Del Alta a la Ribera

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Guillermo Pérez resultó elegido concejal de VOX con poco más del mínimo del 5% en las elecciones de 2019. El pasado día 2 obsequió al público con una nota de prensa en la que se explayaba sobre los inconvenientes de cambiar el nombre a algunas calles en aplicación de una ley que no le gusta. El caso es que al mismo tiempo el líder de la oposición en Alemania aprobaba la reorientación de la CDU en su trato con la extrema derecha. Varsovia, Budapest, Roma… y ahora Berlín. Pues sí, hay un peligro cierto de que VOX llegue al gobierno como anuncia Guillermo Pérez. Los partidos en la oposición deberían dedicarse a exhibir sus alternativas en contraposición a las de los gobiernos. Se puede entender que la de VOX, en torno a la memoria democrática, es que dicha memoria siga siendo clandestina.

El  concejal de la lista menos votada, entre las que consiguieron asiento en el Pleno hace cuatro años, está convencido de que esto de la memoria es cuestión de las izquierdas, socialistas y comunistas y lo que él denomina asociaciones confluentes. Que las asociaciones memorialistas traten de recuperar la memoria democrática no debería molestar a ningún demócrata.

Me atrevería a preguntar qué relación mantienen las derechas con el Patrimonio común. “(…) Mediado el siglo XVI se llamaba ya “La Ribera” (…)” dice J. Simón Cabarga en “Santander en la Historia de sus calles” En 1937 esa calle pasó a denominarse de Calvo Sotelo. 1937, el año de la llegada a Santander del ejército sublevado. Calvo Sotelo, político asesinado en julio de 1936, pocos días antes del golpe de estado que dio lugar a la Guerra y a la dictadura de Franco. Que se sepa nadie está reclamando que esa calle se denomine Avenida de Rusia, nombre que ostentó durante unos meses en el marco de la guerra. Pero recuperar un nombre que la vía ostentó durante más de cuatro siglos, necesitaría mucha y buena explicación para que se tuviera que incluir en un catálogo de favores a las izquierdas.

Las visiones binarias, en blanco y negro, pueden encerrar mucho peligro. Al menos desde la invasión francesa de 1808, la España contemporánea ha tenido mucho de esas visiones y se ha vertido mucha sangre por esa limitación.  Esta misma semana, la viuda de una víctima de ETA, señalaba en público, en Santander, que su marido durante bastante tiempo confesaba que no estaba seguro de quiénes iban a intentar matarlo: ETA o los “incontrolados” del otro costado. Probablemente Chaves Nogales hizo una reflexión similar antes de partir al exilio en mitad de la Guerra Civil. Podría parecer que algunos no han tenido suficiente con los más de 85 años de exaltación de figuras que no lo merecen. Volviendo a Simón Cabarga, sobre El Alta “(…) Hasta que en 1937 se cambió por el de General Dávila (…)” De nuevo, 1937.

En la nota de prensa de VOX figura una perla indigna de un mínimo conocimiento de Ciencia Política al afirmar que la ley de Memoria Democrática de octubre de 2022 es una ley totalitaria. Próximo a cumplirse el centenario del golpe de Primo de Rivera, en España se han aprobado leyes totalitarias en aproximadamente la mitad de ese periodo. Ninguna después de diciembre de 1978. Llenarse la boca de constitucionalismo y a la vez tildar de totalitaria una ley aprobada por mayoría absoluta  de las dos cámaras de las Cortes es mucho más que un dislate. Y son precisamente restos del totalitarismo los que se ensalzan en el rótulo de algunas de nuestras calles, en contra de la ley. De la última y de la de 2007, que solo se cumplió muy parcialmente, y del sentido común que debería haber operado sin necesidad de esas leyes.

 

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