Taylor Swift y el paraíso musulmán

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El islam tiene los días contados. Aunque a escala humana sería mejor decir tiene las décadas contadas. El reto más radical al que se enfrenta es simplemente Taylor Swift. Y ¿quién es Taylor Swift? Es de tez firme y blanca como las divinidades griegas encarnadas en mármol, de pelo dorado como el oro y suave como la seda, de ojos claros y perfectamente risueños. Ella es el peligro del islam. Y aunque Taylor Swift no tiene ni idea del desafío que supone, sí lo saben los países que comen y beben en dirección a la Meca. Lo saben todos estos hombres que dejaron de consumir maquinillas de afeitar y arrastran sus telas por la arena del petróleo. Pero han sido inteligentes, han apostado por la estrategia perfecta: si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él. Pero esta máxima se conoce desde los tiempos en los que el islam era un feto amórfico. Por eso las huríes, las vírgenes que esperan en el paraíso, no tienen la piel quemada por el sol, ni los ojos oscuros para protegerse del desierto. Por supuesto, las huríes se parecen más a Taylor Swift que a Samira Saïd. El paraíso es esencialmente el mundo claro y virgen que tan ajeno resultaba en las tierras del islam.

Hoy, las chicas musulmanas que pretendan ser pretendidas son modernas. Lucen velos de colores y ligeramente desnudan su cabello al mundo. Las ultramodernas, planchas sus melenas cuando son rizosas y se enrubian cuando son oscuras. También lo cortan a juego con su atrevimiento. En la ropa es todo más complejo: pantalón ajustado, jersey largo; pantalón ancho, camiseta ajustada; si es verano, las camisetas de manga corta no pegan con el velo, si es invierno, se corre el riesgo de parecer un muñeco de nieve. Retoque por aquí, retoque por ahí. He visto chicas subir al tren con velo y mientras zarpaban hacia un mundo lejos de vigilancias matriarcales, el velo desaparecía hecho un gurruño en lo más hondo de sus bolsos. Es el gran juego de la mentira: soy musulmana y quiero, deseo… parecer infiel.

Taylor Swift como toda diosa está en todas partes. Sus caminos son escrutables en Instagram, el rey de la apariencia. El mundo de la ensoñación que ha abierto cancha a otras pretensiones que ya no son nupciales. Las chicas musulmanas ya saben que el islam está pasado de moda, pero… qué difícil ser virgen cuando tengo 3,5 kb de seguidores. Demasiados likes, demasiados follow me… pero ¡un momento! ¿Quién es este? ¿Y qué hace en mi Instagram? ¿Qué hace en la tele? ¿Está twitteando? Sí, y más aún, ¡tiene un canal en YouTube!. Creo que hasta una serie en Netflix… Los imanes, gurús de la vida, jueces de la moral, han adquirido el poder de Taylor Swift. ¡Si es que todo iba demasiado bien para las chicas musulmanas! Los imanes tienen un programa de televisión con unos efectos especiales que ni el Señor de los Anillos: el programa en prime time se abre con una voz endiosada recitando el Corán, con luces y palomas voladoras. Por supuesto atiende a todo aquél que quiera hacer su pregunta de fe: ¿Imán, cuánto tiempo debo pasar en el baño? ¿Imán, soy una mujer creyente pero me he enamorado de un infiel, dígame qué debo hacer? ¿Imán, debo compartir casa con personas no musulmanas? ¿Imán, a qué huelen las nubes…? Perdón, esta última no me consta que haya sido preguntada…pero nunca se sabe. Lo que sí se sabe son las respuestas, todas directamente del gran horno de la Meca, todas directamente de la Tierra del gran Profeta, ninguna indudable, ninguna faltada de verdad (aunque a veces si de originalidad).

Pero la verdad y nada más que mi verdad es que la gran mayoría de la Umma está faltada de madurez. Somos como niños en pañales asustados ante el mundo grande que se abre ante nosotros. Hemos heredado la conversión a espada y caballo y una mala leche que impide hacernos autocrítica. Hemos demonizado todo lo que no viene de la santa Meca, pero aquí estamos en España, en Francia, en Alemania, mirando de reojo nuestro país de origen, pensando volveré, no volveré…pero ¡qué demonios!, aquí está Taylor Swift y ahí…quién sabe.

 

IMAGEN: El profeta Muhammad llega en su cabalgadura guiado por el arcángel Gabriel al paraíso donde encuentra a las huríes. Folio 24 del Mira’j-nameh, s. XV.

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