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“Al poner la ciudad en el mercado hay muchas personas que pueden sacar partido”

Jorge Dioni, autor de 'La España de las piscinas' y, la más reciente 'El malestar de las ciudades' invita a salir del lenguaje de "resistencia" sobre el vaciamiento de las ciudades para pasar al de las propuestas.
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Jorge Dioni no suele conducir y por lo tanto, camina mucho mirando alrededor. Su capacidad de observación le ha llevado a poner nombre a fenómenos que están ahí, a la vista de todos: ya lo hizo en ‘La España de las piscinas’, vinculando los estilos de hacer urbanismo con los valores que propugnan y que se materializan en el plano político (es decir, como el modelo de PAUS o zonas residenciales fomenta la pérdida de puntos de unión y de valores comunitarios).

Y lo ha vuelto a hacer en ‘El malestar de las ciudades’, anticipándose a un verano que en lo informativo lo han protagonizado noticias sobre las quejas por la ocupación de espacio público por las terrazas, el ruido del ocio nocturno o por el turismo  masivo en pueblos y ciudades por toda la geografía, pasando por la expulsión de población por el impacto de los pisos turísticos en reducir la oferta de vivienda en alquiler de continuo (fenómeno ‘descubierto’ este verano por el equipo de Gobierno de Santander, que ha fiado la solución al Gobierno de Cantabria).

En este nuevo trabajo, Jorge Dioni ha enumerado situaciones que se producen en todo tipo de ciudades: desde el uso del coche al vaciamiento del centro, la explotación turística, la “huida” a las periferias y los flujos que provocan los centros comerciales, entre otros.

El problema, explicaba entrevistado en EL FARADIO DE LA MAÑANA en ARCO FM por Oscar Allende, coautor de ‘Expulsados’ (sobre los procesos de gentrificación en Santander y el modelo impuesto tras el incendio del 41) es casi “intrínseco” a un modelo económico “que te dice que hay que convertir todo en un producto que compita en un mercado”.

Es decir, “el límite a la conversión en productos ha ido avanzado”: pasó con el suelo o la vivienda, pero hace veinte años nadie hubiera pensado que el vehículo particular pudiera convertirse en un taxi o que la vivienda pasara a ser un hotel. Y se ha “aceptado” gracias a que “ha simulado ser un avance tecnológico” pese a que ha ido acompañado de un proceso de empobrecimiento.

Porque los sueldos se cobran en pesos y el suelo vale dólares, ha parafraseado, incidiendo en que ahora se ha puesto al residente a “competir” por el mismo espacio con la persona que viene de fuera y que puede tener ingresos mayores, mientras el trabajo  “ha perdido valor frente al consumo”.

Y “al poner la ciudad en el mercado hay muchas personas que pueden sacar partido”, en un país que tiende al capitalismo popular con la vivienda como inversión, que lleva a muchos propietarios a optar por poner su vivienda para usos turísticos, por días o semanas, en lugar de alquileres estables.

«DOS PAÍSES DENTRO DEL MISMO PAÍS»

Todo esto tiene repercusión a todos los niveles: en lugares como Baleares ya faltan médicos, profesores o policías, que o bien renuncian a la plaza ante las dificultades para conseguir vivienda estable, o que acaban viviendo en condiciones precarias, llegando a darse casos de aparcamientos para caravanas en los que se acaba viviendo; y en el plano comercial, los negocios se reducen, en Barcelona, por ejemplo, la hostelería tiende a una hiperespecialización en productos de preparación rápida y poco variada, con salida casi inmediata en establecimiento casi monográficos (kebap, tacos, etc…)

El riesgo, ya detectado en muchos países, –e interesante para sacar a colación en un país en el que los debates territoriales se centran en nacionalismos e independentismos – es que “se creen dos países dentro del mismo país”.

INVITA A SALIR DEL LENGUAJE DE LA RESISTENCIA PARA PASAR A LAS PROPUESTAS

Jorge Dioni lanza dos reflexiones sobre cómo encarar el “vaciamiento de la ciudad”. La primera, la advertencia de que es un tema que parece preocupar sólo a sectores progresistas, por lo que se dirige a las personas conservadoras para llamar la atención sobre cómo “el mundo que te gusta, la ciudad que te gusta, si toda esa gente se va, va a cambiar, y quizás lo que viene no te guste, y ciertas tradiciones no vayan a continuar”.

La segunda, desde su perspectiva de profesor de escritura, es una invitación a “salir del campo semántico de la resistencia”. Es decir, ahora todo este fenómeno se plantea aludiendo a una “ciudad sitiada” o llamando a resistir. “Ese campo es limitado y crea una mentalidad muy particular, muy cerrada”, por lo que anima a ser más propositivos, lanzando ideas o soluciones, incluso de cosas que puedan no funcionar o parecer “alocadas”, pero que rompan el marco mental de la resistencia, el riesgo del derrotismo.

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