La propaganda, el juego que perdemos todos

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¿Es Corea del Norte un país en el que se echó como comida a los perros a un disidente del régimen? ¿Es un lugar donde se da a elegir entre 18 cortes de pelo (en serio hay 18 tipos de corte de pelo)?

¿O por el contrario es un país idílico donde todo el mundo se siente una familia y ven al gobernante como un padre?

En su estancia de 10 días continuamente vigilado (y con vigilantes a los vigilantes) en el país de Norcoreano, el productor y director santanderino Alvaro Longoria, santanderino que ha trabajado con grandes como Benicio del Toro u Oliver Stone, ha logrado retratar varias certezas: que las personas y los escenarios que selecciona un régimen cerrado siempre encajan con la visión del  mundo del poder, en este caso, en un país, Corea del Norte, que consiguió pasar, en un gran salto adelante, del 1950 de la Guerra al 1984 de George Orwell.

¿Va Corea del Norte a enviar bombas a Estados Unidos? ¿Va Estados Unidos a invadir a Corea del Norte en cualquier momento? Los espectadores más devotos de ambos países así lo temerán, a tenor de lo que escuchan cada noche mientras cenas, porque la propaganda es una calle de doble dirección en la que los debates se producen plasma a plasma.

Álvaro Longoria, en la presentación de The propaganda game

Álvaro Longoria, en la presentación de The propaganda game

Si algo deja claro el documental de Álvaro Longoria, que presentó ayer en la Filmoteca de Cantabria (y que a partir del 15 de diciembre estará ya en Netflix), es que la propaganda cala.

Y la palabra cala es por algo, porque se trata de una lluvia que, poco a poco, acaba dejándote empapado.

Con una diferencia: normalmente, cuando te mojas, lo sabes, lo notas. Pero si lo que te ha caído encima es propaganda, en especial de los tuyos, te parece bien. Incluso aunque ridiculice la lógica. Incluso aunque choque con los documentos oficiales. Incluso aunque viole los hechos.

Y así es como se vende un presupuesto estatal como social porque las cifras de cobertura a los parados han crecido (básicamente por el aumento de los parados) y a la vez se vende la reducción de las cifras unos años después (por el fin de las ayudas) como un síntoma, el enésimo, de la recuperación.

Así es como los discursos en el parlamento cántabro hablan de reducir los altos cargos y congelar los salarios, semanas después de ampliar la estructura de la Administración y mientras aún está caliente en el horno el documento de los presupuestos que recoge una subida de un 1%.

Así es como se construye a toda prisa un vial omitiendo que la rapidez iba a ayudar a que fueran otros quienes lo pagaran y que acaba infrautilizado, porque los propios documentos municipales hablaban de un descenso en el tráfico.

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Y así es como alguien en quien nunca han pensado para unas listas en las que había personas más cercanas que situar o salvar vende una renuncia a estar en el sitio donde se forjarán los liderazgos nacionales y autonómicos pase lo que pase en las elecciones generales.

Si creemos los discursos, si creemos las versiones de parte de los propios protagonistas de determinadas decisiones, acabaremos empapados de propaganda.

Pero también podemos mirar documentos, aplicar espíritu crítico y pensar a quien benefician determinados relatos. Podemos mojarnos, sí, pero a base de información. Y podemos usar entre todos un paraguas. Es hora de contar las cosas de otro modo.

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