Santander 1942, el fin del desarrollismo

El Nuevo Modelo de Ciudad entierra la expansión urbanística para centrarse en la regeneración de lo ya existente y la adaptación de nuevas tendencias globales
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Para empezar, hay que recordar lo más básico, de dónde venimos en materia de urbanismo, historia y poder, valga la redundancia.

El urbanismo, que es la forma de ordenar pueblos y ciudades, los espacios públicos de convivencia por excelencia, tuvo un big bang en Santander en 1941. Ese fue el año en que se quemó parte del centro de Santander (no todo el centro, ni mucho menos toda la ciudad).

Lo cercano de la fecha del 41 al 39 nos cuenta de por sí muchas cosas: una Guerra Civil recién concluida y un nuevo régimen militar que iba imponiendo a la fuerza la definición sobre la marcha de  nueva estructura de poder.

Ese poder se encontró de repente un solar en el que aplicar las tendencias arquitectónicas de la dictadura, la teoría de la ciudad orgánica que apelaba a la concentración de edificios del poder (político, económico y religioso) en la misma área, expulsando a los márgenes y lejanía a los habitantes y actividades que sobraban, incluyendo los propios residentes originarios de esas zonas. El centro, eje simbólico del poder, fue repoblado por  las nuevas élites político-militares y las profesiones y sectores económicos que se fomentaron.

El propio hecho de la dictadura, tan seguida de la guerra civil, nos da otras claves: desde la sucesión de shocks encadenados en la población (antes de la guerra, el golpe de Estado, la guerra, la posguerra y el incendio) hasta la evidente e innata a las dictaduras supresión de libertades: sin medios críticos y con trabas a derechos como el de manifestación, expresión o huelga, las imposiciones del poder de la época, con el añadido de su ligazón militar y el respaldo religioso, tenían vía libre para su implantación.

Lo que se ha vivido después en la capital de Cantabria es la extensión de ese modelo durante décadas, con una preponderancia de las empresas constructoras que ha sido palpable hasta hoy día, y ahí está el ejemplo del Grupo SADISA como encargado, durante mucho tiempo, de gestionar algo tan poco ligado a la construcción como la limpieza de la ciudad y la recogida de basuras.

Placa que identifica el primer edificio construido tras el incendio de Santander

El hilo entre ambas tendencias, el incendio y la burbuja, lo analizamos en detalle en ‘Expulsados. Santander, la transición urbanística pendiente’.

Algunas cosas cambiarán en el próximo instrumento urbanístico principal, que ya cuenta con la definición del Nuevo Modelo de Ciudad en el que en lugar de fiarse todo a la expansión urbanística, se recogen nuevas tendencias internacionales en habitabilidad

MÁS VIVIENDAS NO ES IGUAL A MÁS POBLACIÓN

La población del municipio de Santander aumentó históricamente y de forma gradual hasta los 191.079 habitantes de 1991.

Desde entonces, y en los últimos 30 años, su población ha ido descendiendo de forma paulatina hasta los 172.221 habitantes (2021), perdiendo unos 13.000 habitantes, frente a un crecimiento de población en su área de influencia, el área metropolitana, que no es equivalente a esa población, lo que se puede interpretar como que al margen de la absorción de la población perdida por la capital, en esos municipios se crearon las condiciones para mayores incrementos.

Pese a esos datos, en los planes generales más recientes, el de 1997 y el de 2012 (anulado por el Supremo, lo que hace que el que esté vigente sea el del 97), no reflejaron esos cambios que ya  se estaban produciendo.

Al contrario, se caracterizaron por cambiar la clasificación de suelos rústicos a urbanizables, previendo al hacerlo un incremento de población que implicaba mayores necesidades de suelo adaptado para la construcción de nuevas viviendas.

La evaluación refleja que las expectativas de crecimiento no se cumplieron en su totalidad: algunos de los sectores sí se desarrollaron, principalmente los suelos ya urbanos de la S20, Valdenoja y algunos suelos de San Román, y los sectores urbanizables S3 y S4 en Peñacastillo y Nueva Montaña.

Santander Hábitat Futuro descarta expresamente la relación entre construcción de nuevas viviendas y aumento de la población: “el declive demográfico de Santander no se produce tanto por la falta de acceso a una nueva vivienda (cuyo ritmo de construcción solo se ralentizó en la crisis) sino por el abandono de la ya existente, y por la reducción del tamaño de la unidad familiar”.

Y llaman la atención sobre otro dato, el hecho de que el 75% de la vivienda que va a ocuparse para el 2050 ya está construida al día de hoy, es decir, “Santander cuenta ya con los recursos materiales del futuro”.

Esa realidad lleva a la apuesta por la regeneración de la ciudad existente,  mejorando los barrios vulnerables y reconstruyendo espacios no consolidados.

El objetivo es evitar el acelerado vaciado de la ciudad existente y devolver población al casco urbano; sin olvidar los crecimientos de proximidad, los bordes urbanos inacabados que deben cerrarse y funcionar como colchón de alojamientos posibles en caso de que la dinámica demográfica y residencial cambie.

LA RECONQUISTA DE LA CIUDAD

El equipo de Landlab y Paisaje Transversal apuesta por una estrategia de “reconquista temporal” de las parcelas urbanizadas, lo que bautiza como un urbanismo del “mientras tanto”, citando por ejemplo el problema de locales y usos vacíos, recordando que  “ya existen fórmulas flexibles” para activar estos espacios con intervenciones mínimas que son capaces de generar efectos en forma de apropiación comunitaria, de reactivación de la vida social, etc:  desde usos deportivos hasta huertos comunitarios, “estos espacios requieren de imaginación para poder intermediar entre todos los intereses en juego, con una lógica más abierta y horizontal”.

El modelo vigente hasta la actualidad se ha reflejado en que la atención al suelo dotacional ha recaído exclusivamente en los nuevos desarrollos, para los cuales la legislación urbanística establece unas determinaciones de reservas de suelo correspondientes a viario, zonas verdes y equipamientos, sin trabajar en la regeneración o dotación de servicios en la ciudad consolidada, o la creación de nuevos servicios más adaptados a los nuevos tiempos y, incide el equipo, la conectividad y articulación.

 

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