Mira desde mis ojos

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Al escuchar “mira desde mis ojos” nos viene a la mente, al corazón, la piel que se revuelve contra sí misma, porque no quiere ser epidermis para las heridas, hoja en blanco para el dolor, para el odio, para un cuento de hadas convertido en pesadilla, otra vez más. Porque tras el “fueron felices y comieron perdices” los monstruos resucitan y van tomando posiciones en esa mirada de lo cotidiano, de la justificación, del micro machismo inoculado.

La mirada a la violencia en el día a día

Dice la poeta Patricia Fernández que a los monstruos hay que sacarlos a la luz para que se hagan pequeños, insignificantes, para poder combatirlos, porque de lo contrario, la oscuridad se convierte en coartada de impunidad, de grito, de desprecio, de bofetada, de paliza, de asesinato. Cada escalón se sobrepone al anterior, cada escalón te lleva a un infierno. Cada escalón te da la medida de donde está el techo del ataúd.

Al escuchar “mira desde mis ojos” nos viene a la vida la pena de muerte de 991 víctimas del terrorismo machista. De hombres que asesinan a mujeres, así sin medias tintas. Un “la culpa es tuya” como si el pecado original se reviviera una y otra vez en un mordisco que acaba en desgarro, en mutilación, en disparo, en cuchillada, en habitación cerrada a cal y canto tras la que sólo se escucha “la culpa es tuya” por ser tú. Y no sabes en qué momento pasas de ese “la culpa es tuya” a “la culpa es mía”, en qué momento empiezas a sentirte culpable, a pedir permiso para ser, para sentir, para actuar. En qué momento sientes que necesitas su aprobación, en qué momentos sientes que nunca es suficiente, porque no eres suficiente. Porque no te “arreglas” un poco que mira cómo vas…Y el lenguaje se presenta como manzana mordida en el árbol de la Creación, como si estuvieras constantemente estropeada, rota, un necesitas mejorar ante unos ojos que no te ven. Que no “te quieren ni ver”, porque nunca te han visto, porque sólo ven en ti una prolongación de si mismos. Una costilla suelta…

Al escuchar “mira desde mis ojos” te viene a la mente la película “te doy mis ojos” de Iciar Bollaín, y es inevitable sentir como se recoge el testigo de la mirada como lo hace Nieves Álvarez en su propuesta.

Decenas de botellas que quieren lanzarse al mar de las conciencias, de la cotidianidad, de esa rutina que lo justifica todo con el “no es para tanto” mientras se repiten pequeñas acciones, pequeños robos de dignidad, pequeñas apropiaciones de amor propio, como si el amor fuera una propiedad, como si las personas, como si las mujeres lo fueran. Y ese intento de lanzarle una botella al mar para que alguien la encuentre y lea los versos inspirados en la piel que les habita a quienes son despellejadas en vida, tira a tira. Y sobre sus pieles escribimos poesía, palabras, porque la palabra se vuelve tan urgente como necesaria, porque la palabra es arma de pensamiento, de conciencia, porque la palabra tiene que ser la bala que desarme el argumento del verdugo. No importa que él lo lea o no, lo importante es que lo leas tú.

Es como si hubiera un relato del Amor que hiciera de él, del Amor, el primer verdugo de sí mismo. Como si algo hecho para cambiar el orden de las cosas acabara convirtiéndose solo en el Orden, convirtiéndote a ti en una “cosa”. Como si fuera tan perfecto que nadie cupiera en ese modelo ideal, y sólo nos quedase fingir, imitar. Como si hubiera que mutilar para encajar en el molde de un dios que reparte títulos de propiedad, eso sí en los nichos del cementerio.

Decía Erich Fromm en su libro “el arte de amar” que “la conciencia de la separación humana –sin la reunión por el amor-es la fuente de la vergüenza, es al mismo tiempo la fuente de la culpa y de la angustia”, como si nos diera tanta vergüenza no sólo mostrarnos desnudos, sino vernos desnudos, que distorsionáramos el amor hasta tal punto de convertirlo en el sastre de nuestros miedos, de nuestras inseguridades. Y de esa manera el Amor puede llegar convertirse en la prisión que no te deja respirar, que no te deja mirar desde los ojos de nadie, desde los ojos de Ella. Y de esta manera el amor se convierte en el asesino de sí mismo, hasta acabar con frases como “la mató por amor”. Y la mató porque ni siquiera sabía que existía, porque no la veía, porque no la quería ni ver. Porque “en el nombre del Padre” se viola, se asesina, se maltrata. Y por eso es más necesario que nunca, tan necesario como siempre “mirar desde sus ojos” desde los ojos de la mujer maltratada, violada, asesinada. Pero también desde los ojos de cada mujer que por el mero hecho de ser se tiene que enfrentar a una realidad distorsionada por tantos techos de cristal convertidos en espejos de “la culpa es tuya”.

*El Palacete del Emarcadero acoge hasta el próximo 20 de noviembre una exposición, comisariada por la artista y poeta Nieves Alvárez, con mensajes contra la violencia de género y el maltrato a las mujeres.

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1 Comentario

  • Nieves Álvarez Martín (NALMAR)
    5 de noviembre de 2018

    Gracias Jose, muchas gracias a a ti, a tu estupendo artículo, al Faradio.Has recogido el espíritu de una muestra en la que tú también participas, junto a poetas (hombres y mujeres) a quienes agradezco por tanto y por todo. Gracias, querido amigo Jose, te deseo lo mejor. Versos y besos

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