En Santander se contabilizaban un total de 92.442 viviendas, de las cuales  el 79,4% eran principales, el 9% secundarias y el 11,6% se encontraban vacías. (Ese porcentaje, por cierto, en Ribamontán al Mar, con núcleos tan importantes como Somo, donde la vivienda secundaria llega al 44,46%, superando ya este uso a la vivienda principal).

Es decir, alrededor de una quinta parte de las viviendas de la ciudad son o vacías o secundarias, destinadas fundamentalmente a usos turísticos, según datos recopilados por Landlab y Espacio Tranversal, el equipo redactor del Nuevo Modelo de Ciudad de Santander.

Santander Hábitat Futuro llama la atención sobre el progresivo aumento de la vivienda vacía, la escasa adaptación tipológica a la creciente diversidad de hogares, la potencial relación entre el aumento del precio de la vivienda y el creciente alquiler de apartamentos turísticos o el impacto de la escasa conservación y accesibilidad del parque edificado.

Según el modelo, el número de viviendas principales se incrementado en un 8.71% respecto a las existentes en 1991, mientras que las secundarias utilizadas puntualmente a lo largo del año han experimentado un crecimiento más significativo del 30.31%.

El efecto de la actividad turística en los barrios tiene un impacto directo en su funcionalidad, transforma el tejido comercial y puede sustituir el uso residencial por el alquiler turístico, advierten.

Y añaden que el exceso de vivienda turística puede provocar expulsión de población residente por competencia en los precios, y por tanto, pérdida de identidad del barrio y de la funcionalidad en la ciudad de proximidad.

En Santander la vivienda turística representa ya el 2% del total, mientras que la media española es del 1,3%, y los municipios con mayores tasas alcanzan el 2,4%.

El crecimiento de la vivienda turística en Santander se observa principalmente en los barrios del casco urbano, y en los limítrofes con la playa de El Sardinero.

EL EQUILIBRIO ENTRE USOS ECONÓMICOS Y RESIDENCIALES

En el repaso al panorama económico en la ciudad, el Nuevo Modelo de Ciudad analiza el peso de los distintos sectores en los barrios y su relación con la vida residencial.

Y afloran barrios donde las oportunidades productivas y educativas son más débiles como en los barrios de La Albericia, Calle Alta, Entrehuertas-Prado-San Roque y los dos barrios anexos a la calle Fernando de los Ríos. Son barrios en los que el equilibrio entre actividad y residencia se aleja del óptimo por exceso o por defecto, en los que el tejido social tiene un nivel formativo básico y con empleos de baja remuneración.

Por el contrario, destacan los barrios más dinámicos y con mayores oportunidades: son Puertochico, Estaciones-Catedral, San Fernando y Cuatro Caminos.

Así, barrios de reciente construcción como Valdenoja y la S-20- La Torre se sitúan en menos de un 1% de equilibrio entre actividades productivas y el residencial, y barrios con vulnerabilidades urbanas como Entrehuertas-Prado San  Roque y Los Ríos-La Encina alcanzan el 3% de apartamentos en alquiler turístico.

FORMACIÓN Y EMPLEO

El nivel formativo está directamente asociado a las oportunidades de una población, de modo que la distribución de la población en función del nivel de estudios nos permite ver potenciales desigualdades en la ciudad.

En este sentido, la población con el nivel formativo más bajo se concentra en el casco urbano, siendo los barrios con mayores porcentajes de personas sin estudios y personas con tan solo estudios de primer grado: Castilla-Hermida – Pesquero , La Albericia y Los Ríos-la Encina- Los Pinares.

Y esta información contrastada con la renta de los hogares permite volver a observar que los barrios con potencialmente peor empleo se localizan en el casco urbano, seguidos de los barrios periféricos de Nueva Montaña, Peñacastillo – Hermanos Calderón.

A su vez, existen barrios como La Albericia, Campogiro-Cajo, Nueva Montaña y Camarreal que aquejan un exceso de actividad debido a la presencia de grandes superficies industriales y terciarias.