Debates encarnizados y ruedas de Molino

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||por VÍCTOR GUTIÉRREZ LARRAÑAGA, de WAAHI CONCEPT||

Vivimos en un mundo donde encanta la división, o eso se deduce si se atiene a lo leído, recopilado y visionado estos últimos días tanto en redes sociales como en medios convencionales. Por surrealista que parezca, el último chispazo lo ha provocado un pedazo de carne. El susodicho pedazo, inconsciente de sus poderes milagrosos tal y como claman unos, o de ser fuente de las siete plagas como replican otros, reposa frío en el anaquel de nuestra carnicería, tienda de barrio o supermercado más cercano esperando ser comprado.

¿Por qué este debate ha traspasado la frontera de lo serio y ha devenido en una manifestación de nuestra incapacidad como sociedad para debatir? Dejando sesudos análisis al margen, estamos ante un caso de politiqueo y falta de noticias. Perdonen si la respuesta del plumilla les suena a demagogia barata, pero es la única razón verdadera para que se saquen las cosas de quicio de esta manera. Sólo por el simple politiqueo barato, sin amplitud de miras y de análisis profundo, se puede explicar que variables tan complejas como el cambio climático, el reto demográfico, el futuro de la ganadería en particular y la sociedad en su conjunto quede reducido a defensas y defenestraciones de, repito, un trozo de carne en la tienda de su mejor conveniencia.

Sin ánimo de defender u ofender, es de justicia, o al menos prudencia, pensar que Alberto Garzón es un tipo bienintencionado. Detrás de cada jardín en el que se mete hay una duda razonable sobre los males de nuestra sociedad global como máquina insaciable de consumo a costa de todo. Por otro lado, decía el poeta que de buenas intenciones están empedrados los caminos del infierno. En el otro lado del espectro, dudo igualmente que sus adversarios políticos tengan la poca entendedera de no saber apreciar dónde señala nuestro “ministro jardinero”, pero son conscientes de la conveniencia de convertir al adversario en la reencarnación de un Stalin en versión vegana, sin importar siquiera que lo dicho por el adversario apunte no al mundo ganadero en general, sino a un fenómeno particular como es el de las macrogranjas.

A pesar de lo anteriormente citado, es triste como miembro de este pueblo contemplar la cascada de declaraciones de políticos que, a falta de dedicarse a gestionar, justifican pecunio y estatus social convirtiendo la esfera política en un concurso de influencers.
Igualmente es desesperanzador ver cómo, por arte de magia, han saltado hordas de acólitos dispuestos a besar o alancear al ministro o al pobre trozo de carne, el cual les recuerdo en mejores tiempos habría sido parte de un lozano chonuco, o tal vez un jato que tuvo la mala suerte de nacer jato. Y eso amigos y amigas, es la madre del cordero en todo este pollo. En verdad, es desalentador ver lo poco críticos que a veces somos como sociedad y como nos dejamos llevar por “los nuestros”, sin paramos a pensar que en el fondo esto no es más que el último teatrillo vacío de contenido y recorrido.

Seamos realistas: todo omnívoro lúcido sabe que el consumo excesivo de carne, como cualquier exceso por otro lado, es malo para la salud. Fin del debate. Igualmente, sabe que toda actividad humana tiene una huella en forma de externalidad negativa y que a mayor industrialización, mayor huella. Si levantamos un poco la cabeza, nos podremos dar cuenta de que vivimos en una sociedad donde todo nuestro consumo diario, y la alimentación no es excepción, está sometido a mercados que en ocasiones no alcanzamos a entender pero que deducimos entrañan una huella ecológica y social, la cual parece estar en segundo plano. También es justo afirmar que esta es una comunidad con una herencia fuertemente ligada al medio rural y por tanto a la ganadería. Eso incluye incluso a muchos de los que pasean por Pereda, aunque se hagan los longuis. Por consiguiente, más allá del hecho económico y ecológico, existe un hecho cuasi identitario en torno a las vacas y las familias ganaderas.

En base a lo anterior, no hace falta ser muy avispado para darse cuenta que la ganadería es un sector en crisis desde hace más de 30 años ( Gracias UE, Gobiernos, Distribuidoras y nosotros mismos como consumidores) y que está en un punto agónico, acorralado contra un futuro que no le pertenece, por mucha campaña que hagamos para parecer que hacemos algo. No se necesita mucha agudeza para darse cuenta que eso supone un cabreo generalizado en una parte de la población de esta región y país que convenientemente es bombeado por nuestra simpática clase política. Esto supone mostrar agravios, pero también inventarlos a la menor oportunidad.

A partir de ahí, con este contexto, podríamos entrar en un bucle sin fin de lo que podríamos denominar “toma mis datos sesgados y obvia los del contrario”. Ante esto camaradas, os remito a las sabias palabras del gran Boza, las cuales rezan así: Las estadísticas son como los bikinis, enseñan todo menos los más interesante. Dios me libre de con esto parecer un escéptico ambiental, pero cualquier análisis presentado hasta ahora de impacto ambiental ha sido sesgado, manipulado y mal presentado, incluyendo rubros que en otras actividades no se presentan, sesgando aportes calóricos, obviando el impacto de las alternativas y sin diferenciación regional, porque el diablo siempre estará en los detalles. Usando el mismo prisma crítico , los informes económicos y de impacto del lobby cárnico y de distribución son, directamente, un cachondeo que esconde las profundas externalidades negativas de la actividad industrial ganadera. No sólo son ecológicas, sino también sociales.

A pesar de todas las dudas que podamos tener, todo lo citado esconde una verdad inmutable: Es imposible crear un kilo o litro de comida por el precio que pone en la etiqueta de nuestro super ( Un saludo a Mr. Roig) sin apretar la cadena de suministro a niveles inhumanos, tanto en lo social como en lo ecológico. Usen esta fórmula en su vestimenta, productos del hogar o consumo en general y concluirán que la realidad se asemeja a una distopía. ¿Soluciones? No existen, querido lector, salvo para uno mismo a falta de que las élites hagan su trabajo (Spoiler: Esperen sentados). Siendo cristalinos y directos, es muy sencillo poder señalar problemas y no es misión de servidor solucionar el mundo salvo en la parcela personal, para lo cual puede resultar útil este principio: Que lo que vaya a producir y consumir sea responsable en lo ecológico, en lo social y en la distancia en la medida de las posibilidades económicas de cada uno. Con ese mantra sencillo nuestra alimentación, vestimenta, vivienda y ocio le manda al mercado un mensajito claro: cada cual, dentro de su bolsillo, va a mirar algo más que precio y envoltorio. Es un método imperfecto, obviamente, pero un paso hacia un modelo económico más justo en lo ecológico y lo social. Eso implica también un mundo más libre, esa palabra tan prostituida últimamente.

El que piense que libertad es comerse un chuletón en una terraza con unos phoskitos de merienda tiene un concepto muy pobre de lo que es ser libre y es una muestra más de la infantilización rampante que vivimos, donde el mayor pecado es simplemente decir la verdad. Una sociedad libre es no tener que linchar a una persona por robar unas gambas del super, que debería haber sido la noticia de la semana ( y da para una obra de Brecht). Una sociedad libre es no tener que robar porque existe una mínimo de calidad de vida, menos aún unas gambas que son símbolo de una bonanza artificial e impuesta…y a ser posible con un precio realista, porque a saber como se han pescado y/o criado los pobres crustáceos .

A falta de Política con mayúsculas y soluciones menos imperfectas, que eso debe de cansar, sólo podemos pedir a nuestras élites un poco menos de desfachatez. Cualquier persona con dos dedos de frente es capaz de ver que el mundo creado agoniza, que los pueblos se vacían y que el meteorito ecológico ya ha caído. No hace falta ser muy listo para ver que la estrategia, si es que hubo tal cosa salvo tomar el dinero y correr, fue un error. Honestamente, es una obviedad decir que este debate es puro cálculo electoralista y que no va a pasar de ahí, porque eso implica tomar decisiones y afrontar consecuencias. Sin embargo, si algún político electo lee esto, por favor haga caso a este humilde elector y aplíquese la siguiente receta: Recuerde que es un servidor público y que está al servicio de la sociedad presente y futura, guárdese las muestras de aprecio si no es capaz o no tiene ganas de cambiar para mejor nuestro entorno, y por último, pero no menos importante, no divida a la sociedad por un like en twitter o 10 segundos en el telediario.

El mercader tenía derecho a su libra de carne, pero no a derramar sangre por ella. Aplicando el mismo juicio cabe la posibilidad de que, antes de reducir el consumo de carne, debamos primero erradicar el consumo de ruedas de molino. De esta manera, nos podremos sentar a construir, individual y colectivamente, un mundo con presente y futuro.

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