El termo del Machichaco
La Cantabria que se siente importante hablando del adelanto electoral y del Brexit (ojo, en ciertos sectores son cosas que tienen un efecto notable), la que ha sobrevivido a las sucesivas escabechinas de las organizaciones empresariales, la Cantabria que es, la que fue, los que hemos asumido que total paqué, los que están aprendiendo, palo a palo, con imprevistos nunca previstos, a hacer empresa, y los sospechosos habituales se reunieron anoche para certificar que todavía son posibles, de vez en cuando, los juernes que glosó en su día Álvaro Machín.
Tengo escrito que el Río de la Pila tiene sus ciclos y que aunque siempre estará de moda, viene y va. A lo tonto hace ya once años de la noche en que decidimos no tomar una copa más en La Finca y eso, inevitablemente, precipitó la caída de Lehman Brothers y el auge de la carrera teatral de Sergio Peris Mencheta.
Pero hay quien es optimista, como la nueva hornada de hosteleros del Río de la Pila que están ahí, dispuestos para la próxima resurrección.
O el concesionario de Vidal de la Peña, cuya reforma se inauguró en la noche de jueves. La veterana empresa asociada a Renault ha tenido la ‘gentileza’ de traspasarle a la que será la cuarta generación de la saga de vendedores de automóviles una responsabilidad notable, o un marrón, según se mire : mantener en pie un negocio para el que se acaba de invertir, pese al Brexit, pese a Trump, la friolera de 4 millones y medio de euros (la mayor inversión del año en Santander, recalcó la alcaldesa, en lo que pretendió ser un elogio y quedó convertido en un así estamos por aquí).
Más de 130 almas trabajan día a día en las instalaciones de Vidal de la Peña en Candina, que se levantaron en los años 70 en lo que acabó siendo el germen de un polígono que suena a motor, igual que otras rectas suenan a muebles y en Heras se concentran, a la vista de todos, otras especialidades, como si fueran negocios.
Son 8.000 metros cuadrados de exposición en varias plantas redistribuidas con los que se quiere reflejar transparencia, «solidez» y, según expresaba el anfitrión, un entorno más amable para la plantilla, a la que se dota de gimnasio, cafetería y un plan de igualdad.
Nueve meses de trámites y quince de obras después, el concesionario que también es imagen de la entrada de Santander –honor compartido con la llanura de plumeros,– abría sus nuevas instalaciones con la esperanza de que la gente «vuelva a comprar Renault» y con la «confianza» de que eléctrico o lo que sea, coches seguirá habiendo ..
Así lo expresaba el presidente del grupo, Lorenzo Vidal de la Peña, expresidente de CEOE Cantabria (a donde llegó al grito de «ya está bien») , presidente de organizaciones estatales del sector de la automoción y, desde mayo, diputado del PP en un destacable número 2 en el que aparcó después de ser prácticamente invitado a ello por el Gobierno autonómico cuando solicitó desde la patronal intervenir en el Parlamento, deparándole así una biografía político empresarial entrañablemente dieciochesca.
Entre pullas políticas más o menos nada sutiles (-Qué caras son tus tasas, alcaldesa; -Qué caros tus coches, Lorennnnnzo; -Espero que hoy no se vaya nadie mientras hablo) , Vidal de la Peña invocó la «confianza» que transmite esta inversión pese al clima de «incertidumbre» general que se detecta (estamos obviando usar muchas metáforas de automoción porque a estas alturas os respetamos demasiado ).
Pero más allá del respaldo empresarial , institucional o social que hizo de la inauguración (con presidente, alcaldesa, y presidente nacional de CEOE andaban por ahí, entre coches, furgonetas, deportivos y violinistas) una especie de nuevo Machichaco (el barco que estalló y volvió a estallar cuando acudieron todas las fuerzas vivas a ver el incendio y comprobar por sí mismos lo que sucede cuando hay fuego y metralla juntos) , había otro detalle que transmitía esa confianza.
Ya en el bus de vuelta a casa, extrañamente lleno de chavales que no sé si iban o venían, abrí la bolsa para ver el detalle con el que nos obsequiaron a los asistentes: era un termo. Todo era raro en el bus: el estar lleno un jueves noche, el tener entre manos un termo procedente de un concesionario? ¿Es para conservar la temperatura de la economía?
Un termo es confianza, es eso que llevas a un trabajo fijo cuando sabes la temperatura a la que quieres que estén las cosas, sea frío o calor, y haces lo que sea por mantenerla. Los precarios no llevan termo. Las kellys o los de Glovo no llevan termo.
Y algunos autónomos, más los de estar sentados que los de pelearse por aparcar, se atreven a llevar una botella de agua. Los más concienciados la llevan de cristal: ahí el mensaje es que no sabes si aguantará el planeta, pero, qué demonios, por ti no será y que si aguanta, pues quieres estar ahí. Eso también es confianza, reflexionas mientras esperas que vuelvan los tiempos de risas en los que, para la vida y la economía, siempre era juernes.