JLGM, poeta

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“Nunca hablar de uno mismo”, aconseja Gracián. Pero, ¿cuándo se habla más de uno mismo que cuando se habla de otro(s)? 31 personas dedicadas a los libros -a escribirlos, editarlos, criticarlos- se han puesto a hablar de otro, que es escritor, editor, crítico, diarista, antólogo…, respondiendo a la invitación de uno de ellos, que además edita y prologa lo que dicen en “Alrededores de José Luis García Martín”, publicado por Cuadernos de Humo (N.Y., 2020).

El nombre de quien hablan ya está dicho. De los que hablan de él no los diré, pues me haría innecesariamente más extenso el comentario, aunque por eso mismo me lo salvaría, pero mejor que se entere el lector de quiénes son, cuando lea el libro, aunque no les resultará difícil acertar, antes de leerlo, a quienes estén al tanto del entorno literario del homenajeado, que de un homenaje de trata, con motivo del cumplimiento de sus 70 años. Sí diré que, entre los 31, hay 5 mujeres: ¿no encontró el promotor más mujeres en los dominios poéticos de JLGM?, ¿las encontró y rehusaron la invitación? Y, ya puestos, ¿algún escritor declinó aportar su firma? Curiosidad, nada más. Morbosa, ya.

Como sea, son los que están, 31. Todos sus testimonios están transidos por el afecto declarado, que sienten por el objeto de su atención, que es también un sujeto, por más señas, un sujeto, poético, no solo porque ha escrito, y escribe, poemas, muchos, sino también porque lleva camino de ser él mismo poema, como para sí quería Jaime Gil de Biedma.

Coinciden varios en señalar su capacidad de magisterio y guía por los laberintos de la literatura, en general, y los de la poesía, en particular, al tiempo que celebran su generosidad, cuando no su delicadeza, con mención repetida, de una u otra forma, a su implacable sinceridad, fundamentada en un impecable conocimiento de la poesía de todos los tiempos y muchos lugares. No falta quien dice encontrar consuelo en la poesía de JLGM, y quien siente reforzada su fe. Tampoco quienes, a mi percepción de lector, han participado con alguna desgana, cubriendo el expediente.

En otro orden de cosas, también se repite su condición de tímido -para nada timorato- y solitario -en absoluto, aislado-, así como su apego a la rutina, tal que pudiera saberse la hora que es solo con verle pasar por un lugar de la ciudad, como se dice de Kant en la ciudad de Könisberg. JLGM ha difundido su gusto por la rutina, pero también sus muchos viajes, que indefectiblemente rompen la rutina, para volver a ella encontrándola otra. Es parte de lo paradójico, no tanto lo contradictorio, que es inherente a la persona, la personalidad, y que forma parte de los “juegos” léxicos, gramaticales y conceptuales, con los que el homenajeado anima su obra, dotándola de un deje irónico, que a veces tiene algo de burlón, a lo que también alguno se refiere.

Mención aparte merece quien, aprovechando que JLGM pasaba por allí, ha hecho gala de una erudición profesoral, con una prolija exégesis de un poema de JLGM, nombrando a tantos poetas auxiliares para el caso, que queda desvaído el de quien justifica el libro. O quien no pierde la ocasión de esbozar un homenaje a sí mismo.

Entre los coautores de “Alrededores…”, más de uno incide en el abundante quehacer crítico de JLGM, con su aureola de dureza, cuando no de crueldad, si bien se admite que sus juicios siempre están bien fundados, conforme a criterios de una solvencia intelectual, avalada por un conocimiento estricto de lo que critica, sin reparos para el elogio, cuando lo considera justo y necesario. Y parece como si lamentaran que el conocimiento que de JLGM se tiene como crítico feroz pudiera ensombrecer el reconocimiento de su tonificante existencialmente obra poética.

En el retrato que, por partes, se dibuja en el libro, hay más de una referencia al niño, que no ha dejado de ser JLGM, y a cuya mirada ve con frecuencia el mundo y a él en el mundo, aspecto que seguramente tiene que ver con la timidez, que se le atribuye.

Pero, quizá, es también esa mirada, recobrada su inocencia, la que ahora ve algo, de lo que no se encuentra referencia alguna en el libro, y que JLGM prodiga en las redes sociales, concretamente en fb.: el asombro ante las maravillas de esos espacios de soledad y silencio, compendio de belleza natural, que le salen al paso en jardines, bosques, ríos y montañas, y que ya no son meros lugares de paso, sino complemento necesario al refinado esplendor de plazas, calles, jardines y monumentos de las ciudades que visita, con toda su carga de historia a cuestas. En lo natural encuentra JLGM otra fuente de inspiración poética, que se suele concretar en haikus.

El caso es que el impulsor, prologuista y editor de “Alrededores…” solicitó de uno a tres poemas del homenajeado a cada uno de los que accedieron a participar en el homenaje. A este lector, son estos poemas lo único que le interesa del libro, porque el único JLGM que le interesa es el poeta. No sé si decir esto es hablar de mí mismo, desobedeciendo a Gracián. Seguramente, sí.

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