La ‘expulsión’ de las caravanas de Mataleñas, una señal de alerta contra el asalto del cemento a la costa norte
La retirada del aparcamiento de caravanas proyectado en Mataleñas se ha convertido en un ejemplo de presión vecinal efectiva frente a actuaciones urbanísticas que amenazan los espacios naturales del norte de Santander, y tiene mucho que ver con el historial peleón del pueblo de Cueto y con el arraigo a los espacios naturales que conservan.
En este caso, lo más chocante resultaba la justificación del Ayuntamiento de que el proyecto era para «renaturalizar» (sic) Mataleñas: basta un paseo por donde se iban a colocar las caravanas para conocer que ya es bastante natural y que meter 30 caravanas con infraestructura logística no iba precisamente a mejorarlo.
La aplicación de los términos verde o sostenible es recurrente para justificar obras que acaban siendo de asfalto o cemento, como saben bien en el pueblo de Cueto, que no olvida la perversión de la senda costera –cuyas obras llegaron a parar físicamente- , que bajo la excusa de adecuar un sendero acabó metiendo maquinaria pesada y puentes, o, más recientemente, el Parque 2020, en la misma zona, en el que con el argumento de un homenaje a las víctimas del COVID se ejecutó un proyecto, ejecutado sin competencia real, cuyo mayor presupuesto se iba en obra civil.
En este sentido, toda la zona de la costa norte, una de las pocas reservas naturales de la ciudad y que ha sido objeto de deseo urbanístico –frenado en parte por el Plan de Ordenación del Litoral– es objeto de proyectos incluidos en el Plan de Sostenibilidad Turística, financiado con fondos europeos.
Este plan agrupa distintas actuaciones bajo el discurso de la “renaturalización” y la diversificación de la oferta turística.
Entre las actuaciones previstas destacan varias líneas de intervención que podrían incrementar la presión sobre un litoral ya tensionado.
Un bloque de acciones contempla la creación de corredores verdes y senderos costeros con señalización, pasarelas y miradores para atraer visitantes.
El plan también incluye obras de acondicionamiento y rehabilitación de infraestructuras, una categoría amplia que abarca desde muros de contención hasta alumbrado y nuevas canalizaciones.
En paralelo, se plantean proyectos de revegetación y plantación de especies autóctonas, pero acompañados de mobiliario urbano. Las asociaciones ecologistas advierten de que este tipo de partidas suelen representar solo un porcentaje mínimo del presupuesto global, funcionando como “maquillaje verde” frente al peso real de la obra civil.
Otro eje son las campañas de promoción turística del litoral norte, con señalética e itinerarios para atraer visitantes hacia Cueto y Valdenoja. El riesgo en este caso es un incremento de la afluencia de turistas que agrave problemas ya detectados en otras zonas costeras, como la erosión, la acumulación de basura y el aumento del ruido.
Finalmente, se contemplan obras de reparación del litoral costero vinculadas al Plan Litoral, entre ellas la reposición de balaustradas y elementos urbanizados. Estos proyectos consolidan infraestructuras duras en espacios naturales, dificultando su reversión futura.
Los antecedentes de la senda costera, el Parque 2020 y, ahora, el aparcamiento de caravanas hacen que la duda sobre si la sostenibilidad traerá más cemento sea más que razonable. Afortunadamente, la historia demuestra que en Cueto, pese a los intentos de frenarles, siempre hay alguien de guardia.
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