«Es increíble lo que hemos conseguido, con tan poco, en estos 5 años»

14 kilómetros es la distancia que separa África de Europa por el estrecho de Gibraltar. El mismo nombre con el que hace cinco años se puso en marcha en Santander una pequeña organización cuyos socios y voluntarios acompañan en su camino a un grupo de personas que ha cruzado esos 14 kilómetros en busca de una vida mejor.
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Cinco años y una pandemia han pasado desde que 14 km comenzase a funcionar. Un pequeño proyecto respaldado por un grupo de voluntarios convencidos de que, con no demasiado, podían ayudar a algunas personas a lograr un futuro esperanzador. Cinco años después de ese punto de partida, el tiempo les ha dado la razón. El próximo uno de junio celebran su quinto cumpleaños y lo hacen cosechando satisfacciones fruto del trabajo realizado. Hoy, por ejemplo, celebran que uno de esos chicos a los que han ayudado, acaba de firmar un contrato de trabajo. No es el único. Y eso es algo que merece, y mucho, la pena.

14 km es una pequeña organización que se financia con cuotas de socios (unos 170)  y donaciones puntuales. Comenzaron su andadura en un pequeño local en la calle Cisneros que previamente reformaron con la ayuda de los voluntarios. Su objetivo principal tiene mucho que ver con el nombre. 14 kilómetros es la distancia que separa África de Europa por el estrecho de Gibraltar. La distancia entre dos mundos, «la distancia entre los que tuvimos la suerte de nacer a un lado y la incertidumbre de los que nacieron al otro», según explican en su página web.

Las personas que en 2017 decidieron poner en marcha este proyecto lo que pretendían era ayudar a que esos ‘sin papeles’ que llegaban hasta Santander pudiesen regularizar su situación, formarse y encontrar un puesto de trabajo con el que salir adelante. «Comenzamos dando clases de español y conociendo la situación de las personas que llegaban. No tardamos en darnos cuenta de que uno de sus principales problemas era el alojamiento. Muchos de los jóvenes que venían a las clases vivían en cetnros de menores, pero en el momento en que alcanzan la mayoría de edad, se ven obligados a salir de ahí y normalmente no tienen dónde ir», explica Pilar Bezanilla, que es el alma de este proyecto.

LA FORMACIÓN COMO HERRAMIENTA DE FUTURO

Al principio, alojaron en habitaciones a algunos de estos chicos, pero en 2019 dieron un paso adelante con el alquiler de una vivienda que rehabilitaron con la ayuda de los voluntarios y una aportación de La Caixa. Allí  entraron seis jóvenes. Después, a este piso se sumó una buhardilla y en enero de 2021 otro piso. Actualmente alojan a inmigrantes que tienen unas edades comprendidas entre los 18 y los 33 años. Principalmente proceden de países subsaharianos. «Hasta que no cumplen tres años de estancia en España no pueden acceder al permiso de residencia que les permita obtener un trabajo, pero lo que sí pueden hacer es estudiar y eso es lo que hacen», explica Pilar, consciente de que la formación es fundamental para conseguir la inserción laboral.

14 kilómetros tiene actualmente un presupuesto mensual en torno a los 3.500 euros al mes. El año pasado tuvieron unos ingresos de 43.000 euros. Un dinero que proviene de la cuota de socios y donativos de particulares y entidades que, sumado al tiempo y dedicación de 37 voluntarios empeñados en ayudar a salir adelante a muchos otros, se resume así en números:  16 jóvenes se beneficiaron de las ayudas de alojamiento, manutención y estudios para jóvenes inmigrantes; se tramitaron con éxito 14 permisos de residencia y trabajo;  40 alumnos recibieron clases de español, alfabetización y refuerzo escolar y otros 15 asistieron a clases de cocina.

SUSANA, PACHA, ISABEL, CECILIA, SONIA, PATRICIA…

Pero lo que 14 kilómetros ofrece es mucho más. Es un apoyo, una red, una sensación de sentirse en casa, a pesar de que sean miles los kilómetros que les separen de sus familias. Y eso es lo que ha permitido que ahora, en el mes de julio, seis personas salgan ya del piso tras encontrar un empleo y conseguir una autonomía. Eso permitirá acoger a otros nuevos.

Y ahí estarán los voluntarios para echar una mano en todo lo que se pueda. Ahí seguirá Candelaria, por ejemplo, cuidando con esmero el huerto urbano del que se nutre de verduras la cocina de la organización; o Susana, ahora especialmente atareada dirigiendo el taller de manualidades con Pacha, Isabel, Cecilia, Sonia, Patricia. Todas a pleno rendimiento preparando su participación en el mercadillo previsto para finales de mayo en la Plaza Porticada; o Mercedes, confeccionando delantales o bolsas con su grupo de alumnas; o Uche, el amigo pescador que no duda en llevar sus capturas para que otros voluntarios, como Ramón y Ascen, cocinen cada semana; o Javier, Salomé, José Manuel y el resto de profesores de apoyo. 14 kilómetros es una suma de nombres. Nombres que, y eso es lo bonito, pueden estar en el lado de los que reciben ayuda y, pasarse después al lado de los que la ofrecen, como Idrissa que, tras cuatro años de sacrificio y esfuerzo ha encontrado un buen empleo, y ahora ha pasado a convertirse en voluntario y socio dispuesto a ayudar a quienes se encuentran en esa situación que él conoce mejor que nadie.

«A medida que van pasando los años, vamos viendo los frutos del trabajo. Nosotros les damos un apoyo con sus estudios, les ofrecemos una casa, les ayudamos a regularizar su situación y es una gran satisfacción cuando por fin consiguen su autonomía», nos cuenta Pilar.

Hasta ahora, fundamentalmente habían ofrecido clases de español para subsaharianos, pero con la guerra de Ucrania tuvieron que buscar voluntarios para enseñar el idioma a un grupo de personas que llegaron huyendo de la guerra. «Yo llamé a una profesora de español que es moldava y al día siguiente entraron en el local dos hermanas ucranianas residentes en Santander y estudiantes de bachillerato, que han estado viniendo tres días por semana para dar clases de español a un grupo de ocho mujeres ucranianas. A mí, gestos así me emocionan», nos cuenta Pilar.

«GENTE PEQUEÑA, HACIENDO COSAS PEQUEÑAS»

«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». La frase se atribuye a Eduardo Galeano, aunque hay quienes se la otorgan a San Juan Bautista de La Salle. Poco importa quién la pronunció porque lo bonito es el significado que encierra. Es una frase que resume todo lo que es 14 kilómetros.

«Si llegase el momento de cerrar, nos iríamos felices por todo lo que hemos conseguido, con tan poco,  en estos cinco años», concluye Pilar

 

 

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