Santander continúa sin avances significativos en materia de movilidad sostenible y Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), a pesar de la obligación legal de contar con una antes del 1 de enero de 2023. Mientras otras ciudades del Estado ya han implantado sus propios modelos y comienzan a recoger los primeros resultados, en la capital cántabra la planificación se retrasa, sin información pública clara ni espacios de participación ciudadana promovidos desde el Ayuntamiento.

El pasado 23 de mayo, Izquierda Unida Santander organizó en la librería Gil la primera sesión de las jornadas ‘La ciudad, realidades, experiencias y desafíos’. En este encuentro, se abordaron distintos modelos urbanos y se reflexionó sobre el caso concreto de Santander. Participaron el escritor Jorge Dioni, autor de los ensayos ‘La España de las piscinas’ y ‘El malestar de las ciudades’, y el arquitecto urbanista Álvaro Ardura, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid. Ambos ofrecieron una lectura crítica de la situación actual de la ciudad, señalando carencias estructurales en el modelo urbano, como el predominio del vehículo privado, la escasa presencia de espacios verdes en zonas no costeras y la falta de planificación participativa.

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En este sentido, los ponentes destacaron la necesidad de repensar la ciudad a partir de criterios de sostenibilidad, inclusión y habitabilidad. El debate posterior permitió a los asistentes compartir sus puntos de vista, en un ejercicio de análisis colectivo poco habitual en los espacios institucionales de Santander.

Por otra parte, este miércoles 28 de mayo, Verdes Equo Cantabria presentará públicamente su propuesta de ZBE para Santander. La iniciativa contempla la implantación de medidas para restringir el acceso de vehículos contaminantes al centro urbano, con el objetivo de mejorar la calidad del aire, reducir el tráfico y favorecer una movilidad sostenible. Las sesiones se celebrarán a las 12:00 y a las 18:00 horas, y buscan abrir un proceso de diálogo social en torno a este modelo.

Verdes Equo destaca que, además del cumplimiento legal, este tipo de medidas representan una oportunidad para avanzar hacia una ciudad pensada para las personas, más saludable y adaptada a los retos climáticos. En su propuesta se aboga por una visión integral que combine la movilidad activa (peatonal y ciclista), el transporte público y la protección del entorno urbano.

En abril, ya se abordaron estos desafíos en el foro estatal ‘Las ZBE, la movilidad activa y los retos del transporte público urbano’, organizado por la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP). En esa jornada, representantes de ciudades como Bilbao compartieron su experiencia en la implantación de estas zonas. El caso bilbaíno se basó en una metodología rigurosa que incluía análisis de datos sobre tráfico y contaminación, desarrollo de simulaciones mediante sistemas de información geográfica (GIS), campañas de información y una oficina específica para resolver dudas de la ciudadanía.

Desde 2022, la ciudad vasca ha logrado avanzar en la implementación de su ZBE, a través de planificación técnica y participación ciudadana. En contraste, la alcaldesa de Santander, Gema Igual, ha anunciado que la zona estará lista a finales de 2025, lo que implicaría un retraso de dos años respecto al plazo establecido por la Ley de Cambio Climático y Transición Energética.

La ley, en vigor desde mayo de 2021, obliga a los municipios de más de 50.000 habitantes a establecer ZBE antes del 1 de enero de 2023. Estas zonas restringen el acceso a los vehículos más contaminantes y buscan reducir los niveles de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión, principales causantes de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y muertes prematuras. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, más de 30.000 personas mueren al año en España de forma prematura debido a la contaminación del aire.

De hecho, Verdes Equo propone denominar estas zonas como Zonas de Bienestar, poniendo el acento en su impacto positivo sobre la salud pública y la calidad de vida. Desde la formación ecologista insisten en que es necesario actuar con ambición y voluntad política para hacer de Santander una ciudad «verde y viva», más allá del imaginario costero o turístico, centrando el urbanismo en las necesidades reales de sus habitantes.

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