«Sin fútbol, el patio del colegio resurge de otra manera»

Cada vez son más los centros escolares que tratan de acabar con la dictadura del balón para conseguir que los patios sean más inclusivos. En el Colegio Atalaya de Santander, los miércoles no se juega al fútbol.
Tiempo de lectura: 3 min

A las doce menos cuarto de la mañana suena el timbre del recreo. Los alumnos de educación primaria del Colegio Atayala salen al patio. 30 minutos para jugar, interactuar y seguir  después con las clases hasta que el timbre indique el fin de la jornada escolar. Inmediatamente el patio se transforma en un loco campo de fútbol donde no es raro que se jueguen seis partidos al tiempo. Tantos como cursos de primaria. Seis balones de acá allá, decenas de jugadores corriendo para todos lados y dos porterías compartidas. Bueno, este curso son cuatro porterías porque, para evitar accidentes, el patio se ha dividido en dos mitades. A un lado juegan los más pequeños y a otros los mayores. Así se reducen los pelotazos accidentales.

Pero hoy es miércoles y los miércoles no hay fútbol. Es una medida que el centro adoptó hace ya años para tratar de evitar que ese deporte acapare todo el espacio. «Es cierto que hay muchos alumnos que son futboleros, pero la realidad es que tampoco son tantos como para acaparar todo el recinto de recreo. Para quienes no juegan es complicado hacer uso de la pista y por eso tomamos esta decisión». Así lo explica Rafael Solana, director de Infantil y Primaria (Rafa el de educación física para los alumnos del centro).

PATIOS INCLUSIVOS

Hace ya años que el claustro del centro aprobó la medida. Inicialmente se planteó una semana sin fútbol al mes, pero los alumnos preferían lo de un día a la semana y se cambió. La iniciativa no es nueva. Medidas así se han ido tomando desde hace años en muchos colegios de todo el país. Incluso tiene un nombre: patios inclusivos. Un nombre que define la imagen que cada miércoles se repite en el colegio Atalaya, «surgen otras actividades, la pista resurge de otra manera y  se juega a la pelota, pero a otros deportes. Los futboleros aprovechan y juegan a otras cosas», cuenta Rafa.

Si algo demostró el curso en pandemia tras el confinamiento, cuando no se podía compartir material deportivo y el fútbol desapareció por completo de los recreos, es que los conflictos se reducían y los niños disfrutaban con los juegos tradicionales en los que todos participaban: pilla pilla, escondite…. «Al final, en el fútbol siempre hay piques, hay faltas, patadas… y luego algunas veces ese conflicto se traslada al aula», añade Rafa en conversación con El Faradio.

Al principio, según nos cuentan, a los más futboleros les costó entender la medida, pero aseguran que ya lo han asimilado. Desde el centro intentan ofrecer alternativas para que todo sea más fácil. Por ejemplo, han instalado una mesa de pingpong.

Años después de poner en marcha esta medida, Solana está convencido de que fue una decisión acertada: «al final los niños tienen momentos de fútbol constantemente fuera del centro también. Nosotros no hemos querido cortarlo de raíz tampoco, solo pretendemos mostrar que hay alternativas, que se pueden tener momentos divertidos de ocio al margen del ‘deporte rey’ y, de esta forma, se fomenta que niños que igual no se relacionaban tanto entre ellos porque a unos les gusta el fútbol y a otros no, encuentren momentos de juego en común y se conozcan más».

 

 

 

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1 Comentario

  • aa
    16 de enero de 2023

    aqui se juega a lo que diga el fascista este

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