Grupo Alceda tacha de «atentado» la intervención de Okuda en Ajo: «Los faros son bellos por sí mismos»

Cuestiona que "el turismo culto y de calidad que queremos" se sienta atraído y no huya de estas actuaciones
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El Grupo Alceda, colectivo ligado a la defensa del patrimonio en Cantabria, ha publicado en su web una opinión sobre el proyecto para pintar el Faro de Ajo con los colores característicos de las intervenciones del artista Okuda, que tacha de «atentado contra la propia obra construida, además de hacia «el paisaje, la historia y las tradiciones».

En una tribuna, considera que la intervención prevista «hace entrever el mercantilismo y el populismo con el que las autoridades manejan y pervierten este patrimonio, esgrimiendo eslóganes exagerados hacia una Cantabria que dicen ‘infinita’, pero que acciones como estas vaciarían irremediablemente».

El texto está firmado por Luis Villegas, Maricel Losada, Ramón Maruri, Esperanza Botella, Miguel de la Fuente, Aurelio G Riancho, Domingo Lastra, Simón Marchan, Carmen Alonso, Esther Sainz-Pardo, María García-Guinea, Rosa Coterillo, Juantxu Bazán, Fernando Mantilla, Orestes Cendrero, Eva Fernández, María José G-Acebo, Mina Moro, Ana Lastra, Juan Carlos Zubieta, Virgilio F-Acebo, Karen Mazarrasa, Javier Gómez-Acebo, Lourdes Ortega, Alfonso Moure, Daniel Martínez Revuelta, Claudio Planás, Javier Marcos, Mercedes Fernández, Ignacio Lombillo, Jesús Ruiz, Javier R. Carvajal, Joaquín Mantilla, Fernando Abascal, Angela de Meer, Fernando Vierna y Ana Rubio.

En el artículo recuerdan que los faros constituyen «una parte importante del patrimonio de Cantabria», con nueve construidos en nuestra costa entre 1833 y 1930, siendo el más antiguo Cabo Mayor con su «bella y extraordinaria estructura de piedra que se eleva 30 metros sobre el nivel del suelo y 91 metros sobre el mar (su alcance es de 21 millas náuticas)» y el más joven, precisamente, el de Ajo, que se inauguró en 1930 y donde posteriormente, en 1980, se proyectó una nueva torre de hormigón armado de 15,7 metros de altura y a 71 metros sobre el nivel del mar, con un alcance es de 17 millas, para su reinauguración en 1985.

La hija del farero

Destacan que forman parte de «la memoria ciudadana y personal», con  un «valor patrimonial que se sustenta en sus valores funcionales (seguridad para la navegación), históricos, artísticos, constructivos, tecnológicos, económicos, sociales, culturales y paisajísticos». «Estas singulares estructuras, cuyo alzado y ubicación en lugares estratégicos y excepcionales se convierten en hitos referenciales de primer orden», subrayan.

Y añaden que «la cualidad que distingue los faros es la luz que culmina su columna, pues se construyen para que su irradiación sea vista y a la vez para permitir la visión alrededor», con su «mayor singularidad» que procede «del despegue de la tierra, su decidido ascenso hacia el cielo y su aislamiento, ya que cuanto más alto y separado del suelo esté, mejor y más lejos difundirá su haz de luz, para salvaguarda de las vidas de los navegantes».

«Los faros son bellos por sí mismos. La visita a estos esbeltos cilindros blancos que destacan sobre el verde de nuestros prados, el gris de los acantilados calizos y los fondos azulados o grisáceos del mar y las nubes, nos produce una inmensa paz y una gratificante experiencia, ¡que felicidad se siente al pasear por sus entornos!», argumentan, antes de cuestionar que «ahora parece que el faro de Ajo quiere pintarse con múltiples colores para que sea más alegre y dinámico».

«¿Necesita nuestro faro esto? ¿necesita Cantabria esto? ¿el turismo culto y de calidad que queremos, aprecia estas actuaciones o huye de ellas? Por similares motivos, podríamos poner colorines a un puente, o a una iglesia, o a una casona, o a una cueva paleolítica; así, estarían ‘más a la moda’?¿es este el modelo que queremos para nuestra región?, se preguntan.

Y critican además «la carencia de conocimientos» de una «acción desorientada e inevitablemente destructiva», con la que «quedamos perplejos al ver cómo se disuelve este patrimonio en 72 colorines que contradicen el sentido de sus formas arquitectónicas y su nitidez en el paisaje».

UN ATENTADO

El presidente del Gobierno, Miguel Ángel Revilla, en la presentación de la intervención artística del Faro de Ajo por parte de Okuda

Alceda no entra a valorar su «intención pictórica», porque considera que «se encuentra esencialmente fuera de lugar». «Un atentado hacia un patrimonio cada vez más escaso, cuyo valor artístico está inevitablemente asociado a la forma, material, color y relación con el paisaje, que acompaña a su función», insisten.

Por otra parte cuestionan la funcionalidad de la intervención artística. «¿Cuánto resistirá la materia pictórica la constante y severa agresión de los espacios costeros, así como la más que probada desidia, indolencia y muda de pareceres inherentes a los cambios de criterio y de intereses meramente tácticos de los equipos de gobierno institucionales frente al patrimonio cultural?», se preguntan.

Y lo contraponen con la «bien distinta» y «admirable remodelación y resignificación» del interior del Faro de Cabo Mayor en Santander.

Como puntualizan a las publicaciones en prensa, que han recogido recientemente la justificación institucional de «una primera atracción de un proyecto mayor en un enclave de locura», remarcan que «efectivamente el cabo de Ajo es el más septentrional de la costa de Cantabria y uno de los más accidentados». «¿Queremos un parque temático ahí? ¿es esta actuación, compatible con lo especial, frágil y singular que es este privilegiado lugar, que es reconocido como Zona de Especial Protección para las Aves? ¿Aguantará este espacio costero la marabunta de gente que le llegará?».

«¡Pobres pueblos de Bareyo que perderán la calma!», se lamentan.

Tourist, Wellcome to Cantabria

Y citan a Mario Vargas Llosa, premio Cervantes 1994 y Nobel 2010, en su obra ‘La civilización del espectáculo’, que alertaba del «peligro de la banalización del patrimonio, de la dictadura del papanatismo y del deterioro cultural de nuestro tiempo», con frecuencia «oculto tras la seductora máscara» de «proyectos estrella».

«Dejemos ya de prodigar la trivial y estéril ‘cultura del consumo’ y practiquemos, de verdad, el consumo de la Cultura», reivindican.

Por el contrario, entienden que estas actuaciones «pueden ser adecuadas en otros entornos y circunstancias», pero, «por favor», solicitan, «dejemos tranquilo a nuestro patrimonio y respetemos el modo en que fue concebido», porque «ha servido e interesa a la sociedad, lo hemos conocido, admirado y disfrutado; no lo desvirtuemos, no lo abaratemos, no lo frivolicemos».

«Cuidemos nuestro patrimonio, costa y acantilados», apelan finalmente.

 

 

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