Australia arde: una pérdida ambiental irreparable

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por Paula Camarero, Ingeniera de Montes, Senior Environmental Scientist at AECOM. PhD candidate at the University of Sydney

Hace días que en España se habla a diario de los incendios forestales de Australia. Sin embargo, aquí en Australia, hace meses que empezaron.

Como ingeniera de montes tengo un interés particular en este tema y he seguido la crisis prácticamente desde el  principio. A fecha de hoy se han quemado ya 10 millones de hectáreas en todo el territorio australiano, que para  hacerse una idea es una superficie mayor que la comunidad autónoma de Castilla León.  La dramática cifra de muertos asciende a 28 y las llamas han destruido más de 2000 casas.

Estos escalofriantes datos no son una novedad ya que están saliendo en todos los medios. Sin embargo, como profesional del medio  ambiente quiero centrarme más en los efectos que los incendios están teniendo en el medio natural.

Los incendios comenzaron en septiembre al norte del estado de Nueva Gales del Sur y al sur del estado de  Queensland meses antes del verano austral. Bien es sabido que el fuego es un componente natural inherente de la  ecología de los bosques secos australianos, como son los bosques de eucaliptos. Este tipo de bosques contienen  material vegetal altamente inflamable y utilizan el fuego para competir con otras especies menos resistentes.

Sin  embargo, estos primeros incendios eran distintos ya que afectaron a bosques subtropicales húmedos, cuya vegetación no está preparada para soportar incendios y el fuego no es un factor en su ecología.

Algunas zonas afectadas por los incendios forman parte de lo que se denomina Bosques lluviosos del Gondwana de   Australia que cubren 370.000 hectáreas y son patrimonio de la humanidad de la UNESCO desde 1986. Su gran   importancia internacional para la ciencia y la conservación radica en que se trata de bosques relictos de la época en   que Australia formaba parte del antiguo continente Gondwana, es decir, de hace más de 60 millones de años.

Según la UNESCO, estos bosques tienen una biodiversidad excepcional y son el hábitat principal de especies animales y vegetales de importancia universal, incluyendo más de 270 especies en peligro de extinción. El Centro del  Patrimonio Mundial de la Unesco expresó el pasado noviembre su preocupación por los incendios que asolan  Australia y su posible impacto en estos bosques. Actualmente están trabajando junto a las autoridades australianas para entender el alcance de los fuegos sobre ellos.

Según un artículo de John Pickrell publicado en la revista Science, se cree que sólo en el parque nacional de Nightcap unas 60 especies de plantas y animales pueden haberse visto seriamente afectadas. En el parque nacional de Lamington, también cubierto de bosque de Gondwana, el lodge Bina Burra, catalogado como patrimonio histórico, se vio gravemente afectado por los fuegos del pasado noviembre. Nadie creía que estos bosques fuesen capaces de arder del modo que lo han hecho.

Durante los siguientes meses los incendios se fueron extendiendo hacia el sur de Nueva Gales del Sur llegando al  límite del área metropolitana de Sídney. A principios de diciembre ya habían ardido 3 millones de hectáreas. Se  comenzó a escuchar en los medios australianos que los incendios que se habían iniciado en las Blue Mountains (a unos 150km al oeste de Sídney) en noviembre podrían haber afectado a los pinos Wollemi.

El pino Wollemi o  ollemia (desconozco su nombre común español) o Wollemia nobilis, que sería su nombre científico, es una de esas extrañas y fascinantes especies de árboles que han llegado hasta nuestros días desde el  Jurásico, es decir, desde la época de los dinosaurios.

Aquí en Australia hay unas cuantas especies como el pino kauri  (Agathis robusta), el pino bunya (Araucaria bidwillii) o el pino Huon (Lagarostrobos franklinii). En España también  tenemos algunos ejemplos de plantas del  jurásico tanto autóctonas como frecuentes en jardinería como el tejo Taxus baccata) la cyca (Cycas revoluta) o el gingo (Ginkgo biloba).

Bueno, pues el pino wollemi, al que generalmente se le conoce como fósil viviente, se creía  extinto desde hace 60  millones de años, hasta que en 1994, unos senderistas, encontraron unos ejemplares en las Blue Mountains. La  localización exacta de éstos ejemplares, que actualmente ascienden a unos 80 individuos maduros, nunca se dio a  conocer al público, con la finalidad de preservarlos ya que  se encuentran en peligro crítico de extinción según la lista roja de la IUCN. A día de hoy no se conoce con exactitud el impacto de los fuegos sobre esta población de pino wollemi. NSW National Parks and Wildlife Services adoptaron medidas para protegerlos (básicamente echándoles cantidades ingentes de agua) y se cree que el núcleo principal de ellos se ha preservado, sin embargo, algunos ejemplares se pueden haber perdido.

Según la página web de la NSW Rural Fire Services, varios fuegos siguen aún activos en Wollemi National Park   (donde se encuentran los Wollemi pines): el que han denominado “Gospers Mountain” que ya ha quemado más de  500 000 hectáreas aunque a día de hoy está bajo control y el fuego “Kerry Ridge” que ha quemado más de 150 000  hectáreas y está siendo controlado (recordemos que la superficie de Cantabria es de aproximadamente 500 000 ha).

Sin embargo, la situación de estos fuegos podría cambiar en cualquier momento. Hasta que no acabe la temporada  de incendios no se podrá saber con certeza el alcance de los daños. A finales de diciembre, y ahora sí ya entrados en  plena temporada de incendios, los fuegos se extendieron al sur de Nueva Gales del Sur y este del estado de Victoria.

Los fuegos adquirían dimensiones brutales, llegando a juntarse varios incendios en uno sólo. Estos incendios crean  su propio clima local, generan nubes denominadas piro cumulonimbos secos que producen rayos e inician así nuevos incendios. Los incendios se han ido extendiendo progresivamente a la mayoría de los estados de Australia.

El  profesor Chris Dickman de la Universidad de Sídney y ex presidente de la Australian Mammal Society y de la  Royal Zoological Society of NSW, estimaba la semana pasada que más de 800 millones de animales (contando únicamente mamíferos, aves y reptiles) pueden haber muerto en los incendios sólo en Nueva Gales del Sur. La World Wide Fund for Nature (WWF) asciende esta cifra a 1250 millones considerando todo el territorio australiano. Estas cifras no incluyen ranas, insectos ni otros invertebrados.

Todos tenemos en mente horribles imágenes de koalas (uno de los iconos de Australia) quemados por las llamas. La ministra de medio ambiente Sussan Ley ya comunicaba en diciembre que el 30% del total de koalas de Australia podría haber muerto en los incendios del norte de Nueva Gales del Sur y el sur de Queensland.

Y eso sin contar los recientemente calcinados en Kangaroo Island. Aproximadamente la mitad de esta joya natural de Australia ha ardido en los últimos días. El Sydney Morning Herald reportaba ayer que se cree que al menos la mitad  de la población de koalas de Kangaroo Island, es decir unos 25 000 individuos, pueden haber muerto en estos  incendios.

Gracias al aislamiento de la isla, esta comunidad de koalas es la única que no padece clamidia, enfermedad que está  mermando las comunidades de koalas en toda Australia. Diversas fuentes consideraban ya en noviembre al koala   funcionalmente extinto, es decir, consideraban que la especie no tenía opciones de mantener una futura población  viable en estado salvaje.

Se cree que varias especies de animales en peligro pueden haberse extinto tras los incendios. Los animales que han logrado huir o sobrevivir bajo tierra (como ha pasado con algunos wombats) ahora están en peligro de morir de  hambre ya que al haberse quemado el bosque no tienen acceso a alimentos.

El organismo de Parques Nacionales de Australia ha comenzado una campaña para llevar comida a las zonas quemadas y alimentar a la fauna que ha sobrevivido. Toneladas de alimento han sido lanzadas desde helicópteros en  zonas en las que se sabe de la existencia de especies en peligro, como brush-tailed rock wallabi. El ministro de Medio Ambiente de Nueva Gales del Sur, Matthew Ken, ha declarado recientemente que estas labores continuarán hasta que los bosques se regeneren y puedan proveer suficiente alimento y agua.

Que los primeros incendios empezasen meses antes del verano era ya un síntoma de que esta temporada de   incendios iba a ser distinta. La larga sequía que está atravesando el país y las altísimas temperaturas nunca antes  registradas, debido probablemente como muchos indican al cambio climático, han sido y siguen siendo las  principales causas de los incendios. A diferencia de España, aquí la mayoría de incendios han sido provocados por rayos y sólo un  porcentaje pequeño ha podido ser intencionado.

Hacía meses que los científicos y miembros de los servicios de extinción avisaban que esta temporada de incendios iba a ser excepcionalmente dura. El cambio climático prevé una intensificación de las sequias y de las temperaturas que hará que los incendios sean más frecuentes y severos.

Australia va a ser unos de los países más afectados por estos cambios y tiene que invertir más en investigación, prevención y extinción y en una economía más alejada de los combustibles fósiles. Otros  países como España tendrán que mirar de cerca a lo que aquí está ocurriendo. Y mientras tanto, aquí seguiremos mirando al cielo esperando la lluvia.

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