedad) se le suman unas durísimas condiciones laborales: de tener que ocuparse de 14 habitaciones en una jornada de ocho horas pasaron a tener que asumir de 30 en adelante en menos tiempo, seis horas que no siempre es posible cumplir y que no siempre se pagan si se exceden.

«SABES CUANDO ENTRAS, PERO NO CUANDO SALES»

“Sabes cuando entras, pero no cuando sales”, sin pausas para trabajo o comer, y con el agravante añadido de que antes era un trabajo en el que contaban con ayuda de otros profesionales, pero todo eso se fue con el cambio de categoría, con el paso de ser camarera de piso a ser auxiliar, sumando funciones y esfuerzo con un contrato inferior.

Pilar Cazorla saca datos: en un trabajo muy físico, que se ha recrudecido por todo este cambio de condiciones enumerado, el 90 % de las trabajadoras sufre daños en el aparto musculoesqueléctico, el 71% se medica a diario, y el 96% padece ansiedad por los dolores. También son frecuentes los casos de depresión, grave o leve. Ella misma tiene un 30% de minusvalía como consecuencia del cambio de las condiciones, cuando antes no las tenía.

«QUEREMOS QUE SE CUMPLA LA LEY»

Frente a esto, las Kellys se han organizado, con acciones de formación, asesoramiento, denuncias judiciales o ante la Inspección de Trabajo, incluso han expuesto su situación en el Parlamento europeo tras ser invitadas por la delegación de IU allí, todo para reclamar algo tan sencillo como “que se cumpla la ley”. “No queremos que se cambie la ley, pedimos que si hay una ley, que se haga cumplir”, remarca.

A veces consiguen victorias: ella misma consiguió la primera sentencia en la que logró que se le pasase en su hotel de adscribirla al sector de limpieza para llevarla al de hostelería, al hacer funciones de camarera de piso. No obstante, se ven pocos cambios, por lo que ya avisan: “seguiremos luchando”.

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