De aquellos polvos, la guerra

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|| por OSCAR SAN EMETERIO||

En 2014 escribí una serie de artículos en el Faradio en el que repasaba la situación que había llevado a Putin a quedarse con Crimea sin pegar un tiro y alimentar el secesionismo de amplias zonas del Donbass. Gobernaba Obama en Estados Unidos, un tal Yanukovich, presidente de Ucrania, salía de su país escondido en un coche, y Putin demostraba a todos que hacía lo que quería cuando quería. Es más, en ese momento encontró muchos argumentos para hacer lo que hizo, y poca resistencia en la escena internacional.

Hasta hace pocas semanas, Putin había dominado con bastante acierto la narrativa. Hoy, Rusia va a camino del abismo. Ucrania nunca perdonará a Rusia, y por encima de todo se van a perder, se están perdiendo, miles de vidas inocentes de manera innecesaria e injustificada. Ninguna guerra lo está, tampoco la agresión rusa a un estado soberano, Ucrania, que ha cometido errores pero que en ningún caso merecía esta barbarie.

 Podemos irnos muy atrás en la historia y hablar de los orígenes de Ucrania y de Rusia, el Rus de Kiev, el Holodomor, el colaboracionismo ucraniano con los nazis, Babi-Yar, la URSS, el regalo de Crimea a Ucrania. Es un contexto que permite analizar la evolución de ambas entidades, Rusia y Ucrania, cuando han estado más cerca, cuando no, y cuando han sido prácticamente lo mismo. Pero creo que parte de lo que ocurre eclosiona en aquel año 2014, tras una década anterior en la que tuvimos hasta a un presidente ucraniano envenenado, Yushenko.

 Un problema político, de calado, pero político, como era la aproximación o no de Ucrania a Occidente, provoca un terremoto en la sociedad ucraniana alentado desde nuestra trinchera. El papel de Estados Unidos en ese momento fue fundamental, aquella administración Obama que sobre el papel era tan cercana y alineada con la UE, en realidad hacía “cosas” por su cuenta en territorio ucraniano que acabábamos pagando los europeos, por aquello de que Bruselas está geográficamente más cerca de Kiev que Boston o Arkansas. Y el gas también.

 Aquella UE no es la UE de hoy en día, tampoco, y aunque el análisis simplista es afirmar que ahora se alinea aún más con las tesis de EE.UU, desde mi punto de vista lo que ha hecho es tomar conciencia de sí misma, de que debe seguir avanzando en la integración política, y de que unida puede ser un actor temible. No tenemos tantas cabezas nucleares como los rusos (ni de lejos), pero económicamente estamos demostrando que podemos asfixiar su economía, sin perder de vista que nosotros también pagaremos las consecuencias.

 Es evidente que enviar soldados de la OTAN a Ucrania no es una opción porque supone elevar el listón de la crisis hasta el infinito, por eso tenemos que ayudar al pueblo ucraniano de esta otra manera. La diferencia es que mientras a nosotros las sanciones nos complicarán llegar a fin de mes, a los ucranianos la guerra les está costando la vida. Los ciudadanos rusos no perderán tanto como los ucranianos pero sí todo lo demás, ahora mismo es casi como estar muerto en vida, un abrupto regreso a la época soviética, el aislamiento, después de haber disfrutado de lo que es formar parte de un mundo globalizado e interconectado.

Pero volvamos a 2014. Aquel año fue terrible para Ucrania en todos los frentes. Se cargaron su democracia, tutelada en la distancia desde Moscú, sí, pero que cambiaron por una serie de movimientos inconstitucionales que restaron legitimidad a sus ansias de acercarse a Occidente. Expulsión de un presidente muy torpe pero legítimo, secuestro del Parlamento para cambiar a punta de pistola la Constitución, y entrega del poder a quienes las urnas habían puesto en la oposición. Nos guste o no eso es lo que pasó, apoyado todo ello en la revuelta del Maidán convenientemente alentada desde algún despacho del Pentágono. Y acto seguido la pérdida de Crimea y ocho años de guerra en el Donbass.

 Bien, y ¿todo esto justifica la despiadada agresión rusa a Ucrania? No, rotundamente no. En todo caso lo que hace es rehacer completamente el puzzle de 2014, con piezas nuevas, y con todos los actores en una situación muy diferente.

En una semana Putin ha conseguido que un presidente peculiar y titubeante como Zelenski sea un héroe, con mayúsculas, cohesionar al pueblo ucraniano (pro-ruso o no), refundar la UE, cohesionar la OTAN, y como decía más arriba, poner a Rusia al borde del abismo.

 A pesar de la propaganda ucraniana y de nuestros deseos, la guerra en términos militares la ganará Rusia. En todo lo demás esto ha sido un error gravísimo de Putin, que como coinciden la mayoría de analistas esperaba otro escenario.

Con otro presidente al frente de Ucrania quizás hubiera sido factible, y es que una de las claves de que esto no se haya producido es que Zelenski no se ha metido en un maletero rumbo a Varsovia, sino que se está jugando la vida todos los días desde un búnker en Kiev. Putin ya ha dejado claro que tanto el presidente ucraniano como otras personalidades políticas de ese país son “objetivos”, y en la retórica de la Rusia de Putin ya sabemos lo que eso significa. Zelenski ha optado por plantar cara a su destino, enviando así un mensaje a su pueblo y a sus tropas, para que resistan, para que luchen por defender cada centímetro de su tierra.

 Morirán muchos civiles y militares ucranianos, morirán muchos más militares rusos de los previstos por Putin y, sinceramente, no sé qué Ucrania quedará después de todo esto. El escenario de que Rusia deje Ucrania exactamente igual que antes de 2014 es una utopía, es decir, ni Crimea ni el Donbass volverán a Ucrania ni a corto ni a medio plazo, y la duda es qué ocurrirá con la Ucrania que conocíamos hace poco más de una semana. Las ciudades grandes irán cayendo militarmente poco a poco, con lo que la posición ucraniana en la mesa de negociación va a ser realmente complicada.

 Paradójicamente, cuanto más dure la guerra más posibilidades hay de que el tablero cambie aún más, en este caso en favor de Ucrania, y sobre todo en contra de Putin. Más soldados rusos muertos, más oligarcas sin poder tocar su dinero, más ciudadanos rusos sintiéndose unos parias en el mundo y encerrados en su país, son un caldo de cultivo que le pueden complicar la vida a Putin por muy controlado que crea que tiene esa Rusia que ha moldeado a su antojo durante 22 años.

 Y, sí, también se ha puesto sobre la mesa la opción nuclear. Creo que si habláramos de una invasión de Rusia por parte de la OTAN, escenario absolutamente irreal, es evidente que “de perdidos al río” los militares rusos tendrían pocas dudas en hacer lo que fuera necesario, incluso “eso”. En el panorama actual me cuesta mucho creer que Putin pudiera ir más allá de las amenazas que ya ha verbalizado, y que los militares obedecieran sin más, entre otras cuestiones porque esta agresión a Ucrania no tiene ni pies ni cabeza, y no solo no se entiende fuera de Rusia, sino que dentro va a ser cada vez más complicado ponerle puertas al campo. ¿Dónde irán esos misiles nucleares? ¿A la plaza Roja de Moscú o a la calle Nevsky Prospekt de San Petersburgo? ¿Hay celdas para todos los rusos que protestan? Si esto se alarga quizás veamos cosas que hace muy poco nos parecían inimaginables.

 Panorama incierto en todos los frentes. Ucrania merece sobrevivir a esta barbarie. No ganarán la guerra pero ya se ganaron nuestros corazones. Slava Ukraina

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