¡Árbol va!

Mientras las grandes organizaciones mundiales destacan la importancia que los árboles tienen para las ciudades, Santander despide el año talando decenas de grandes ejemplares en una finca de Los Castros donde se construirá una urbanización privada.
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Si los árboles son los pulmones de la ciudad y en Santander, periódicamente, se producen talas de grandes ejemplares, podríamos decir que la capital cántabra respira cada vez peor.

La OMS calcula que las ciudades necesitan un árbol por cada tres habitantes para respirar un mejor aire.

Un ejemplar de gran tamaño puede absorber hasta 150 kilos de CO2 al año, contribuyendo a mitigar el cambio climático, pero además, según ONU-Hábitat, el programa de las Naciones Unidas para los asentamientos humanos, los árboles aumentan la biodiversidad urbana, al proporcionar plantas y hábitats favorables para los animales; funcionan como filtros para los contaminantes urbanos, como el polvo, suciedad y humo; contribuyen al bienestar de la población urbana, pues vivir cerca de áreas verdes puede mejorar la salud física y mental y también previenen inundaciones y reducen el riesgo de desastres naturales, ya que los árboles maduros pueden regular el flujo del agua, entre otros beneficios.

ADIOS A LOS ÁRBOLES DE ‘LOS ÁLAMOS’

‘Los Álamos’ es el nombre de una finca de 6.500 metros cuadrados situada entre la Avenida de los Castros y la calle Manuel Prieto Lavín.

Tras el muro perimetral se escondía un fabuloso chalet de 250 metros cuadrados construido a mediados del siglo pasado en el centro de un jardín lleno de grandes árboles.

Hace ya dos años que la casa fue derribada, después de que la familia propietaria vendiese la finca al grupo Robera que presentó un proyecto para construir en el solar un complejo urbanístico con dos bloques y 35 viviendas.

Una inversión superior a los cuatro millones de euros recibida en el Ayuntamiento como «una importante colaboración para la recuperación económica y la creación de empleo en un momento de crisis como el actual», en palabras del concejal de Fomento y Vivienda, César Díaz.

Mientras desde el ayuntamiento todo son alabanzas para el proyecto, los vecinos han visto impotentes desde sus ventanas, como, uno a uno, han ido cayendo los grandes árboles que habían crecido en la finca. «No nos lo podíamos creer. Vino una patrulla con bastantes operarios y las motosierras no callaron en toda la mañana. Primero uno, luego otro y así durante horas.  Vimos como los grandes árboles que llevaban aquí toda la vida, varias decenas, fueron cayendo lentamente hasta que la finca quedó completamente limpia de vegetación. Es indignante. Se siente una impotencia enorme. Lo que era un auténtico vergel es ahora un solar totalmente muerto», comenta para EL FARADIO Belén, una de las vecinas que ya hace dos años, cuando tiraron el chalet, se puso en contacto con asociaciones ecologistas para intentar paralizar la tala. Pero nada. De nada sirvió, porque los árboles ya son historia.

La tala comenzó, curiosamente, el mismo día que Unidas por Santander denunció que la promoción urbanística en cuestión no respetaba la protección del arbolado.

“El Ayuntamiento de Santander, a cada paso que da en actuaciones directas o con concesión de licencias, demuestra que no tiene ningún tipo de interés en proteger el arbolado local de nuestra ciudad y que el único árbol que le interesa es aquel construido por leds en el cual se pueda ver representada la bandera de España o cualquier otro símbolo de su gusto”, lamentaba su concejal, Miguel Saro.

Unidas por Santander (UxS) denunciaba entonces que los partidos que forman el equipo de Gobierno, Partido Popular y Ciudadanos, estaban incumpliendo el mandato del pleno de modificar la ordenanza de protección del arbolado urbano para mejorar la conservación de las zonas verdes en Santander.

La moción conllevaba presentar una memoria escrita en cada proyecto que describiera el arbolado, tanto existente como proyectado, para conocer la afección del proyecto a las zonas verdes de cada zona, e incluir en la planificación de cada obra aspectos como la movilidad, la edificabilidad, infraestructuras y servicios, diversidad de usos, la calidad ambiental o la adecuada gestión de los recursos.Foto: Belén de Benito

En dicha memoria también debería incluirse un documento técnico de protección del arbolado existente, “que son un valor en sí mismo y no un mero adorno de cualquier actuación urbanizadora”, y establecía como requisito especificar los ejemplares a proteger, trasplantar o eliminar, con su correspondiente señalización y, en su caso, condiciones de trasplante o de restitución del arbolado afectado.

Por su parte, la promotora ha salido al paso alegando que  la mayoría de los árboles eran eucaliptos y ejemplares en mal estado y que su intención es sustituirlos por árboles autóctonos. Citan entre las especies ahora taladas, azahar de la china, laurel, eucalipto, ciprés, chopo, sauce, pino y palmeras. Matizan que muchas son especies foráneas o de entornos cálidos o de poco valor ecológico.

TALAS PERIÓDICAS EN SANTANDER

Hace tres años, también fue noticia la tala de grandes ejemplares de palmeras, tamarindos y otras especies en una finca privada de Reina Victoria.

Cuando se denunció, ya no había remedio, pues los árboles yacían en horizontal dejando a la vista grandes cicatrices en forma de troncos cortados que emergían del suelo. Entonces, la asociación ecologista Arca, haciéndose eco de denuncias vecinales, llamó la atención de la tala, a través de un escrito al Consistorio y una nota a los medios. El Ayuntamiento respondió que solo había dado permiso para unas sencillas labores de desbroce a sus propietarios, una inmobiliaria con intereses y propiedades en la zona de San Martín. Una sanción económica zanjó el asunto.

Poco después eran los propios vecinos los que denunciaban la tala de árboles centenarios en la Avenida Menéndez Pelayo. Alertaban entonces de una “campaña de sustitución progresiva del arbolado centenario, talando a goteo, campaña tras campaña el número de árboles suficiente para que la ciudadanía no entre en cólera”.

Ahora son los vecinos del Sardinero, los que, después de seguir de cerca la remodelación de la Plaza de Italia y documentar con fotografías las amputaciones de los tamarindos centenarios, después de denunciar las talas de los también centenarios árboles de San Roque y de asistir a la desaparición de los grandes ejemplares frente al hotel Hoyuela, asisten, impotentes,  en este fin de año, a la tala de todos los árboles de la finca ‘Los Álamos’.

Así que, mientras estudios internacionales afirman que vivir cerca de espacios verdes urbanos pueden mejorar la salud física y mental, en Santander, se sigue el camino contrario. Se empobrece el entorno verde y se ponen en valor inversiones privadas superiores a los 4 millones de euros para levantar dos bloques de viviendas de lujo. De los árboles, no se habla.

 

 

 

 

 

 

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