El viaje en barco

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Corre, corre, que no llegamos, ¿Es que no me estás escuchando? ¡Vamos!…No entiendo por qué mamá está tan nerviosa, total solo llevamos un par de maletas y las mochilas del cole. Ha coincido con las vacaciones y la verdad es que estoy un poco nervioso. Es que en verano no hay quien aguante el calor del barrio. Hace tiempo que no veo a Nuria y Adrián, probablemente ellos ya habrán salido. Que suerte tienen, no siempre van al cole y cuando lo hacen no paran de contarme, que sin han hecho esto o aquello, o les han llevado un sitio o a otro. Ojalá papá hiciera lo mismo. La verdad es que papá tampoco es mucho de hablar y no para por casa. La casa está tan limpia como siempre, como una patena que le gusta decir a mamá. Seguro que ha sido ella quien ha retirado los escombros. Y es que mamá no soporta la suciedad, siempre me está diciendo, recoge esto, no dejes tirado aquello, si vuelvo a ver ese juguete sin recoger te quedas sin él, tu verás, es la última vez que te lo digo. Aunque yo sé que siempre es la penúltima y que mamá se enfada mucho porque tiene ese pronto que solo las madres saben tener y luego se la pasa, como solo a las madres se les sabe pasar. O por lo menos eso decía siempre papá. No encuentro la nota que del profesor, siempre me pasa lo mismo, por más que lo intento, nunca me acuerdo que hago con las dichosas notas. Otra vez has olvidado entregarme la nota del profesor, pero ¿en qué estás pensando si se puede saber? Mira que eres desastre, ya me ha dicho la madre de Marcos lo de la nota. ¿Acaso quieres que el resto de madres piense que soy una madre despreocupada? Tienes suerte de que yo no sea como tu abuela, a tu edad a mí ya me habrían dado jarabe y no el de la gripe. Y así seguía mamá despotricando durante un rato hablando de su madre, de sus padre, de que sus hermanas esto, y sus primos aquello, de que vivían todos juntos y que debería de estar agradecido por la suerte que tengo, de que mi generación no valora lo que tiene, de que lo comemos muy a lo bobo, y mil cosas más.

A mí siempre que oigo a mi madre decir esa frase se me salta la risa, es como que me vuelve a conectar a la conversación. ¿De qué te ríes? me dice, intentando aparentar que aún le continúa el enfado. No te rías no, sí que es cierto, que lo coméis muy a lo bobo, y al decirlo no puede evitar echarse a reír ella también, y al pararse a pensar en esa frase que dice de forma tan automática, su mirada cambia completamente, y se envuelve en una dulzura que solo la mirada de una madre puede tener y siento como me acaricia sin decir palabra. Es curioso como las madres son de las pocas personas en este mundo que pueden acariciarte con la mirada, sientes como su mano se desliza por tu mejilla, como te da incluso un beso y ni siquiera te ha tocado, sientes como te arropa sin tocarte, como te protege si rodearte con sus brazos. Los padres también lo hacen, pero les cuesta quizás un poco más. No digo que todas las madres lo hagan, pero no me negareis que es lo que todas las madres, lo que todos los padres, lo que todas las personas que te quieren y que se preocupan por ti, deberían hacer. A eso me refiero cuando hablo de padres o madres, por aclararlo más que nada.

Estés como estés nos vamos ya, me dice mamá aún más nerviosa. Y las no… pero ya no me oye, tira de mi con tanta fuerza que me lleva casi en volandas. La calle, las casas, los vecinos, el cole, Adrián, Nuria, los veo pasar como las líneas discontinuas de la autopista. No puedo ir más rápido y encima mamá embadurnándome de crema sin mirarme si quiera, es de locos; no quiero que te quemes, anda toma, échate tú y eso que llevamos adelantado. ¿Y papá dónde está? Papá vendrá cuando…pueda. Noto su voz cada vez más acelerada por la prisa, si no corro más me va a dislocar el hombro. Y date prisa que aquí no esperan, se irán sin nosotros. Voy todo lo rápido que puedo mamá, las alpargatas llenas de arena, el bote de crema en las manos, toda esa gente en la balsa y no veo a papá por ningún lado.

Llevábamos tres días a la deriva en la mar, sin agua y sin comida cuando esos hombres nos han subido a su barco. Pensaba que quizás Adrián, Nuria o papá, estarían allí, pero nada…Hemos tenido suerte, dice mamá, estos son de los buenos. No nos dejan entrar en ningún puerto oigo decir a uno que parece el capitán. No entiendo nada, y busco refugio en la mirada de mamá. Y gracias a dios lo encuentro, como solo las mamás, como sólo las personas que te quieren, saben hacerlo…

Nota: El Open Arms sigue buscando un puerto que le permita desembarcar a los 160 personas (in) refugiadas que lleva a bordo. ¿Hasta cuándo?

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