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Los Barnatán: el Día del Padre en una familia de artistas

Reunimos en una conversación a Marcos Ricardo Barnatán y a su hijo Jimmy para que nos hablen de sus vidas dentro de la cultura y de la relación entre ambos de cara al 19 de marzo
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La tendencia a la imitación es fundamental para entender al ser humano. Desde que somos muy pequeños nos fijamos en personas que tenemos a nuestro alrededor y adoptamos ciertos comportamientos, prácticas, virtudes y también defectos que van modelando nuestra personalidad y nuestra forma de ser.

Es una reflexión que Marcos Ricardo Barnatán (Buenos Aires, 1946) traslada también al mundo de la cultura. Recuerda que él empezó a rimar versos «con una máquina de escribir que me traje a casa, escribía cuatro o cinco poemas diarios. Como se puede entender, eran horrorosos», dice, causando las risas de Jimmy (Santander, 1981), su hijo, al que le atraía la idea de ser escritor, como su padre, y como su madre también (Rosa Pereda, Santander, 1949). «Siempre digo que los escritores nacen imitando, tratas de imitar a los modelos que te parecen fascinantes», añade Marcos en la conversación mantenida en EL FARADIO DE LA MAÑANA, en Arco FM.

A pesar de estar jubilado y tener 76 años, Marcos sigue embarcado en varios proyectos literarios, suyos personales o puestos en común con otros escritores iberoamericanos. La llama de la creatividad no se apaga fácilmente cuando va pasando el tiempo.

Igual que él imitaba a sus referentes a la hora de empezar a escribir, puede que haya otros ahora que le imiten a él en sus inicios. «Somos animales que imitan a otros, si no, seguiríamos gateando en vez de erguirnos», dice redondeando su comparación.

Sus inicios no fueron fáciles. Su padre quería que estudiara Derecho para convertirse en abogado, en alguien «útil». «Tenía que levantarme a 5 o las 6 de la mañana, algo obsceno, y coger un tren para ir a la Facultad de Derecho. Los madrugones colaboraron para que yo no sea abogado», cuenta.

El nacimiento de Jimmy como artista fue muy distinto, porque él sí creció con dos artistas como padres. «Las fiestas en casa eran maravillosas, estaba Guillermo Cabrera Infante, o si no Terenci Moix o si no Aute…», rememora. «Para mí no era nada exótico, era lo normal». Era habitual para él estar rodeado de adultos, pero era algo que le gustaba. Se ponía a jugar a la Game Boy, una consola de videojuegos con mucho tirón en los años 90, pero al mismo tiempo escuchaba las conversaciones de los demás y se iba impregnando del ambiente que acostumbraba a tener en casa.

Sin embargo, su pulsión artística no iba solamente por la escritura. «Quería ser escritor como mis padres, pero también quería ser actor, como Pepe Martín». Hasta el punto de que, con sólo 11 años, se empeñó en presentarse a un casting para la obra de ‘Los miserables’. Su padre en ese momento estaba en Nueva York, y Rosa «dijo que mejor que hiciera la prueba, que no me iban a coger, que a ver si se me quitaba el coñazo que estaba dando, y hasta hoy», relata.

Marcos, en el momento en que ya era estudiante de Derecho, empezó a ir, en la ciudad argentina de La Plata, a los cafés de estudiantes, «donde se reunían los escritores o los pintores. El libro de derecho todavía lo tengo, precioso, bien encuadernado», dice con sorna. Al final, su padre le dejó inscribirse en Filosofía y Letras, aunque tampoco concluyó esa carrera universitaria. También con bastante guasa, dice que «Jimmy por lo menos tiene una carrera, de bar tender, diplomado. Bar tender es el que hace los cócteles. Estamos muy orgullosos», comenta, causando las carcajadas de Jimmy.

El hijo recuerda que «quería ir al café Gijón, como mi padre, a las tertulias. Ingeniero no iba a salir». Y al final salió un actor, escritor y músico, con lo que reivindica que, junto a su buen comportamiento de niño, «muchas fatigas no os he dado, sólo algunas». Marcos recurre de nuevo al humor para decir que «estoy empezando a comprender a mi padre. El problema que signifiqué yo para mi padre»

respecto a la evolución de la cultura y de la sociedad en general, Jimmy se expresa en términos muy pesimistas: «nos está quedando un mundo que es una puta mierda», sentencia. Y añade que «vivimos en un país que tiene bastante amnesia, y tiende constantemente a olvidar». El mundo de la inmediatez. Marcos va por el mismo lado: «estamos en un mundo cada vez más veloz, y cada cosa que pasa tapa rápidamente lo anterior. Nadie se acuerda de la pandemia. Los telediarios ni nos cuenta los muertos diarios. Ha venido una noticia que tapa todo, y pasa lo mismo en la cultura».

En el ámbito cultural, Jimmy define esta época como que «sólo importan los primeros 15 minutos y que te den o no un like», mientras que Marcos expresa que «todos los días estrenamos un genio de la literatura como un cometa halley, pero pasa y desaparece. Antes había respeto por ciertos nombres, había un panteón de clásicos que hoy no hay, hoy es un panteón de youtubers».

Concluye el padre que «no es que sea muy pesimista, menos que Jimmy, quizá porque yo ya estoy amortizado y él no. Él está en el medio del camino de la vida», dice citando el primer verso de La divina comedia de Dante.

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