‘La vergüenza de Europa’, el libro editado por La Vorágine que denuncia los campos de refugiados en Grecia
La Vorágine ya tiene un nuevo texto (in)surgente, un libro duro, necesario y con voces poderosas. ‘La vergüenza de Europa. Diarios desde el campo de concentración de Quíos’ ha sido redactado de forma colectiva por Angeles Cabria, Amaia Dra Simplifica, Amalia Gomez y Noemi Morral, y se encuentra disponible en su web, con un precio de 10 euros.
La Europa del siglo XX contienen campos de concentración en su territorio, con Grecia e Italia como “zonas cero de esa barbarie”, y financia campos fuera de sus fronteras, en lugares como Turquía, Libia o Níger, “que sepamos”.
Estos diarios personales desde el campo de concentración de Vial, en la isla griega de Quíos, son el testimonio de la barbarie europea, de unas sociedades y unos gobiernos en los que la política “post-Auschwitz” no parece haber mudado las formas de segregar, animalizar y provocar sufrimiento “a las y los Otros”.
Este texto colectivo es fruto del compromiso de mujeres que entienden que los ‘papeles’ no son importantes, que la humanidad debería ser un valor defendido con radical militancia y que denuncian a un sistema violento en todos sus extremos: el legal, el administrativo, el policial, el cultural…
Angeles Cabria, Amaia Erraiz Fernández, Amalia Gómez Nadal son profesionales de salud de diversos orígenes y realidades. Las une ser europeas y blancas, y portar una mirada crítica sobre la realidad. Todas ellas han trabajado como voluntarias en el campo de Vial, en la isla de Quíos (Grecia).
Por su parte, Noemí Morral es poeta e ilustradora. Ha publicado los libros Camí de cavalls (2019, Voliana edicions), Finestra poètica a Essaouira, (2016, edicions de l’Albí), y Tornar (2018, Voliana edicions).
LAS MIGRACIONES EN LOS BALCANES
La ruta de los Balcanes Occidentales fue el último lugar al que viajaron diversos activistas apoyados en la ‘Caravana Abriendo Fronteras (CAF)’, a una zona donde se repite la mezcla de emergencia humanitaria, campamentos de refugiados y falta de atención más allá de la que brinda la sociedad civil.
Esta ruta conecta Grecia con Austria a través de Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y, hasta 2015, Hungría. Al ser un itinerario terrestre que requiere cruzar varias fronteras, no es una de las vías de acceso preferente para los migrantes que quieren llegar a Europa occidental, pues requiere mucho más tiempo que el acceso por mar y, además, el riesgo de ser detectado y localizado por las patrullas fronterizas es mayor, como afirma ‘El Orden Mundial’.
La mayoría de personas que se deciden por la ruta de los Balcanes lo hacen porque no pueden permitirse pagar a un traficante que los lleve a Europa por mar.
El recorrido comenzó a popularizarse en noviembre de 2013, cuando Bulgaria emprendió la construcción de una verja en su frontera con Turquía para impedir el paso a los migrantes, que sería completada en agosto de 2015. Hungría comenzó a erigir su propia valla en su frontera con Serbia y Croacia en junio de 2015, lo que redujo aún más las posibilidades de los refugiados en ruta hacia Austria y Alemania.
Superados por la situación, los Gobiernos de Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia se vieron forzados a colaborar y en septiembre de 2015 establecieron un corredor humanitario para facilitar el tránsito de los refugiados hacia sus países de destino. El corredor se cerró oficialmente en marzo de 2016 por el acuerdo sobre los refugiados entre Turquía y la UE. Hasta entonces, los Gobiernos de las ex repúblicas yugoslavas intentaron gestionar el paso de los refugiados estableciendo campos de refugiados y racionando la ayuda humanitaria.
EL IMPACTO DEL COVID-19 EN LOS CAMPOS
Una de las primeras medidas durante la crisis por Covid-19 por parte del Gobierno Serbio ha sido cerrar las puertas de los 19 Centros de Asilo y de Tránsito que tiene el país y prohibir las salidas transitorias de la gente que vive dentro, con la única excepción de las personas que tuvieran motivos médicos.
Desde entonces, quedaron encerrados quienes ya vivían en los campos y muchos otros que fueron capturados por las fuerzas de seguridad en las ciudades y zonas rurales y que acabaron trasladados por la fuerza.
La capacidad total de los campos ronda las 6.500 camas pero, según las cifras oficiales, hoy habitan unas 9 mil personas, hacinadas en habitaciones, carpas y corredores, que cuentan a la asociación que “cada día se hace más difícil soportar el aislamiento, que no pueden comprar bienes ni ropa ni alimentos, que viven en habitaciones colmadas, que no pueden cumplir las medidas de distanciamiento físico y que por algún motivo están recibiendo raciones pequeñas de comida”.
Cabe destacar que se han sucedido otros momentos en que los campos estuvieron desbordados, pero es la primera vez desde que se inició la crisis migratoria en 2015 que se prohíbe el libre movimiento de las personas.
En el caso del campo Krnjaca, ubicado en las afueras de Belgrado, uno de los principales problemas es la falta de ropa. Los testimonios cuentan que varias personas que ahora están encerradas vivían en hostales o apartamentos y fueron detenidas en la vía pública y trasladadas directamente al campo, por lo que no pudieron retirar sus pertenencias.
A su vez, acusan que tampoco existe un servicio de lavandería ni cuentan con jabón para lavar la ropa a mano. Otro problema es la compra de alimentos: el único comercio habilitado maneja precios más elevados que un almacén normal y se dificulta obtener dinero desde el exterior.
En este sentido, nos comentan que la administración del campo accedió a organizar salidas custodiadas de pequeños grupos para que puedan retirar transferencias que familias y amigos les envían vía Western Union.
El episodio más triste según explican se vivió el 16 de abril, cuando un bote que cruzaba con unos 16 migrantes y 2 posibles contrabandistas locales desde Serbia a Rumania naufragó por la noche en las aguas del río Danubio.