Incertidumbre y cansancio en el SCS: así viven los sanitarios cántabros los rebrotes

«No sé cuánto podrán aguantar hasta que revienten»: El aumento de los casos se suma a un periodo de cansancio acumulado y ausencias por vacaciones
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Incertidumbre. Inseguridad. Preocupación. Expectación. Son los sentimientos que trasladan a EL FARADIO distintos profesionales del Servicio Cántabro de Salud al enfrentarse a los últimos datos ―contagios diarios, casos activos, residencias afectadas, etc.― ofrecidos por la Administración.

En estos momentos, Cantabria tiene unos 660 casos activos, con unos 50 ó 60 nuevos positivos diarios de media. Los últimos datos del Ministerio de Sanidad hablan de 20 sanitarios contagiados desde el inicio de la desescalada. Algunos medios hablan de la llegada de una segunda ola. El repunte de brotes ha dado una triste sorpresa a los sanitarios que esperaban que esta situación no ocurriera hasta octubre, como se preveía en un principio.

Estos sentimientos son comunes, y conforman un ambiente donde reina la inquietud: «La pregunta que más a menudo me hago es si el sistema sanitario podrá o no asumir la carga de esta segunda ola», nos confiesa un trabajador.

El estrés y el agotamiento emocional están por doquier; el personal ―y sobre todo quienes estuvieron en las famosas plantas COVID en hospitales― está cansado. Afrontan unos números que no hacen sino subir con una plantilla mermada por las ausencias vacacionales.

Precisamente otra de las preocupaciones que comunica un empleado está relacionada con este tiempo de descanso: el miedo a que se descontrolen los rebrotes y se llame a filas a todo el personal de vacaciones. «Hay gente muy quemada que necesita tiempo fuera, y no sé cuánto podrán aguantar hasta que revienten».

No es lo mismo un hospital que una base de ambulancias: la sanidad es toda una cadena de funciones y responsabilidades imprescindibles.

«SE NOTA LA LLEGADA DE TURISTAS»

Antonio Saiz Peña es médico de cabecera en el Centro de Atención Primaria (CAP) de Polanco. La carga de trabajo, según nos cuenta, es enorme: «En la época del confinamiento no estuvimos tan mal aquí, pero ahora tenemos una plantilla reducida y más carga por la llegada de turistas».

Además, cuenta que la ciudadanía «se ha soltado», que antes se tomaba la seguridad sanitaria más en serio. Saiz muestra un respeto al virus que cree que la gente está perdiendo. La mayoría no convive día a día con el aumento de las consultas, con los 40 o incluso 50 pacientes que atiende un médico de Atención Primaria (AP) diariamente, en vez de los 28 de máximo recomendado para una consulta de calidad.

La falta de personal endémica de la AP ―reconocida por Gerencia de Atención Primaria― se ve agravada por las vacaciones de los agotados profesionales. «Nos coordinamos para no dejar el centro desatendido», cuenta, pero cada ausencia se nota.

«Quieren que hagas cuanto más, mejor, porque faltan personas», dice de Gerencia. La entrevista es telefónica, pero se nota su preocupación: «No puedes estar haciendo esto eternamente; hay un punto en que la gente no puede más».

Ha visto  compañeros muy necesitados de vacaciones. Cuando nos despedimos, dos preguntas quedan flotando en el aire: ¿Cuánto sobrecargará el sistema el virus? ¿Podrán asumir esa carga extra?

«PROTESTAN POR QUEDARSE SIN FINDE»

Con la mitad de la plantilla de vacaciones, la situación es de muchísimo estrés en el Centro de Atención Primaria santanderino en el que trabaja Marcos. En realidad, Marcos no se llama así, pero ha preferido que no se publique su nombre.

El aumento de los contagios se está viviendo en su centro: «Cada vez llama más gente para hacerse la prueba, o se la mandamos hacer nosotros». La lista de espera telefónica para una consulta a distancia es de una semana y quienes se acercan para atención presencial deben esperar un rato en la cola que se forma en el exterior.

De todos los profesionales que hemos contactado, Marcos parece el menos sorprendido por los rebrotes; en su opinión, la desescalada fue demasiado rápida y ahora nos enfrentamos al resultado natural de esa prisa por abrir.

El ambiente con los pacientes está crispado. «La gente no quiere hacer los aislamientos; protesta por quedarse sin finde», asegura. Ha visto a muchos elevar el tono ante la recepción del CAP.

Aunque no justifica estos comportamientos, cree que el enfado es comprensible. «Ha habido un error de planificación; las vacaciones se podrían haber coordinado para hacerlas de forma escalonada, de manera que no sufriríamos las ausencias que ahora tenemos».

Achaca este error a la Administración, que ha cometido más de un error en tiempos recientes: el 14 de este mes, el sindicato UGT denunció que el Servicio Cántabro de Salud (SCS) repartiera mascarillas de uso no médico entre el personal sanitario. «El SCS no hizo una correcta elección de las mascarillas», según dicen en la nota de prensa enviada a medios.

Una mascarilla no médica cedida a un profesional del SCS. Imagen cedida por UGT.

«TODO EMPIEZA OTRA VEZ»

Alfonso Torre es liberado sindical, aunque se reincorporó a su plaza de enfermero de UCI en Valdecilla durante el confinamiento.

Nos cuenta el ambiente a su alrededor como «de expectación». El incremento de casos hace pensar que todo empieza de nuevo, aunque no creen que vuelva a ser como la primera ola. Bromeaban con si iban a poder irse de vacaciones y ahora temen una «llamada a filas» para los que se han ido y que se deniegue la petición a quienes aún tienen el descanso pendiente.

Sus expectativas para esta segunda ola son optimistas: «No creo que vayamos a tener la falta de Equipos de Protección Individual de marzo, así que los trabajadores estaremos más protegidos».

Sin embargo, sí hay un aspecto que le preocupa: la cantidad de profesionales de Unidad de Cuidados Intensivos. «No hay mucho personal acreditado para utilizar respiradores, y si se sobrecarga la UCI habrá que pedir ayuda a profesionales que no están especializados en este tipo de equipamiento».

«TENEMOS MIEDO DE CONTAGIARNOS Y LLEVARLO A NUESTRAS FAMILIAS»

Paulino González es técnico de emergencias sanitarias y trabaja en la base de ambulancias de Laredo en un soporte vital avanzado. En su caso, la preocupación por el coronavirus está solapada con un conflicto laboral que arrastran desde hace años con Ambuibérica, la empresa concesionaria del servicio de ambulancias del SCS.

Una de sus últimas reclamaciones tiene que ver con los turnos: «Durante el estado de alarma tuvimos turnos de 24 horas siguiendo las recomendaciones del SCS. Ahora, han vuelto a implantar unas jornadas de ocho horas», nos cuenta Beatriz Arenal, sindicalista de UGT en el comité de empresa de Ambuibérica.

Tanto el técnico de ambulancias como Arenal, cuyo cargo era jefa de tráfico, consideran los turnos de ocho horas durante seis días ―antes tenían jornadas de 24 horas con descanso de 72― como «de castigo». «Llevamos a juicio a la empresa por un exceso de horas que no nos habían pagado y la Justicia nos dio la razón. Lo que había hecho previamente Ambuibérica era cambiar los horarios a ocho horas, y se ofreció a devolvernos el de 24 horas si olvidábamos el dinero que nos debía».

Hay, además, razones de índole sanitario para estos turnos de un día completo. Al haber menor rotación de personas en una misma base o entre bases ―Meruelo y Solares, por ejemplo― hay menor probabilidad de transmitir el virus a un compañero o de esparcirlo por la comunidad.

Desde el sindicato Comisiones Obreras también han protestado por los turnos. Hoy, tienen en el servicio de ambulancias un positivo confirmado y otros cuatro trabajadores que estuvieron en contacto en aislamiento domiciliario. Originalmente fueron diez y desde el sindicato aseguran que el número sería la mitad del que es si tuvieran los turnos de 24 horas.

González nos cuenta que se sienten abandonados por la Administración. «Reclamamos constantemente y no nos escuchan. Tenemos miedo de contagiarnos y llevarlo a nuestras familias».

El turismo implica más gente para atender, y a esa subida demográfica se le une el repunte en los contagios. Considera la evolución de la pandemia como preocupante, y relata un ambiente de estrés entre los técnicos de transporte sanitario.

Al aumento de los servicios hay que sumarle la falta de medidas de seguridad. Arenal asegura que «la empresa no está cumpliendo el lavado de ropa, la desinfección de los vehículos o las pruebas a trabajadores», y cree que es fácil que los trabajadores de las ambulancias se conviertan en un foco de COVID.

SIERRALLANA: «COMO ENTRE EL CORONAVIRUS, SE CIERRA EL HOSPITAL»

Hablamos con Esther, aunque, al igual que Marcos, no se llama realmente así. Esta técnica auxiliar de enfermería (TECAE) ha preferido el anonimato.

En toda nuestra conversación ha hecho hincapié en un punto que considera fundamental: la responsabilidad ciudadana. «Parece que a la gente le falta concienciación; se lo toman a la ligera».

Trabaja en el hospital torrelaveguense de Sierrallana, y se muestra preocupada por los rebrotes: «No es un lugar muy grande, y, como entre el virus, se cierra».

Destaca la entrega de sus compañeros a sus labores, aunque puede que estas hayan cambiado. Un TECAE se dedica a la ayuda técnica, pero su trabajo ahora es en su mayoría desinfectar todo lo que toca un paciente. «Es una labor muy importante; en mi zona de trabajo pueden pasar unos 50 o 60 pacientes al día».

«NO DEBERÍA HABER PROBLEMAS»

Ante las preocupaciones de todos los sanitarios, el Servicio Cántabro de Salud garantiza que «estamos preparados para hasta ocho semanas de incidencia máxima del virus».

Así lo señala a EL FARADIO José Antonio Ruiz, jefe de servicio de contratación e infraestructuras del Servicio Cántabro de Salud, que nos ha dado unos minutos para responder a nuestras dudas respecto al material.

Tal y como detalla, Cantabria está apuntada a una compra de material del Estado por valor de 2000 millones de euros. La adquisición centralizada la lleva a cabo el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (INGESA), que repartirá lo comprado entre las autonomías.

Nuestra comunidad recibirá hasta 14 productos sanitarios diferentes, entre los que destacan mascarillas quirúrgicas, FFP2, FFP3, batas, guantes, gel… El SCS ya tiene material almacenado en distintos puntos de Santander y Torrelavega, y prevé estar completamente abastecido de reservas a principios de septiembre.

«Hemos hecho un cálculo al alza de lo que necesitaríamos en ocho semanas de incidencia máxima del virus y estamos preparados incluso para ese escenario. No debería haber problemas», cuenta a este medio.

«No nos va a coger desprevenidos desde un punto de vista de material», asegura, y añade que los respiradores, escasos en la primera ola, no serán un problema gracias a las compras de la Administración central y las donaciones privadas.

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