AI pone voz a las mujeres de diferentes colectivos durante la pandemia

La primera publicación cuenta con la participación de 'Lola' una mujer de 73 años que no se siente identificada con el grupo de riesgo al que pertenece
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‘Amnistía Internacional’ la ONG conocida por luchar contra los abusos de los derechos humanos y cambiar las leyes que tratan de legitimarlos, pone en marcha una serie de publicaciones con las que trata de dar voz a mujeres mayores, migrantes, trabajadoras de la salud o cuidadoras entre otras, para explicar como están viviendo la pandemia sanitaria global. Una iniciativa para dar voz a aquellas mujeres que luchan diariamente por ser escuchadas.

La serie que ya cuenta con dos posts publicados, se estrena contando la historia de ‘Lola’, una activista de ‘Amnistía Internacional’ que considera estar viviendo un confinamiento privilegiado comparándolo con las tragedias vividas de tanta gente, y aún con sus 73 años de edad no se siente identificada con el grupo de riesgo de la gente mayor al que le atribuyen.

Considera que la sociedad de consumo usa a la gente mayor no mencionándolos ni siendo protagonistas en una sociedad donde solo caben buenas noticias y en las que son sustituidos por placebos como ‘tercera edad’, ‘gente de más edad’ o ‘envejecimiento activo’.

Más allá de la visión que nos muestra la publicidad sobre este colectivo, en la vejez y de manera más destacada las mujeres, son las que suelen hacer una gran vida cultural y social, haciendo viajes, llenando cines, teatros, museos, talleres, visitas guiadas por las ciudades y siendo cuidadoras de la infancia y activistas en muchos casos.

Con la llegada de la pandemia sanitaria, las medidas del estado de alarma y el tratamiento de los medios de comunicación, la imagen pública de la gente mayor ha sido cambiada reduciéndola a un grupo de riesgo en el que pasan a ser un estereotipo, sin sexo, clase social, vulnerables, sin responsabilidad y sin voz.

Debido a la aparición de este virus ‘Lola’ destaca que se ha dejado al descubierto las carencias más elementales de los servicios socio-sanitarios, en el que las residencias han sido las mas afectadas para las personas usuarias, así como el personal mayoritariamente femenino. Cuando ha querido buscar más información sobre las recursos y servicios disponibles se ha dado cuenta de que los últimos datos sobre el ‘IMSERSO’ datan de diciembre de 2015, siendo escaso el interés público para desarrollar medidas que ya contemplaba la ‘Ley de Dependencia de 2006’.

La vejez es un colectivo feminizado, y con ella los cuidados que están siendo realizados de manera mayoritaria por mujeres menores de 65 años que, al no haber servicios públicos que cubran estos puestos son llevados por dichas mujeres de manera informal, siendo a su vez las que reciben casi la mitad de esos cuidados al superar esa franja de edad.
Las mujeres también son las mayores usuarias en los servicios profesionales, siendo las dos terceras partes del total de personas que usan teleasistencia o atención domiciliaria, y en el que un 70 % son las habituales en los centros de día y residencias.
‘Lola’, finaliza reivindicando la precariedad de los servicios a los que se han tenido que enfrentar las personas que trabajan en el ‘Sistema de Atención a la Dependencia’ en la cual han sido muchas las trabajadoras que han debido viajar en transporte público sin que la empresa subcontratada por el ayuntamiento les facilitara una mascarilla, aun perteneciendo a un trabajo tan esencial como el que desempeñan.

Es por tanto necesario algunos derechos para hacer frente a las carencias reales de las mujeres mayores, tales como la independencia para vivir de acuerdo a sus preferencias y capacidades, participación en las políticas que las afectan, cuidados profesionales, pagados y valorados socialmente, y dignidad para no ser discriminadas por razón de sexo, edad, etnia, diversidad funcional o contribución económica.

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