Cuando Eulalio Ferrer bajó del barco en México: “¿Y ahora que vamos a hacer?” “Vivir, madre”

En el día en que su padre hubiera cumplido cien años, EL FARADIO entrevista a Ana Ferrer, la hija de Eulalio Ferrer, en Santander ante los actos del centenario que comienzan este viernes
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Quedamos con Ana Ferrer, la hija de Eulalio Ferrer, muy cerca de la calle cuyo nombre lleva su padre en sustitución de la calle Falange. Y lo hacemos en un santanderino lluvioso día muy emocionante para ella, en la antesala de la celebración en Santander de su centenario y precisamente el día en que hubiera sido su cumpleaños.

Para Ana, ahora al frente de la Fundación Cervantina que custodia el quijotesco legado de Ferrer, todo lo que rodea a su padre (su vida anterior, el exilio, la nostalgia por España) eran historias que “vas oyendo en casa” y de las que “no tomas conciencia hasta que te haces más mayor”.

Los primeros indicios de que su padre era algo más que su padre los percibían de forma muy directa en la casa familiar, “inundada” de Quijotes, la “obsesión” que coleccionaba Eulalio Ferrer desde que el libro de Cervantes le salvó de enloquecer cuando comenzó a leerlo en el campo de concentración francés en el que recaló tras huir de España.

“Llegó un momento en que los quijotes eran más que nosotras”, rememora en conversación con EL FARADIO, rodeada de amigos, familiares o el biógrafo de Ferrer, todos visiblemente emocionados por la mezcla de la celebración familiar y del recuerdo público. Todos esos quijotes están hoy en el museo que creó en la localidad de Guanajuato, en México.

Era una casa en la que se guardaba una botella de champán para cuando se acabara la dictadura de Franco, y en la que el abuelo de Ana (que también pasó por un campo de concentración) murió “de tristeza” al saber que la ONU acabaría reconociendo el régimen.

Con todo, y pese a ese sufrimiento, “no nos inculcó el rencor a los franquistas ni un sentimiento de división”: “tenía una capacidad impresionante de perdón, no fue una persona rencorosa”.

Porque él era “sabedor de que la naturaleza es capaz de cualquier atrocidad”, pero también de encontrar “humanidad” en todas partes.

«NO SE AMILANABA»

Ana Ferrer, el biógrafo de su padre, junto a familiares y el presidente de la asociación que lleva su nombre en la calle Eulalio Ferrer, en Santander

“Cuando bajó del barco, mi abuela le preguntó: ‘¿Y ahora qué vamos a hacer?’, a lo qué el respondió: ‘Vivir, madre”, nos cuenta Ana, compartiendo un recuerdo familiar.

Fue “como si le hubieran dado un banderazo de salida” que le llevó a desarrollar “no una, sino muchas cosas interesantes de la vida”, que tocaron desde el mundo de la empresa a la cultura.

Sobre todo, a conectar, la que pareció ser una de las grandes funciones de un hombre volcado a la comunicación en sentido amplio: fue capaz de acercar los mundos de la empresa y la cultura, pero también de hacer empresa desde la izquierda que “reconocía haber crecido en la pobreza” y en la necesidad de “ser solidarios y ayudar”.

Pero también están otras facetas de Eulalio Ferrer, reunidos en una nueva biografía a cargo de Jorge Vargas, quien destaca a EL FARADIO otras caras del publicista, desconocidas incluso en México, como su apoyo a la cultura popular de allá (rescatando su obra, estudiándoles, creando programas de televisión que les daban voz) y a intelectuales como Adolfo Castañón, Luis Spota, o su amistad con figuras como Octavio Paz o Mario Moreno ‘Cantinflas’.

El secreto, tal vez, fue que era una persona que “no se amilanaba” ni le intimidaba “el tratar con empresarios muy poderosos”, a los que llegó a seducir por su nivel intelectual y cultural.

«ERA CAPAZ DE SOLDAR COSAS COMPLETAMENTE ROTAS»

Para Ana Ferrer, Santander son recuerdos de viajes desde niña y una relación muy fluida con una ciudad siempre en la mente de su padre, que mantuvo los lazos con su familia pese a que se marchó de aquí siendo adolescente.

Reunidos en torno a un café, lo corrobora uno de sus primos, Adolfo, que evoca “el afecto con el que te escuchaba a ti a los demás”. “Era capaz de soldar cosas completamente rotas, porque escuchaba y daba ideas”, que apuntaba donde fuera, en una libreta, en un billete de tren, en una servilleta cogida al vuelo en un bar.

Esa capacidad de escucha le hizo desarrollar “una red de amigos extraordinaria”, porque además “solucionaba cantidad de pequeños problemillas”.

Todos destacan su humanismo, su sentido ético, transmitido de una forma “sencilla”, como recalcan en la asociación de mayores que lleva su nombre, y a cuyo presidente le dio un único aviso: “el rencor es una enfermedad”.

**La entrevista completa con Ana Ferrer se emitirá este viernes en EL FARADIO DE LA MAÑANA en ARCO FM, de 8 a 10 de la mañana, en el 103.2 FM y online desde la propia Web de EL FARADIO.

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