“Se está marchando la gente joven y preparada porque el mercado de aquí no les quiere”

Julián Lozano, cántabro emigrante de ida y vuelta a Alemania, superada la cincuentena
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Hace ya siete años que hablamos con Julián Lozano en la radio. Era justo antes de irse (“no me voy, me echan” ) de Cantabria a Alemania, con 53 años, en lo que para él era un viaje en el que la ida y la vuelta pueden tener límites difusos.

Hijo de españoles emigrantes, de lo que podríamos llamar la primera ola, nació y creció en Alemania, donde estudió, hasta que a los doce años (1973) se cumplió lo que para toda una generación de padres era el sueño del retorno al país.

Todo parecía indicar que era aquí donde desarrollaría su vida: su trabajo, con su propia empresa de pintura, su mujer y sus dos hijos.

Pero tras toda una vida, le pilló (hablamos de 2014) la crisis: una sucesión de impagos de “monstruos de empresarios” del mundo de la construcción, sin cobertura, que le dejaron con obras “a la espaldas” . Y de nuevo la llamada de su hermano: “Julián, vente para acá”.

“Que tengas que irte con 53 años a buscarte la vida”, se lamenta en conversación con EL FARADIO, de regreso temporal a Cantabria por las fiestas navideñas.

En cuestión de días tenía ya su primer contrato, en el área de la restauración de hormigón, un ámbito muy especializado. Y a los seis meses, ya tenía contrato fijo.

“Allí entienden que trabajamos bien, que no somos chapuceros, y lo pagan. Y lo pagan bien”, relata, con el convencimiento ya de que será allí donde se jubile.

En estos años algunas cosas han cambiado, y no para mejor: si en las primeras olas de la emigración era un familiar el que abría camino y avisaba a los demás, ahora allí se ha ido también su hijo, de 30 años, cansado de empalmar más de una decena de trabajos precarios en el mismo año.

“Lo que estoy viendo ahí son muchos chavales jóvenes, formados… A Revilla se le está marchando gente joven, muy preparada, porque el mercado de aquí no les quiere”, se duele.

Algo especialmente llamativo en el sector sanitario, donde a médicos, y, especialmente enfermeras, “se las rifan”, “a casa puesta”. “Te esposan a la barandilla y de aquí no te mueves”, señala expresivamente, dentro de una filosofía empresarial que busca tener atendido al trabajador para que no tenga otras preocupaciones que le distraigan de sus responsabilidades, “para que estés trabajando bien, sin ningún problema”.

La referencia al sector sanitario nos da pie a hablar de cómo se ha vivido en Alemania la pandemia del coronavirus.

Dentro de que allí también se han producido casos, incluso un “sopetón” consecuencia de la relajación, y con el matiz de que allí las interacciones familiares o el ocio hostelero “no es como aquí”, allí había una industria “impresionante” previa que, en cuanto empezaron a ver los casos en Alemania o Italia, “empezaron a prevenir” y orientarse a la fabricación de mascarillas, batas…, para no tener que depender del abastecimiento de China.

A caballo entre dos países, hijo de emigrantes, emigrante y padre de emigrante, Julián se refiere a quienes han olvidado que eso, la emigración, es parte de nuestra historia reciente, cuando cargan contra quienes vienen aquí: “no saben lo que había, yo me he ido por necesidad, y los que vienen, que se arriesgan a morir, vienen por necesidad”.

 

 

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