El tour que nunca fue libre: la viralidad invisible que normaliza la explotación sexual

Nueva Vida apela a luchar contra la industria del proxenetismo y la normalización de la prostitución, tras conseguir un vídeo viral en colaboración con Postureo Cántabro con un falso free tour sobre los pisos en los que se ejerce en Santander
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La expresión free tour –esos recorridos turísticos al margen de agencias que, al igual que un McDonald, hace años nunca imaginaríamos ver en Santander– lleva en su propia esencia la palabra libre. Y en la prostitución, es decir, la explotación sexual de las mujeres más vulnerables, hay de todo menos libertad, como apuntaba Beatriz García Justamante, responsable precisamente de los programas de atención a las víctimas en la asociación Nueva Vida, en la concentración en la Plaza del Ayuntamiento de Santander con motivo del Día Internacional contra la Explotación Sexual y Trata de Personas.

Como la coerción física, las amenazas a las familias en los países de origen, la vulnerabilidad económica o el aislamiento social, factores que están detrás de la prostitución y que lo alejan de cualquier decisión que pueda considerarse libre, señalaba.

Este año la conmemoración ha sido especialmente visible gracias a que han conseguido lo que desea cualquier campaña: la viralidad en redes que acaba saltando a medios nacionales. Seguro que os ha llegado, un vídeo de una suerte de freetour por las calles de Santander que iba recorriendo los pisos donde se ejerce la prostitución (los lugares de explotación ya no son sólo los clubes, de hecho, la última memoria de la Fiscalía apunta a que son más los pisos, 46, que los locales, 10).

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Una acertadísima idea del equipo de comunicación de Nueva Vida y de Postureo Cántabro, una cuenta que ‘surte’ de contenidos y tópicos reconocibles sobre Cantabria, y que en este caso aportó su potencial de seguidores a un mensaje que acabó desbordando y que funcionó porque en pleno momento de turisficación extrema en Santander y con la naturalización social que hay de la prostitución, en el fondo parecía que un tour así podría suceder (los más hechos a redes reconocieron enseguida el viral, que causó confusión en muchos otros, incluso en instancias a las que se presupone más conocimiento).

En este caso escandalizó –y provocó rechazó unánime en los comentarios y mensajes, evidentemente hubo de todo– porque era muy a la vista. Pero día a día en las ciudades esa misma realidad sucede sin que trascienda, con un aceptación tácita, con invitaciones a acudir en despedidas de soltero o cumpleaños.

A lo que se suma lo que en Nueva Vida advierten que es la otra cara de la explotación sexual, la pornografía, que funciona como «escuela» para ‘aprender’ (sic) que los cuerpos de las mujeres sólo sirven para la satisfacción inmediata.

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De ahí al comercio de mujeres va una aberrante coherencia lógica que es posible gracias a que se ceba con las más vulnerables: las que no tienen dinero, las que no tienen red social que las proteja porque vienen de otros países o no tienen familia, menores de edad solas e incluso, como ha retratado Mabel Lozano en sus dos últimos documentales, las mujeres con algún tipo de discapacidad.

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La normalización es tan extrema que en Cantabria constan episodios con agentes de la Guardia Civil, que deberían velar por la Ley, denunciar ilegalidades y proteger a las víctimas, en lo que no deja de ser, la prostitución, una manifestación más de la violencia de género, la que afecta a las mujeres sólo por el hecho de serlo, normalizada en lo institucional hasta el punto, también, de que el mismo Ayuntamiento que lanza campañas sensibilizadores mantiene en su puesto a un asesor condenado por violencia de género contra su mujer, que además es también policía.

Desde Nueva Vida, su gerente, Julio David García Justamante, apelaba a medidas urgentes, concretas, reales e inmediatas contra la industria de la explotación sexual, insistiendo en que «ninguna mujer nace para ser explotada y ninguna niña quiere ser prostituida».

La organización también defendió la creación de la figura del defensor o defensora de la ciudadanía en los grandes ayuntamientos, con el objetivo de facilitar el acceso de las víctimas a la ayuda y a los recursos. «Pedimos respeto, justicia y reparación», recalcó el presidente de Nueva Vida, que insistió en que «el deseo no justifica la violencia».


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