#SinMujeresNoHayDemocracia

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No os voy a engañar. Soy un español afincado en Bélgica que ha recibido con alegría la victoria de Syriza en Grecia. La victoria del pueblo frente a la Troika y el austericidio. La victoria del cambio.

Por lo pronto, entre las primeras medidas que se van a llevar a cabo por el gobierno de Tsipras está ofrecer electricidad gratuita a 300.000 hogares, detener las privatizaciones y aumentar el salario mínimo (por encima del de España).

No os voy a engañar. Recibo la noticia de que ninguna mujer será ministra en el gobierno griego y me sienta como una patada en los huevos, porque el cambio no es completo, porque #SinMujeresNoHayDemocracia.

Hace un tiempo escribí sobre la paridad en las listas electorales y la igualdad que entraña de fondo y creo que es momento adecuado de rescatar aquel texto de las fauces de mi cuenta de Facebook, perdido entre vídeos de YouTube, recortes de prensa y ‘me gusta’. Así que, ahí os lo dejo. Pero lanzo una única pregunta:

¿Acaso no existe en Grecia ninguna mujer preparada para llevar un Ministerio?

El tema y EL TEMA (escrito en marzo de 2014)

Hace dos semanas discutí (hablé, charlé, nada de gritos) con dos personas diferentes sobre un mismo tema en momentos distintos sacando la misma conclusión (tres tristes tigres comían trigo en un trigal). En posiciones ideológicas, se podría decir que uno estaba a mi derecha y el otro a mi izquierda.

Cualquiera que me conozca, me lea o me sufra, sabrá que yo no soy el 5 en la escala sociológica del CIS. Ya he dicho varias veces que a Rosa Díez y su “no soy ni de izquierdas ni de derechas” le va a votar otro, ya que éste que ahora escribe, no está por la labor. 

El tema, en ambas conversaciones llegó de improviso, ya sabéis, en esas conversaciones en las que hablas de todo un poco, hablas de una cosa, de otra, de los recortes, del Cholo Simeone y del “Aleti”, del campechanismo de Mariló Montero y Toñi Moreno, de las Marchas de la Dignidad, del cinismo de Cospe y Espe, de los gorilas de Cabárceno y de Melody (¡uh! ¡uh! ¡uh!), de lo bueno que hizo toda la semana, de lo prometedor que parece un político joven que está saliendo ahora (Rubalcaba creo que se llama), del paro y el futuro incierto que me/te/nos/os espera, y de un largo etecé, etecé, etecé.

Habéis leído ya dos párrafos y todavía no he dicho el tema. Perdón. El tema en cuestión es…(redoble de tambores)…la paridad en política. Y diréis “Pues vaya. Joder, Isra, vaya mierda de tema. Pensé que sabías la fórmula secreta de la Coca Cola o de cómo, teniendo millones de beneficios, se le permite hacer ERES.” Pues no, el tema es la paridad y el debate respondía a “¿a favor o en contra?”. Y no, no es un tema de mierda. Es tan importante como cualquier otro.

Para el que lo desconozca, contextualizo el debate: En 2007, se aprobó la Ley de Igualdad en la cual, entre otras cosas, se fijaba que, a partir de ese momento, los partidos políticos tendrían que confeccionar candidaturas para concurrir a las elecciones en las que las mujeres, al menos, deberían estar representadas un 40% en las listas, en tramos de 5 puestos, salvo en las localidades de menos de 5.000 habitantes. Es decir, de cada 5 puestos, al menos 2 tendrían que ser para mujeres. Y viceversa.

En el primer párrafo comenté que los tres de la discusión sacamos la misma conclusión sobre el tema: en unas listas electorales deberían ir aquellos (o aquellas) que estén mejor preparados, aquellos que el partido considere con las mejores cualidades para defender y aplicar su programa, con independencia de su sexo.

Entonces, si los tres estábamos de acuerdo y entiendo que todo el mundo estaría de acuerdo en ese argumento (si alguien no lo está que lo diga, por favor, que estoy dándolo por hecho), ¿por qué seguir con el debate? ¿Cuál es el fin de esta medida? ¿Cómo justificarla habiendo dicho lo anterior? La única respuesta posible que se me ocurre para poder entenderla (y en su caso, defenderla) es que el tema, la paridad, pretende sacar a la luz EL TEMA: LA IGUALDAD.

La Constitución en su artículo 14 dice: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Centrándonos en la razón “sexo” y obviando por esta vez el resto, lo cierto es que la realidad es bien distinta. No existe tal igualdad en nuestra sociedad.

No existe porque de primeras, todavía hay gente que considera al feminismo y al machismo polos opuestos y que ambos defienden la supremacía de un sexo sobre otro. Basta con ir a la RAE para ver que es erróneo, que mientras, efectivamente, el machismo defiende la superioridad del hombre sobre la mujer, el feminismo defiende los mismos derechos para ambos sexos. Y ya de segundas, la realidad cae sobres ellas como un mazo (empuñado por un hombre, por supuesto).

ELLAS son las mayores perjudicadas en el mundo laboral, cobrando menos por realizar la misma actividad que un hombre o directamente siendo descartadas en un proceso de selección por su condición de mujer.

ELLAS son las mayores perjudicadas con el “último” vestigio de esclavitud que existe en Europa: la prostitución, un asunto tabú que ningún gobierno se ha molestado en tratar, que está en el limbo de la alegalidad, y al servicio de las mafias.

ELLAS son las que sufren mayoritariamente la violencia de género.

ELLAS son las que son tratadas como idiotas e incapaces de tomar decisiones razonadas, como en el tema del aborto, que pretende ser legislado por el ministro más retrógrado y machista del Gobierno (aunque el meapilas del Interior no se queda atrás) en cooperación con el clero.

Y ahora es cuando, a ver si se me entiende, justifico la paridad en las listas habiendo concluido anteriormente que los mejor preparados deben estar en los puestos más destacados, sin importar su sexo.

Pues bien, entendiendo que los políticos deben ser ejemplo de modelo de conducta y comportamiento (sí, ya sé que eso ahora mismo no abunda) y entendiendo que “aquello de lo que no se habla acaba desapareciendo”, la paridad es necesaria.

Una lista paritaria nos recuerda que, aunque en la teoría se promulgue la igualdad, la realidad no lo es y por ello el político debe mostrarlo, denunciarlo y luchar por conseguirlo, siendo la elaboración de las listas paritarias una herramienta para tal fin. Es decir, se «pare» una «igualdad ficticia» para contribuir a alcanzar una igualdad real.

No sé si al leer esto sacas algo en claro o no, pero al menos he conseguido que “se siga hablando de algo para que no desaparezca” y ya sólo por llegar a estas líneas te lo agradezco.

Por último añadiré que conseguir la igualdad es cuestión de todos, pero (y ahora me dirijo a ellas) a vosotrAs os toca pelear más. Aun así, sabed que no estáis solas.

 

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