¿Cómo nos despediremos?

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por el Grupo de Apoyo al duelo del COPCA en la crisis del Covid-19.  Noelia Palacio Incera

 Las últimas cifras hablan de 9053 muertos en España.  N fallecidos en la crisis del Covid-19 . La N es esa variable estadística tan neutra que nos recuenta, nos habla de la cantidad de X personas.

La famosa N determina que en una Comunidad Autónoma haya un servicio de apoyo a algo o no, que se dé una subvención o no, que se tomen medidas o no.

Qué necesaria para la realidad y qué alejada de ella también. Detrás de N muertos hay  9053 historias de vida. Son muchas personas las que se han muerto y se están muriendo, y no solo son un número más en el recuento, ni tampoco son las etiquetas con las que a veces se les describe: “la paciente de la 406”, “el que tiene la neumonía” o “la que no tiene familia”.

Pero, ahora no tienen nombre (a pesar de los grandes intentos de humanización de una Sanidad comprometida y concienciada). Son un número más en esta crisis en la que vamos a tientas, acompañados con un farolillo de luz, buscando alguna salida en la oscuridad. No hay nada tangible que nos ayude a tomar conciencia de que se corre peligro, sólo la N de enfermos, sólo la N de muertos.

Y miramos al aire en busca de un ser microscópico e invisible, y no vemos nada. Entonces, la extrañeza y la disociación: me creo que existe porque suceden cosas pero no lo siento, no lo palpo, no lo vivo en mí.

Así, es difícil de imaginar cómo se puede sentir alguien que llega al hospital, una N más de esta crisis, que va a la UCI o que se queda en una sala porque ya no hay nada que hacer por él o ella. Y de pronto, saber que te mueres y que te mueres solo en una habitación, en un pasillo o en un pabellón.  Y esto sí es una certeza, para algunos, con plena conciencia; para otros, con más síntomas, sólo viviendo una intuición en momentos de lucidez.

Compañeros, profesionales de los paliativos y otras áreas de la salud mental * que están en primera línea en grandes y pequeños hospitales, intentan ayudar a que la N se convierta en un nombre y facilitar el proceso de morir. Una difícil tarea cuando ni siquiera puede haber un contacto, una mano que sostiene o el susurro a un oído. ¿Cómo se acompaña a alguien que se muere en esta crisis? ¿Cómo le podemos ayudar a decir adiós a sus seres queridos, a resolver asuntos pendientes, a hacer un cierre sereno sin la angustia desesperanzadora?

Y luego están los que se quedan, los supervivientes a sus muertos. ¿Cómo se despide alguien sin poder estar con la persona a la que quiere? ¿Cómo se entra al proceso de duelo? No solo son los muertos directos de esta crisis, también son todas las personas que fallecen por otras circunstancias y que por un efecto colateral tampoco podrán recibir la despedida que hubiesen deseado.

Todo se paraliza. Se deja “para cuando esto pase”. Pero mientras estamos parados las cosas suceden y es importante ponerse a ello, para que los duelos no se complejicen, para que trabajemos sobre nosotros mismos.

Así es la muerte ahora. Así es decir adiós ahora. Y así son nuestros duelos ahora. Porque todos, de una manera u otra, también estamos en duelo por todo lo que en teoría esta crisis nos ha hecho perder o nos va a obligar a perder.

Los que trabajamos en esta área sabemos que el duelo es una oportunidad para revisar las creencias y es un impulso para potenciar la empatía, ese poder ponerse en el lugar del otro.

El sufrimiento que sentimos, y ahora a nivel global, puede ayudarnos a aprender a mejorar nuestra capacidad de entender al otro y no hay mejor antídoto para perder la perspectiva egocéntrica de uno mismo en esta sociedad que nos obliga a ir hacia el individualismo.

Si a algo nos puede ayudar este duelo generalizado es a hacernos preguntas sobre qué sentido tenemos para la vida o qué queremos hacer nosotros en ella.  Aprender a responsabilizarnos de nuestros actos porque lo que hacemos, tiene consecuencias en los demás.

Y, como sociedad, quizá este sentido compartido y estas redes  emocionales y sociales que se están generando nos esté haciendo aprender mucho sobre los cuidados. Están haciendo que la N no sea sólo un número, sino el recuerdo de personas, de nombres y de historias, a las que les ha tocado sufrir o morir en un momento de crisis.  En eso todos nos parecemos, todos somos iguales ante la muerte. Y el duelo, como describe la especialista Alba Payás, “es un tiempo que nos regala la vida para aprender a amar”.

 

 

*Servicio cántabro de atención al duelo en la crisis COVID19.  COPCA (Colegio Oficial del Psicólogos de Cantabria)

Coronavirus.atencion.psicologica.copca@cop.es

942 941 469 (de 9 a 21h)

 

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