Más formación y más adaptación a la cultura propia, los retos para mejorar la salud mental en los campamentos saharauis

La población en los campamentos se resiente de problemas de salud mental por la incertidumbre sobre su futuro, la separación de las familias o la dureza de la vida en el desierto (Fotos: Miguel M. Serrano)
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Si tres meses de confinamiento en los propios hogares durante la pandemia de 2020 llevaron a muchas familias a experimentar problemas de salud mental, podemos preguntarnos qué pasaría si esa situación se prolongara en el tiempo en condiciones más difíciles y sin solución a la vista.

Hasta tres décadas lleva el pueblo saharaui viviendo exiliados en campamentos en el desierto, sin el mismo nivel de protección sanitaria que las sociedades que cuentan con Estados fuertes, y sumando un montón de contextos que tienen efecto en su salud mental.

Pendientes de una solución que es eminentemente política (conseguir un Estado propio con el que se zanje el proceso por el que dejaron de ser colonia española pero sin que se finalizara el camino hacia su independencia), sobreviven con sus propias herramientas: unos valores comunitarios muy fuertes, la importancia de la familia y, dentro de ellas, del aporte de las mujeres, o el esfuerzo tanto de las instituciones saharauis como de los profesionales sanitarios, pese a la precariedad de recursos.

En los campamentos, sus habitantes se resienten de problemas de salud mental en los que influye la dureza de la vida en el desierto, la separación de las familias entre quienes están allí y quienes están en los territorios ocupados, la sobrecarga que sufren las mujeres, o el propio peso que acarrean las propias profesionales encargadas de atender la salud mental.

Son algunos de los aspectos que recoge el informe ‘Sahara en Mente. Un acercamiento a la atención de la salud mental en los campamentos saharauis’, consultado por EL FARADIO.

Es un estudio pionero desarrollado por la ONG Mundo en Movimiento y que se presentó el pasado viernes en Castro Urdiales, dentro de la exposición que puede visitarse en el centro cultural La Residencia al respecto hasta el 1 de febrero, producida e impulsada por Fundación Ibili, y que llega a Cantabria de la mano de Cantabria por el Sáhara, que es miembro de la Coordinadora Cántabra de ONGDs.

 

SALUD MENTAL Y REFUGIO PROLONGADO

En los últimos diez años la población desplazada de forma forzosa ha aumentado sustancialmente: de los 43,3 millones de 2009 a los 70,8 millones. De ellos, 25,9 millones son personas refugiadas, con su particularidad y reconocimiento.

Y dentro de esa situación, se habla ya de refugio prolongado, cuando afecta a más de 25.000 personas de la misma nacionalidad y suponga un exilio en un país de asilo de al menos 5 años.

El refugio prolongado supone que ya se ha salido la fase de emergencia, en la que la prioridad se basa en la atención hacia necesidades básicas y cuestiones de emergencia, pero no han alcanzado soluciones duraderas y se espera que no lo consigan en un futuro próximo.

Según datos de ACNUR, el 78% de los refugiados están en situación de refugiado prolongado, y casi 6 millones de personas llevan así más de 20 años. Los pueblos afgano, sirio, sursudaneses, o palestino, caso extremo, son algunos de los ejemplos.

Extensa literatura ha demostrado ya que la experiencia migratoria y el refugio están íntimamente ligados a factores que provocan problemas de salud física, pero también mental.

En víctimas de crisis humanitarias (desde guerras a desastres naturales), existe un trauma por el propio hecho que se refleja en las emociones: miedo, inseguridad, angustia, ansiedad, estrés, alteraciones del sueño, dificultad de concentración, duelo por la pérdida de seres queridos, síntomas de depresión (alteraciones del humor, tristeza), desesperanza y pérdida de confianza en sí mismas y en los demás, imágenes recurrentes, flashbacks y pesadillas, o dolencias psicosomáticas son algunos de los episodios recogidos y estudiados.

La separación de la familia o comunidad de apoyo, los problemas de integración lingüística o cultural en los territorios de acogida, o las dificultades legales o económicas no hacen sino sumar a efectos de salud mental.

Pese a estas evidencias, el suceso mejor estudiado en cuanto a la salud mental de los refugiados sigue siendo el Síndrome de Estrés Postraumático, que tiene diez veces más probabilidad de darse en personas refugiadas y solicitantes de asilo que en las poblaciones de acogida.

LA VIDA EN LOS CAMPAMENTOS

Desde este contexto, el pueblo saharaui sufre circunstancias como la falta de un Estado propio, la apropiación de sus recursos materiales (como la pesca) por parte de Marruecos o los problemas de libertades de quienes viven en el territorio ocupado (casos de represión de protestas a activistas que reporta regularmente Equipe Media), a los que se suma el efecto que tiene su confinamiento en los campamentos. Tres generaciones han vivido la situación de refugio prolongado del pueblo saharaui.

Foto: Miguel M. Serrano

Algunos estudios, como el de Martín Beristain, reflejan también el impacto de la normalización de la constante vulneración de derechos humanos sufrida por el pueblo saharaui no sólo en derecho a la vivienda o asistencia, sino en referencia a muertes y desapariciones.

En la actualidad, en los Campamentos de refugiados y refugiadas saharauis se cuenta con ministerios, hospitales, centros educativos y organismos desarrollados a través de la autogestión de recursos, aunque con una evidente dependencia de la cooperación internacional como consecuencia de su situación. Los recursos materiales son exportados desde el exterior y en la actividad sanitaria, las comisiones médicas constituyen un apoyo fundamental requerido tanto en la atención directa como en acciones formativas.

Si bien es una preocupación y hay organismos específicos saharauis centrados en la salud y en especial en la salud mental, en los campamentos en Tindouf, se resienten de las dificultades propias de la situación del Sáhara: falta de recursos para conseguir una infraestructura estable.

El apoyo exterior es importante: los campamentos reciben habitualmente comisiones sanitarias, con médicos cooperantes que aportan su saber sobre el terreno, y que también imparten talleres de formación en psicopatología y psicofarmacología (diagnóstico y tratamiento)

ALGUNOS CONTEXTOS

El mismo estigma que tienen las sociedades occidentales en cuanto a la salud mental o sufrimiento psíquico (el propio término de “loco” o locura asociado al insulto o la exclusión) se vive allí.

Pero, a su a vez, existen particularidades propias no sólo de la vida en los campamentos, sino de la cultura saharaui y su forma de ver el mundo.

Allí conviven varios contextos: desde el sesgo general de lo médico  y farmacológico como principal vía de tratamiento hasta otros que entroncan más con lo cultural. Están los factores religiosos, que tienen en cuenta estos aspectos y los incluye a modo de acompañamiento; pero también el peso que tiene la familia para la sociedad saharaui, y que permite contar con una red de apoyo que siempre se destaca por los positivos en la salud mental . En general, la vivencia en comunidad, clave para el bienestar psíquico.

Como pueblo, se sufre dolor por la situación de exilio, por la incertidumbre política en cuanto al futuro, la amenaza permanente y el efecto de la separación física de territorios (están los campamentos y los territorios ocupados por Marruecos), que tiene efecto en la separación de las familias. Su prolongación implica una fuerte dependencia de la cooperación internacional, tanto en lo económico como en lo sanitario.

En el desierto, influye todo lo que implica vivir en esas condiciones tan hostiles, en cuanto a temperaturas extremas o falta de recursos, que llevan o a la dificultad de la supervivencia o la emigración, con todo lo que eso supone tanto en el proceso de irse como en el de asentarse.

Además, el mayor acceso a información que permiten las nuevas tecnologías, en especial a la gente joven, contribuye a que tomen más conciencia de todas sus dificultades.

El informe destaca que pese a todas estas cuestiones que suponen dificultades para la gestión como pueblo, los saharauis se han dotado de sus propias herramientas de autogestión, que incluyen salud y salud mental.

EL FACTOR GÉNERO

Y se percibe una situación de desigualdad añadida, la de género, que si en sociedades occidentales sigue suponiendo más precariedad o carga de cuidados, aquí también.

Las mujeres saharauis tienen un papel muy activo a nivel familiar y laboral, siendo ellas referentes en la organización social de los campamentos desde el principio, más el peso que en esas sociedades se da a la maternidad. Esa sobrecarga, en todos estos contextos extremas, lleva a que se atiendan más casos de ansiedad o depresión entre mujeres (mientras que los hombres tienden a no buscar apoyo psicológico).

Todos estos problemas se extienden a los propios profesionales de la salud mental –de hecho,  mayoritariamente mujeres– que trabajan en los campamentos, y que hablan también de sobrecarga permanente, con el consiguiente riesgo, además de para ellos, para las personas a las que atienden.  Así, la mujer no sólo sufre mas sobrecarga, sino incluso más estigma, que se extiende también a las profesionales de salud mental.

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