La fotografía como terapia

Cada miércoles, los participantes en el taller de Foto de Cáritas Diocesana de Santander se reúnen para compartir el trabajo individual realizado durante la semana y avanzar en su proyecto ‘Paisajes Imaginarios
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Los miércoles son jornadas especiales para los participantes en el taller de fotografía que tiene en marcha Cáritas Diocesana de Santander. Ese es el día en que se reúnen con su profesora y comparten el trabajo desarrollado por cada uno a lo largo de la semana. También avanzan con el proyecto ‘Paisajes Imaginarios’ que es el que centra el curso que comenzó en el mes de julio .

Al frente está Maribel Lastra, fotógrafa con un máster en fotografía terapéutica y estudiante de último curso del grado de psicología. “La experiencia está siendo muy enriquecedora y, no solo para los participantes, sino también para mí. Lo que hacemos es utilizar la fotografía para canalizar las emociones, la creatividad y aprender a compartir. Hemos creado un espacio de confianza donde ellos han entrado de forma muy activa y participativa

El taller lleva ya varios cursos en marcha y entre sus participantes hay mujeres del proyecto Anjana y hombres del centro de día. La relajación de las medidas sanitarias ha permitido que los dos grupos puedan trabajar juntos, lo que ha enriquecido aún más esta propuesta que surge como canal para reforzar la autoestima y fomentar la cooperación y la socialización.

Hasta ahora, siempre se habían elegido temáticas relacionadas con la exclusión social, que era algo que todos conocían en primera persona pero, este año, Maribel propuso dejar un poco de lado esa temática para que ellos también pudiesen salir de su bucle de pensamientos: “Paisajes Imaginarios pretende captar imágenes de entornos comunes, que pueden ser ciudades, montañas, bosques, mares… pero con la peculiaridad de que los fabricamos nosotros en el taller con maquetas. El hecho de tener que construir los elementos también ayuda mucho a la hora de trabajar en grupo, ayudarse unos a otros y alegrarse de los logros ajenos, algo que es muy importante, puesto que estas personas normalmente afrontan situaciones de soledad y de vulnerabilidad,” explica Maribel.

Los participantes tienen perfiles muy distintos. Hay alumnos de poco más de 20 años, pero también hay una mujer que ha celebrado aquí los 80. Entre todos se han sabido complementar hasta crear un grupo muy implicado con el proyecto.

“Costó un poco al principio, porque no sabían muy bien en qué consistía esto, pero ahora están todos, incluida yo, desando que llegue el miércoles para trabajar juntos. Han creado un grupo de apoyo, seguridad y confianza en el que todos se han abierto mucho y eso es muy bonito y muy positivo para su desarrollo personal”, relata.

Gracias a una donación a Cáritas Diocesana de Santander, los participantes disponen de una pequeña cámara compacta que se ha convertido en su compañera de vida. A lo largo de la semana, van tomando imágenes de todo aquello que les interesa o les llama la atención. Esto, que puede parecer un detalle irrelevante, ha resultado decisivo para cambiar los hábitos de vida de muchos de ellos. “Han descubierto que la fotografía puede ser una pasión y que llevar una cámara en el bolsillo les hace no sentirse solos, es una gran compañía. Si antes vivían encerrados en su mundo y les costaba abandonar el espacio donde la mayoría habita precariamente, ahora el hecho de ir a buscar algo para fotografiar les ha hecho moverse y ya, haya o no haya deberes, todos salen en busca de objetivos”.

Así, los miércoles al entrar en el taller, lo primero que hacen es descargar el contenido de las cámaras. Maribel reconoce que los trabajos son sorprendentes tanto a nivel técnico como por lo que se han movido para buscar los objetivos.

“Al final yo creo que a ellos les aporta una visión de ellos mismos que no conocían o que tenían perdida, relegada detrás de muchas penas. En el taller han descubierto otra forma de ver las cosas y han desarrollado una capacidad que no tenían para observar con curiosidad el mundo que les rodea, lo que les ha dado mucha seguridad porque se dan cuenta de que lo pueden hacer. Se han demostrado a si mismos que son capaces de hacer algo que en principio les parecía complicado y además es que lo hacen bien, con lo que la fotografía les ayuda a descubrir una personalidad y unas cualidades que estaban ahí ocultas. Ahora son mucho más expansivos, más creativos, más comunicativos y más seguros de si mismos. Ha sido una evolución increíble incluso para mí porque ha sido un trabajo en el que todos hemos ido de la mano. Este taller, a mí, sólo me ha dado alegrías”, concluye Maribel.

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