Convivencia

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Era su primera semana en el barrio y no conocía a nadie, siempre es difícil empezar de nuevo. Si no hubiera sido por ella, estaba segura de que nada habría sido igual. Fueron años duros, crueles, pero ellas nunca dejaron de ser amigas, ni de ayudarse. Sus hijos se criaron juntos y una tenía la llave de la casa de la otra. Casi siempre se tropezaban en la plaza del pueblo cuando una volvía de misa y la otra de la concentración y se iban a tomar un pote. Aún hoy lo hacen…

Al principio se quedó contrariado cuando le abrió la puerta y se ofreció a subirle la compra, “para variar, otra vez se había roto el ascensor, hay que joderse, ya es la cuarta vez este mes, como se nota que no son ellos los que tienen que subir andando los ocho pisos, y uno ya no está para muchos trotes. No hace falta que me lo subas hasta arriba chaval, le decía con el tono de voz cada vez más familiar”.

Nunca habían hablado demasiado, un hola y adiós en el portal, un parece que va a llover en la escalera y poco más. Muchas gracias hijo le dijo con una amplia sonrisa que parecía querer reconciliarse con una enemistad imaginaria basada quizás en que no le había entrado por el ojo por esa “pintas de poligonero”

Cuando su hijo se calló en el parque y la ambulancia tardaba en llegar, al subir al coche ni se fijó en la pegatina de la bandera. Camino del hospital intentaba tranquilizarle y mezclaba palabras en un idioma y en otro sin darse cuenta, pero todas ellas significaban, comprensión, apoyo, ayuda. “Los niños ya se sabe, sin ir más lejos mis gemelos los muy …. Hace no más de un año casi son atropellados por salir corriendo detrás de la pelota, si es que no se les puede perder de vista ni un minuto…»

Él no era capaz de escucharla demasiado, pero le tranquilizaba su tono de voz, la forma en que había enfrentado la situación. Antes de que se diera cuenta ya estaba con la puerta abierta del coche diciéndole que subiera que ella les llevaba. Las tres horas que tuvieron que esperar en urgencias no se separó de él y aún hoy es el día que cuando se encuentran recuerdan lo mal que lo pasaron y no importa con quien estén se paran un buen rato a hablar y él la vuelve a dar las gracias, otra vez, si no fuera por ti, mi hija, anda, anda, estoy segura de que tú habrías hecho lo mismo por mí, se puede decir que somos vecinos de parque, y entre risas se despiden, cada uno por su lado, pero ambos conscientes de que transitan el mismo camino…

Los tres meses que acudió al centro de día se hicieron tan amigos que todavía hoy va al cementerio y se sienta un rato para hacerle compañía. Que sensación mas extraña esa de conocer a alguien y sentir que le conoces de toda la vida.

Al principio no le cayó muy bien, con esas trazas y esa forma de desenvolverse. Además tenían la tele puesta justo al finalizar la manifestación. Malditos…la oyó decir, mientras le buscaba con la mirada para obtener su aprobación.

Vaya, este es de esos, pensó al ver que la respuesta no era la esperada. Justo iba a llamar a la responsable para que la cambiaran de cuarto cuando un ataque de tos casi la deja sin respiración. El reaccionó con tanta rapidez que todo se quedó en susto. Bueno, todavía le queda carrete para rato, eso sí mejor que deje de fumar que a nuestra edad eso…y los dos se echaron a reír, mientras compartían uno, total de algo hemos de morir. Aún ahora sentado delante de su lápida y con el cigarro en la boca, no puede evitar esbozar una sonrisa. Quien me iba a decir a mí que a estas alturas iba a encontrar el amor de mi vida, y que me iba a durar tan poco, y encime de……la muy jodida.

Solo se conocían de los comentarios que habían intercambiado en la red, y la verdad es que no se podían ni ver. Este tío que se habrá creído, pero si no tiene ni… idea, pensando así solo le hace el juego a…. incluso habían indagado un poco en el perfil del otro para ver de qué pie cojeaba, intentado buscar ese “no si ya decía yo…” que confirmara sus sospechas y le diera ese balón de oxígeno de moral y autoestima por el ego herido. Por eso cuando se pusieron cara en la sala de reuniones del claustro. Eres tú, joder si yo creo que es él, y se dieron cuenta de que eran los dos únicos profesores que habían denunciado el acoso que sufría una de sus alumnas simplemente por ser diferente, al estrecharse la mano, no sabían si serían amigos pero si se reconocieron en un espacio común que defendía sin lugar a dudas: El de la convivencia.

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