La campaña de Cantabria No Se Vende contra la turistificación pasa del cuestionamiento a la impugnación
En una participada asamblea desarrollada en el Parque Conde San Diego de Cabezón, Cantabria No Se Vende ha anunciado un cambio de fase en la campaña #CantabriaFinita, surgida hace 5 años para cuestionar el mantra de que el desarrollo económico de la comunidad debiera girar en torno al turismo.
Según expusieron desde este movimiento social, «la sociedad es hoy mucho más consciente de las consecuencias que implica el monocultivo urbanístico-turístico para quienes vivimos y trabajamos en Cantabria durante todo el año»: y así, enumeran cuestiones como degradación del entorno, vivienda inaccesible, insostenibilidad de los servicios públicos, destrucción del medio y el paisaje, pérdida de identidad… y numerosas implicaciones para nuestra calidad de vida que los asistentes, llegados desde distintas comarcas cántabras, pusieron sobre la mesa en el acto.
Por ello, se ha generado una profunda disonancia entre el discurso oficial de los gobernantes de las instituciones, de “cuantos más turistas, mejor”, y el sentido común de la sociedad cántabra.
El reto, señalan desde CNSV, es organizarse para hacer realidad esa voluntad popular de regular el turismo y favorecer un modelo de desarrollo alternativo. Para ello, animan a contactar en cnsv@cantabrianosevende.org / 641942640 y participar en los grupos de trabajo que se están creando.
Además, han anunciado una ronda de contactos con el resto de movimientos sociales, para tratar de consensuar una gran movilización colectiva que visibilice la impugnación de la sociedad cántabra al modelo turístico impuesto. “Decimos que ha sido impuesto porque no ha habido el necesario debate público sobre él”, defienden desde Cantabria No Se Vende.
Y recuerdan que, «unque parezca difícil dar la vuelta desde la sociedad civil a las políticas del Parlamento, también en Cabezón surgió un movimiento popular desde la sociedad civil que fue capaz de articular el sentido común de rechazo al fracking», la fractura hidráulica que no llegó a ejecutarse en Cantabria, capaz de hacer que quienes firmaron los primeros permisos acabaran prohibiéndolo en nuestra Comunidad. «El desafío es hacerlo ahora con el turismo masivo, convirtiendo su rechazo en un sentido común que ponga coto al modelo», apuntan.
El encuentro concluyó con reparto de pegatinas, carteles y banderas de “Cantabria No Se Vende”, “el turismo vive de Cantabria” y “Cantabria finita”, con el objetivo de hacer visible este sentir durante el verano.
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