«Si las autoridades encuentran a las embarcaciones de migrantes, les devuelven a Libia y allí les encarcelan»

Entrevista con Laura González, enfermera, que fue socorrista de Cruz Roja en Laredo y que ha estado a bordo del Astral, el barco de rescate en el Mediterráneo de la ong OPEN ARMS
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Durante la primera quincena de febrero, Laura González estuvo a bordo del Astral, el barco que fue cedido a la ONG Proactiva Open Arms y que realiza recates en el Mar Mediterráneo cuando avista una embarcación con migrantes que trata de cruzar el mar para llegar al Viejo Continente.

Ella subió a bordo en calidad de socorristas, pues estuvo durante siete años ejerciendo esta profesión con Cruz Roja en su Laredo natal. Una vez que están navegando, González cuenta que todos los integrantes del barco realizan, más o menos, las mismas funciones. Se centran en «atender avisos que lleguen o estar en cubierta con prismáticos para avistar posibles embarcaciones», como cuenta en una entrevista concedida a EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM.

Una primera dificultad que tienen es tener que estar en aguas internacionales para evitar problemas con los Estados. Pero la principal es que Frontex, la Agencia Europea que se encarga de vigilar las fronteras de la UE, «avisa primero a las guardacostas libios que a nosotros». La consecuencia es que «si les encuentran las autoridades, les devuelven a Libia y allí les encarcelan».

González cuenta que las personas que se encuentran son «subsaharianos normalmente». Y suelen viajar en dos tipos de embarcaciones: las zodiacs neumáticas, donde suelen ir entre 50 y 100 personas, aproximadamente, o las llamadas ‘death boats’, pateras de madera a las que «se les hace un doble fondo y meten gente, que tiene dificultades para respirar y que no puede salir de ahí si la embarcación se hunde».

La pandemia complica las cosas. Cuenta que el Open Arms, el barco principal de esta organización, sufrió una avería y zarpó algunos días después del Astral, y no podían subir en este velero a personas que podían rescatar, porque es de un tamaño menor y las medidas de seguridad impide sobrepasar un cierto número de gente a bordo.

Es un cúmulo de situaciones desesperadas lo que ven. «En mi experiencia, hemos encontrado gente que estaba bien, algunos mareados y vomitando, muchas mujeres embarazadas, con problemas si pasan muchos días, porque se les acaba la comida y el agua». La realidad del Mediterráneo desde hace ya mucho tiempo.

También ha estado trabajando con migrantes en Canarias. Y en esto se muestra tajante: «en nuestro entorno, una de las cosas peores es lo que sucede en la ruta canaria y en el Mediterráneo central». Cree que debería haber una mayor ayuda, porque «no se están cumpliendo los derechos humanos», asevera.

Además, las personas como González, que hacen un trabajo importante y sobre el terreno, tienen que enfrentarse a muchos mensajes de odio relativos a los migrantes y, a veces, hasta contra ellos mismos, incluso «hay insultos y agresiones a gente de Cruz Roja Canarias».

A ella le parece que haría falta una mayor información de lo que está sucediendo en realidad, tener en cuenta que «nadie se sube en una patera si tiene una opción mejor» y también «comprender a quien ayuda» a estas personas que buscan una vida mejor en otro lugar diferente del suyo.

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