Foto: Twitter @FonsiLoaiza

El cántabro que se convirtió en la primera persona en derrotar a Glovo en los tribunales

Isaac Cuende es hijo del famoso dramaturgo cántabro, es actor y poeta, y también fue repartidor de Glovo. La precariedad de sus condiciones laborales le llevó a denunciar a la empresa y el Supremo le ha dado la razón al considerarle un falso autónomo
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El programa de radio ‘Carne cruda’, que se emite de lunes a viernes en Arco FM, justo después de EL FARADIO DE LA MAÑANA, ha tenido la oportunidad de entrevistar a Isaac Cuende, el santanderino que ha conseguido que el Tribunal Supremo le reconozca que trabajaba como falso autónomo en la empresa de reparto a domicilio Glovo.

Tuvo un accidente y se rompió el radio mientras repartía, pero en el momento de reincorporarse vio que su calificación en la aplicación que usan para trabajar había bajado. Si la calificación es más baja, las oportunidades de acceder a pedidos que repartir se complica, por lo que se precarizan sus condiciones. Cuende casi no podía acceder a nada, y entonces decidió recurrir a un abogado para denunciar a la compañía. Se trataba de Luis Suárez Machota, de SBO Abogados, a quien le agradece su labor por haber peleado hasta el final y conseguir este fallo favorable.

El camino judicial no ha sido nada sencillo. Primero perdió en el juicio de primera instancia, y esa derrota se extendió después al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Pero en el Tribunal Supremo ha conseguido una victoria que puede ser clave para el futuro de las relaciones que mantienen ciertos autónomos con las empresas para las que prestan un servicio.

Esa aplicación es a la que tienen que conectarse los llamados ‘riders’. Es decir, los repartidores. Es la manera de poder conseguir trabajo, pero cada uno de los ‘riders’ tiene una calificación que fluctúa dependiendo de su disponibilidad, o de la antigüedad en la empresa, o de si los clientes que reciben los pedidos dan una valoración del repartidor. Pero no tiene por qué significar que valoran si ha sido amable, sino también si ha llegado tarde, algo que no tiene por qué ser culpa suya, puede depender, simplemente, de la distancia entre la tienda de la que sale el pedido y el domicilio al que tiene que llegar.

La idea de un trabajador autónomo es que debe tener, como la propia palabra indica, una autonomía para desarrollar la actividad por la que factura a una o varias empresas. Sin embargo, la experiencia no funciona de esa manera. Cuando hablamos de repartir comida de casa en casa, hay unos horarios más determinados. Y si no muestran su plena disponibilidad en las horas de más necesidad, la aplicación también les penaliza.

«Es una actividad en que no pueden buscar autónomos», dice Cuende. Fue el primer repartidor de Glovo en Madrid, y en el momento de empezar no le sonaban mal las condiciones, pero tardó muy poco tiempo en ver que «no hay autonomía, no es real». Tenía entonces 50 años, y ahora 55.

«Necesitan saber de cuántos repartidores disponen en cada franja horaria». Incluso tienen la denominación de ‘horas diamante’ para definir los periodos en que se prevén más pedidos, como son los fines de semana o cuando hay algún programa de televisión de mucha audiencia, como pueda ser un partido de fútbol de gran relevancia. Es decir, lo contrario de lo que le dijeron al principio. Sin embargo, la empresa no les reconoce como trabajadores, con todo lo que ello conlleva a la hora de poder tener unos determinados derechos.

La aplicación se ha ido sofisticando con el tiempo, «para esclavizarte más», asegura Cuende. Trató de hablar con compañeros suyos para hacerles ver que esta empresa no debería funcionar así, sino que debería respetar ciertos derechos. Sin embargo, se lamenta de que «no hay unión» entre los trabajadores. Es difícil cuando se fomenta la competencia, porque los repartidores intentan lograr todos los pedidos posibles para poder trabajar más y alcanzar un sueldo mejor.

A la hora de ir a los tribunales, incluso, según Cuende, «tuve dos o tres compañeros que declararon en mi contra». «Glovo les llevó para explicar cómo funciona la aplicación y mintieron», asevera. Y también asegura que «hubo topos en un grupo de ‘Whatsapp’ que les pasaban los audios y la información a la empresa».

En la entrevista, el cántabro cuenta que, cuando se iba a producir el primer juicio «me ofrecieron dinero y les dije que no, que no era una cuestión económica, era un ataque a los derechos de los trabajadores».

«Lo que quiero ver es cómo Glovo tiene que contratar a los trabajadores». Eso es lo que espera Isaac Cuende tras esta sentencia, aunque él ya no preste sus horas de trabajo, sus horas en bicicleta bajo el sol, la lluvia, el calor o el frío por las calles de Madrid, ni sus ratos de estar pendiente de una aplicación en su teléfono móvil.

Cuende cierra su participación en ‘Carne cruda’ con un poema. Porque él, antes que ‘rider’, ya era actor y poeta, un poco como su padre, también Isaac, fallecido hace cinco años, el autor de ‘La sucursal’, una obra de teatro donde ya se hablaba sobre el trabajo precario. Porque ser trabajador no tiene por qué significar vivir decentemente, sino que puede conducir a vivir esclavizado.

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