«Muchas veces hemos tenido jefes que nos han negado el derecho de poder ir al médico»
El Primero de Mayo es la fecha en que se defienden los derechos de la clase trabajadora, pero no todas las personas que tienen un empleo cuentan con las mismas oportunidades ni se les reconocen todas las vicisitudes que encuentran a la hora de desempeñar su trabajo. Los cuidados siguen siendo una parcela clave en la lucha feminista, por esos sectores tan feminizados y con unas condiciones muy mejorables.
Amalia Caballero Richards forma parte de una asociación madrileña llamada ‘Territorio doméstico’, un espacio donde puedan confluir mujeres, en su mayoría migrantes, que son trabajadoras del hogar y de los cuidados. Juntarse ahí les sirve para autocuidarse, protegerse, acuerparse, que es un término utilizado en algunos países latinoamericanos para describir esa defensa mutua entre varias personas. Es lo que quieren explicar este fin de semana en Cantabria. El viernes estarán en la Librería La Libre de Santander, a las 19:00, y en el Espacio Mujer de Torrelavega el sábado, a las 18:00.
Lo que afrontan muchas de ellas en su trabajo es realmente duro. Condiciones de trabajo que deberían pertenecer a otra época, pero que siguen existiendo hoy en día, y que dejan secuelas físicas y psicológicas importantes. La asociación es la forma que tienen de defenderse, pero también de luchar por sus derechos y aprender a hacerlo. Y tienen tiempo para el ocio. Desconectar de una dura semana de trabajo se puede conseguir de varias formas, también bailando y cantando.
Este colectivo de trabajadoras tiene ya un documental y también tienen un podcast. Y ya han hecho cinco eventos con una asociación que se llama ‘Escuela de cuidados’, hablando de feminismo y de derechos. Son muestras de la constante motivación para movilizarse y visibilizar el trabajo que hacen y cómo lo hacen. Amalia afirma que «nosotras realizamos un cuidado digno para que todas las personas a las que atendemos estén bien cuidadas, porque queremos que el día de mañana para nosotras también se practique lo mismo».
En ‘Territorio doméstico’ todas son iguales, no se recurre a tópicos como que la gente que viene de fuera llega para robar el trabajo a otras personas. «En nuestro colectivo hay mujeres autóctonas que son el eje principal de nuestra lucha, que están siempre con nosotras, organizadas», refleja Amalia en una entrevista concedida a EL FARADIO. Da igual el continente de origen, el color de la piel o la religión. Son del mismo grupo y s0n conscientes de lo importante que es luchar unidas.
Cuenta Amalia que hacen reuniones permanentemente, es la forma de seguir viéndose, de contarse cómo sigue su vida y tienen un grupo de Whatsapp donde poder contactar a las que no acuden un día, para asegurarse de que todo está bien. A veces una ausencia puede necesitar de una atención.
Estas mujeres alzan la voz por un Primero de Mayo interseccional. Es un día en que salir a la calle y exponer su realidad. Simplemente, por ser iguales a los demás trabajadores, da igual si pertenecen a la Sanidad, a la Industria, a la Hostelería o al pequeño comercio.
Amalia explica que «cuando emigramos venimos con una mochila de ilusiones, pero cuando llegamos y aterrizamos nos damos cuenta que el primer trabajo que encontramos por nuestra dificultad de no llegar con la documentación es precisamente el de empleadas de hogar y de cuidados». Aunque en su tierra de origen trabajaran de otra cosa. Se une el problema de la Ley de Extranjería, «que nos atraviesa, manteniéndonos marginadas por tres años hasta que logremos poder tener papeles». Esto va a cambiar dentro de poco, lo que será otra conquista más. Pero tardan. Es habitual que mejoras de las trabajadoras de este sector tarden en implementarse. Algunas, como Amalia, llevan décadas aquí. Y hay que sumar la dificultad de llegar, no conseguir el empadronamiento y tener que alquilar algún sitio donde poder vivir.
Ellas se encargan de que las personas para las que trabajan estén mucho mejor atendidas, puedan ir a trabajar sin la preocupación de tener que encargarse de su hogar al volver, pueden tener correctamente cuidadas a sus familias y hasta a sus mascotas.
Sin embargo, las consecuencias de ese trabajo son notables, especialmente para las mujeres que se van haciendo mayores. «Estamos notando las dolencias porque el movimiento repetitivo de nuestro trabajo, de nuestra fuerza, nos ha pasado factura», dice Amalia. Dicen que están con los «cuerpos rotos», y buscan el reconocimiento de enfermedades profesionales, que se producen por su trabajo y no por su edad. Son dolencias que aparecen en casi cualquier parte del cuerpo.
Y eso se produce también porque hay jornadas laborales que no tienen que ver con las 37 horas y media o las 40 semanales. Especialmente las que trabajan internas y que no tienen todo un fin de semana libre, ni dos horas de descanso en un día normal o casos en que sólo se tiene un día libre de cada 15 o de cada 30. Esas son las que mayor afectación psicológica sufren, claro. Su vida gira totalmente en torno a su lugar de trabajo y su actividad laboral.
Amalia no generaliza con los empleadores y empleadoras de estas trabajadoras. Hay de todo. Los hay que son para «sacarnos el sombrero y besar por donde pisan, pero otras veces se encuentran con la otra cara. Jefes que se molestan si las ven un momento haciendo algo que no es puramente su trabajo, relaciones tan asimétricas en que sienten que no tienen nombre ni cara y en que sienten que son solamente un uniforme. «Muchas veces hemos tenido jefes que nos han negado el derecho de poder ir al médico». Y también situaciones donde no se respeta su intimidad y en las que sufren violencia física y/o sexual. «Hay muchas compañeras que se han visto en situaciones muy, pero muy desesperadas y críticas», relata.
Por eso en ‘Territorio doméstico’ se sienten mucho más fuertes. En el Colectivo creen que «el Estado tiene una deuda pendiente con las mujeres que realizaron este trabajo anteriormente y que no se les reconoció ningún derecho, no se les dio de alta en la Seguridad Social, muchas trabajaron incluso sin sueldo». Piensan que no se tienen por qué avergonzar de su trabajo, al contrario, reivindicarlo «y con mucha dignidad», sin quedar «en el último peldaño de la escalera». Y lo resumen con una frase que lo dice todo: «querían brazos pero llegamos personas».