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«Es duro que tu pareja te falte al respeto, pero es mucho peor cuando tus hijos reproducen el patrón de su padre»

María es una mujer que ha sufrido el maltrato psicológico. Cuando acudió a su centro de salud en busca de ayuda, la solución pasó por extender recetas y repetirle que ni era la primera ni iba a ser la última mujer que se separase. En la asociación Consuelo Berges encontró por fin la ayuda que necesitaba.
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Sentada en la asociación Consuelo Berges, María cuenta su historia de violencia psicológica con una voz tranquila, explicando cómo pasó mucho tiempo antes de que ella misma fuera consciente de lo que estaba sucediendo. En realidad María no se llama así, pero el nombre es lo de menos.

Hoy está separada, tiene custodia compartida y ve cómo sus hijos reproducen el patrón de comportamiento de su padre. Siempre pensó que separarse sería lo mejor tanto para ella como para que los niños no se criaran en ese entorno de discusiones. Ahora comprueba que el problema de fondo era demasiado profundo como para solucionarse poniendo distancia física. «Te crees que cuando te vas a separar se va a terminar todo y piensas que será mejor par a los niños pero, llegado el momento, tienes que separarte de los niños y además la otra parte no lo acepta y lo pone todo muy difícil, porque no quiere perder el control sobre tí, así que la situación lo que hace es empeorar todavía más», explica María para El Faradio.

El 016 es el teléfono de atención a las víctimas de violencia de género. No aparece en la factura, pero sí hay que borrarlo del listado de las llamadas realizadas desde el móvil

En casa del progenitor, los niños lo tienen todo: el último modelo de videoconsola, modernos teléfonos y pocos límites sobre su uso. Llevan años escuchando como su padre pone en valor su trabajo y su papel en la familia y desprecia todo lo que su madre hace. María pretende educar a sus hijos poniendo límites y controlando el acceso a los dispositivos móviles y eso genera conflictos en los que los pequeños reproducen el patrón de comportamiento del padre. «Es muy duro porque yo  cuando decido separarme es por mí y por los niños, por no seguir esa vida caótica de falta de respeto y de discusión. Ahora cuando veo que mis hijos siguen patrones de su padre, se defienden con los mismo argumentos que él emplea, pues se pasa mal. Si ya es duro que tu pareja te trate así, escuchar a tus hijos hacerlo es mucho peor», cuenta.

Fue cuando llegó a la asociación Consuelo Berges cuando comenzó a ser consciente de todo lo que le estaba pasando y ahí comenzó su mejoría. Antes acudió a su centro de salud donde fue derivada a salud mental. «Me daban pastillas y me citaban cada dos o tres meses. Me decían también que no era ni la primera ni la última mujer que se separaba. No fueron de gran ayuda, la verdad». Finalmente su médico de familia percibió que podía haber un problema de violencia de género. Contactó con la asistenta social y ambos recomendaron a María acudir hasta el centro Consuelo Berges.

VIDA EN PAREJA

Hasta el nacimiento de sus hijos, María fue una mujer económicamente independiente, pero en ese momento lo dejó todo para dedicarse a su hijos. «Sentía que era lo que se esperara que yo hiciera. Sin embargo, cuando lo hice, mi marido tampoco estaba satisfecho. El era el que salía a trabajar y traía el dinero a casa y yo no era nada. Para él, el hecho de que yo me ocupara de cuidar de los niños y atender todas las cosas de la casa no tenía ninguna importancia», cuenta María

Los niños fueron creciendo con su madre siempre en casa y, cuando a María le salió una oportunidad laboral decidió aprovecharla. «Entonces todo fue a peor, porque yo trabajaba fuera de casa y, cuando volvía, mi obligación era hacer las tareas de la casa y cuidar de los niños. Lo de repartir tareas no parecía fácil. Como mucho, él vigilaba a los niños. Yo lo hacía todo y sin quejarme y entonces él intentaba hundirme psicológicamente. Me decía que mi trabajo no era para tanto, que los niños eran míos y las discusiones se sucedían siempre menospreciándome y marcando su superioridad delante de los niños».

María entró en lo que ella describe como «una especie de depresión», se sentía mal y acudió entonces a su centro de salud, donde la solución inicial pasó por medicarla.

Belén Pedraja es trabajadora social en Consuelo Berges. Está sentada junto a María escuchando su relato. Conoce su historia. Sabe cómo llegó a la asociación y es testigo de su mejoría. «La escucho ahora y lo cuenta de una manera muy normal, como si el problema fuese el reparto de tareas en casa, pero los problema va mucho más allá», explica.

María reconoce que cuando llegó a la asociación no se sentía identificada con los casos de maltrato, pero poco a poco consiguió, con la ayuda de los profesionales,  ir reduciendo la medicación y ser consciente de todo lo que le estaba pasando. «Ahora soy consciente de que he sufrido un tipo de violencia de género que en mi caso ha sido psicológica, pero es un tiempo que ya ha pasado».

Actualmente está en condiciones de volver a tomar las riendas de su vida, de reincorporarse a su puesto de trabajo y de salir adelante. «Ahora tengo la cabeza en mi sitio y soy consciente de lo que he pasado, que antes no lo era. La ayuda que he recibido en la asociación Consuelo Berges no tiene precio», concluye.

 

 

 

 

 

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