«Llevamos 30 ó 40 años despoblándonos y no ha habido ninguna programación efectiva»

La asociación 'El avellano de Miera' trata de que este municipio mantenga el pulso y no siga perdiendo población poco a poco. Por eso tienen un espacio donde poder reunirse y pensar en iniciativas que sean interesantes para sus habitantes, también para los que se fueron, pero quieren seguir ligados al sitio donde se criaron
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De las historias de las Galias y la dominación romana nació (dos milenios después) el que quizá es el cómic más famoso de toda la historia: Astérix. Una forma de reescribir la historia, con un toque humorístico, hablando de una aldea donde una cuadrilla de personajes irreductibles conseguían resistir a lo que parecía inexorable.

La despoblación no es un ejército que pretende conquistar, pero sí es algo que está sucediendo en muchas zonas y a veces sí que parece convertirse en algo que no se puede frenar. En Cantabria, la costa parece estar a salvo de eso, pero en el interior hay zonas muy amplias donde las caras que te encuentras por la calle son cada vez menos.

Miera es un municipio que no se libra de esa sensación. Pero no significa que sus habitantes vivan resignados. La asociación ‘El avellano de Miera’ es una especie de símbolo de resistencia, pero es un símbolo que también lleva a cabo acciones concretas y variadas para que los ciudadanos del pueblo mantengan su sentimiento de pertenencia y tengan cosas que hacer con sus vecinas.

Cuatro personas de la Junta Directiva de la asociación, María Jesús Echávarri, José Manuel Echávarri, Luis Higuera y Guillermo Rubio mantuvieron una conversación con EL FARADIO para contar lo que piensan respecto al sitio donde viven y qué cosas hacen para que siga siendo un municipio con vida.

Decir que Miera cuenta con unos paisajes sensacionales no es algo especialmente diferencial en una Comunidad como Cantabria, pero también es una de sus señas de identidad. Dentro del pueblo destaca su iglesia, Santa María de la Asunción. Un edificio de gran belleza, por dentro y por fuera, pero que necesita de mantenimiento y de mejoras. Y esta es una de las cosas en las que se esfuerza ‘El avellano de Miera’. Es un Bien de Interés Cultural en el que han puesto vidrieras, han mejorado la iluminación interior o han rehabilitado los retablos. La siguiente misión que tienen en mente es rehabilitar la fachada y sus muros.

La asociación cuenta con las aportaciones de sus socios, algunos de los cuales ya no viven allí, pero van cuando pueden. Pero no suelen contar con mucho más apoyo que ese. Así que son muchas las misiones que tienen, pero no pueden atender a todas de la manera que les gustaría.

Otro de los hitos de los que pueden presumir es tener su propia bolera y su propia peña bolística. Lo que hicieron fue recuperar un espacio abandonado. Recuperar es un verbo muy utilizado por esta asociación. Y se puede referir a viviendas, vecinos, tradiciones, espacios…

Los domingos a mediodía suelen reunirse en el local de la asociación. Los que pueden se acercan y así ya hay un momento fijo en el que compartir cosas, saber cómo les va la vida y qué cosas tienen por delante para organizar. Por ejemplo, las excursiones que hacen. Suelen organizar machas a otros lugares de Cantabria y, una vez al año, hacen una escapada más larga. El año pasado el sitio elegido fue Zamora. También celebran una comida anual, coincidiendo con la festividad de la virgen, y suelen juntarse un centenar de personas.

Una de las conversaciones que es habitual en ‘El avellano de Miera’ es sobre el nombre del pueblo (que no del municipio). Por un error administrativo, el pueblo aparece como La Cárcoba que, en realidad, es uno de los barrios de Miera. Por esto la asociación está librando una partida con el Ayuntamiento, esperando que subsane el error y que se recupere el topónimo histórico. Por ejemplo, el cartel de la carretera sí que muestra el nombre correcto.

Pero otra de las cosas por las que luchan es por los servicios públicos, que les parecen menguantes, igual que la población. A comienzos del siglo XX, Miera contaba con unos 1.500 habitantes, más que todos los pueblos que componen Ribamontán al Mar juntos. Ahora ya no llegan a 400. Es más, cuando estos cuatro componentes de la asociación empiezan a pensar en los nacimientos que ha habido en Miera desde finales de los años 90, les sobran dedos de las manos. Aunque sí ha habido algún caso de habitantes que se han ido y después han vuelto, también son una cantidad pequeña.

Las consecuencias se dejan notar mucho. Aparte de sus quejas por la mala cobertura de teléfono y de Internet, han pasado de recibir la visita del médico dos veces a la semana a tan sólo una, y sólo por un par de horas. Y muchas casas están que se caen, pero nadie les ayuda a rehabilitarlas, a recuperarlas.

La falta de gente hace que también los caminos sean distintos. Los viejos caminos están llenos de zarzas, porque también hay menos ganado. Y la asociación también pretende que se recuperen.

Pero la poca gente es la que vive, no la que va a Miera. Por su atractivo y la cantidad de rutas que se pueden hacer por la zona, y también por el columpio que se ha instalado en los pozos de Noja, hay bastante gente que se pasa por allí. Una instalación para aumentar la afluencia turística, pero es una afluencia que nada deja en el municipio, porque allí no hay ningún sitio donde poder comer o siquiera tomarse un café.

Los miembros de la asociación recuerdan que, en su día, había tres bares, y que solían estar llenos de gente. Ya no queda ninguno en todo el municipio. Lamentan que no se tome en serio la función social que juegan los bares en el medio rural, y por eso piensan que la administración debería ayudar a que un negocio como ese se pudiera mantenerse. Como un fin social y no económico. Recuperar.

Ya se han acostumbrado a escuchar palabras, discursos donde se advierte de la preocupación por la despoblación. Pero eso sigue sin traducirse en acciones que reviertan la situación. ‘El avellano de Miera’ subraya que este no es un fenómeno nuevo, sino que hace ya décadas que comenzó. Y sin embargo, las respuestas siguen sin llegar. Como la falta de personal sanitario en el medio rural, algo que creen que se sabía que iba a pasar, pero los gestores sanitarios que han ido pasando por el Gobierno de Cantabria no han podido o no han querido evitar.

Aún así, quieren pensar que las intenciones van a ir acompañadas de medidas concretas que ayuden a que los pueblos no terminen por desaparecer. Que sigan teniendo vida. Y lo que se perdió, que se pueda recuperar.

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