«Nosotras no somos regulacionistas, tan solo queremos derechos para el trabajo sexual»

«Queremos derechos laborales para el trabajo sexual, que sea reconocida la relación laboral en el trabajo para terceros»
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Los feminismos tienen en común la denuncia del sistema de explotación y dominación patriarcal, pero a la hora de las propuestas en este movimiento amplio, internacional y heterogéneo encontramos muchas propuestas diversas que a menudo han generado y generan debates que entre nosotras tratamos de abordar con compañerismo y cordialidad, pero que sin duda nos preocupan y a veces nos tensionan. Uno de esos debates, junto a la cuestión de la identidad de género y el papel de las mujeres trans, es el tema del trabajo sexual, de la prostitución.

De un lado, hay feministas, las llamadas abolicionistas, que entienden que el trabajo sexual es violencia contra las mujeres y luchan por abolirlo con leyes prohibicionistas. La postura pro derechos, si bien no hace un elogio de la prostitución ya que es entendida, para empezar, como un trabajo con su correspondiente dosis de explotación y alienación, creen que las trabajadores sexuales deberían poseer una serie de derechos que las protejan de los abusos de los proxenetas, que, por otro lado, tienen ya el reconocimiento del Estado mediante sus asociaciones como ANELA, la patronal de bares de alterne.

Esta última postura la defienden las mujeres que hacia 2018 decidieron crear Otras, un sindicato de prostitutas. Sin embargo, se encontraron con que dos asociaciones feministas abolicionistas las llevaron a banquillo de los acusados y pasaron dos largos años hasta que el Tribunal Supremo hizo público su fallo, en el que reconocía que el sindicato era legal, en respuesta al recurso que interpusieron después de que la Audiencia Nacional, en 2018, declarase nulos sus estatutos. Hoy en día están afiliadas unas 600 mujeres.

He hablado con tres trabajadoras sexuales, afiliadas a Otras, sobre sus reivindicaciones y sus espacios de trabajo y lucha. Son Ninfa —trabajadora sexual en el Polígono de Villaverde y fundadora de Otras—, Carolina Clemente —graduada en psicología además de trabajadora sexual— y Linda Porn —que además es artista multidisciplinar y acaba de participar en Arco, y madre—. Ninguna de ellas es una millonaria privilegiada ni todo lo contrario: son tres mujeres trabajadoras que luchan, como todo el mundo, por sobrevivir.

 

Explicad, por favor, si estáis organizadas como trabajadoras sexuales y que opciones asociativas tenéis.

Linda:Yo formo parte de CATS (Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo) somos una asociación mixta: mitad asistencialista y mitad política. Creo que de las cosas más importantes que tenemos es la consulta médica, que creo que es la única consulta médica especializada en trabajadoras sexuales. La lleva Fuensanta, una doctora. Estoy sindicada, por supuesto, en el sindicato Otras que es el sindicato de trabajadoras sexuales donde somos 600 afiliadas

Ninfa: Yo pertenezco a la Asociación Feminista De Trabajadoras Sexuales (AFEMTRAS), organización que formamos las putas callejeras de Madrid, del Polígono de Villaverde, muy conocido mediáticamente como el “Polígono Marconi”, Pero en verdad no estamos en Marconi, estamos en Villaverde, somos vecinas de la gente de Villaverde. Estoy también sindicada en el sindicato Otras, formo parte de las personas que lo crearon.

Carolina: Yo estoy en el colectivo Putas en lucha. También formé parte hace tiempo del colectivo de prostitutas de Sevilla y luego, a nivel sindical, estoy afiliada al sindicato LAB, que no tiene una sección de trabajadoras sexuales pero en 2019 ya reconocieron la prostitución como un trabajo, por eso me afilié allí. De momento soy la única que está afiliada porque ya sabemos lo difícil que es salir y dar la cara con el estigma y, aparte, no todas las compañeras que salen a dar la cara están politizadas con una lectura como la que tiene LAB, anticapitalista, por los derechos de los trabajadores, feminista, antirracista. Desde el sindicato, hemos dado varias charlas y, de hecho, siempre me avisan para un montón de eventos, no sólo del sindicato en sí sino de todo el tejido asociativo de Euskal Herria. Y, luego, obviamente, consultas jurídicas que haya necesitado, también me las han solucionado. Además, formo parte de la ODS (Oficina de Derechos Sociales) en Donosti, donde nos dedicamos al tema de vivienda, alimentación de la gente que está en situación de calle…

¿Cómo fue el proceso de creación de Otras, cómo se gestó?

Ninfa: Otras es producto de un trabajo de entender, por parte de las putas activistas que estábamos en otros colectivos, que nos hacía falta un sindicato. Cuando nos vino la Ley Mordaza surgió AFEMTRAS en el polígono de Villaverde y empezamos a hacer cosas allí y acciones y algunas ya veníamos de la cantera de Hetaira, en Madrid. Fue el activismo de Hetaira el que nos hizo entrar en contacto con compañeras de otras ciudades y a entenderlas muchas realidades del trabajo sexual, porque se puede trabajar en muchos ámbitos y todos son válidos, más que nada porque será donde las compañeras se sientas cómodas. Entendemos por qué se trabaja en clubs o en pisos, o las compañeras que son denominadas “escort”, o nosotras en la calle… Llegó un momento de eclosión de activismo a todos estos niveles que hizo que desarrollásemos una conciencia de colectiva y  tras toda esa gestación decidimos que necesitábamos tener nuestro propio sindicato, o sea, nosotras mismas representadas por nosotras mismas y que no sean los sindicatos de arriba, los señores de arriba, los que nos marquen la pauta. Esta lucha sindical yo creo que ya se venía haciendo hace mucho tiempo dentro de los sindicatos, pero dentro de los hegemónicos no teníamos cabida y no se nos dio espacio. Como sabíamos que esto iba a ser un poco delicado lo mantuvimos en secreto y cuando saltó a los medios de comunicación no fue porque nosotras quisiéramos, de hecho se había aprobado a finales de julio e íbamos a esperar que pasasen las festividades estivales y en septiembre u octubre darlo a conocer.

Pero la cosa se torció y acabasteis en la Audiencia Nacional acusadas de proxenetismo por otras compañeras y la Fiscalía, aparte de que el PSOE se rasgó las vestiduras, ¿no?

Ninfa: Alguien se lo hizo saber al abolicionismo e hicieron dimitir a una persona dentro del Ministerio de Trabajo, además de que estuvieron azuzando al Gobierno para que nos deslegitimara… Hubo dos asociaciones feministas, una de Sevilla y otra de Cataluña, que nos llevaron al banquillo e hicieron que la Fiscalía del Gobierno también se uniera a ellas. Nosotras simplemente queríamos derechos, sobre todo para las compañeras que trabajan para terceros, porque eso es una realidad y no sé porqué no se quiere entender. Dicen que van por las carreteras y van viendo los puticlubs y que los puticlubs que van viendo son campos de concentración…Pero ¡ahí hay mujeres que están trabajando y están trabajando para terceros y esa es la realidad! Entonces, ¿qué se puede hacer por esas mujeres que están ahí? Pues a nosotras, como trabajadoras, trabajemos donde trabajemos, porque hoy yo trabajo en la calle, pero mañana puedo trabajar en un piso, nos hace falta protegernos de esa patronal que siempre está ahí, que existe y sobre todo que existe desde el 2004, o sea, que es una realidad.

La patronal, por ejemplo, ANELA (Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne), existe y tienen sus derechos.

Ninfa: Exactamente. Entonces lo que queríamos es que, trabajemos donde trabajemos, y especialmente las que trabajamos para terceros, era una protección frente a esa patronal. Y que vengan a acusarnos de proxenetas, porque en su constructo académico, ideológico, trabajar en esto es fomentar la explotación sexual. Es algo que nosotras no entendemos. Cuando a los esclavos se les reconocieron derechos, se les reconocieron sus horas de trabajo, dejaron de ser esclavos y empezaron a ser trabajadores.

Lo del juicio fue una cosa tremenda. Yo para esos días estaba trabajando en otra cosa y que me sentaran en el banquillo de los acusados fue durísimo, pero además temí que pudieran echarme de mi trabajo porque nuestros nombres como acusadas de proxenetismo salieron en los medios de comunicación. Menos mal que la empresa en la que yo trabajaba no se percató de ello, porque para acceder a ese trabajo yo ya tuve que salvar el escollo de ser una mujer trans, pero ser trans y encima puta hubiera sido mucho para él. Nuestros nombres salieron en los medios, nos hicieron un escrache público y mediático… ¿En qué quedamos? ¿Me volvían a mandar a una esquina? Fue una cosa tremenda.

Quisiera creer que parte del problema sea tener opiniones abstractas, mujeres que están hablando y teorizando de algo a lo que no le ponen un cuerpo, olvidando a los seres humanos que sois…

Ninfa: A la academia le hace falta calle, sobre todo en materia de prostitución le hace falta calle. Y eso no va a ser posible si nos excluyen. Llevan bien convertirnos en objeto de estudio o víctimas, pero no nos permiten ser sujetos y les cabrea que nosotras no aceptamos vernos como objeto sino como sujetos. Nos están negando ser sujetos.

Linda: Cuando montamos el sindicato decían que éramos “mujeres privilegiadas”, que es una de las formas que tiene de deslegitimarnos. Que las personas que hemos formado el sindicato, las personas que sufrieron todo, que tuvieron que ir a juicio —hasta que por fin un dos de junio el Supremo dijo que el trabajo sexual era legal—,mujeres como Ninfa, que es una de las fundadoras, una mujer trans ecuatoriana, prostituta de calle. ¿Cómo es posible que digan que somos unas privilegiadas? Hay un contexto de clase muy heavy por el que personas como Ninfa o como yo no tenemos derecho a  nuestra propia voz, no podemos autoformarnos, no podemos hacer nuestro discurso simplemente porque somos migras, o porque trabajas en la calle, o por trabajar en el porno… Ahí hay una cuestión de clase. No puedes ser “una panchita”, como nosotras, y tener un discurso, tener una visión política y tener una visión de clase. Como si eso los trabajadores no lo hubieran tenido…

Carolina: Las pocas abolicionistas que se puedan acercar a nosotras siempre tratan de invalidar todo aquello que digamos diciendo que o no nos damos cuenta de lo que estamos haciendo porque sufrimos de falsa conciencia o es que no conocemos a gente que lo está pasando realmente mal. Es decir, que hasta que nuestro discurso no concuerda con el suyo no se quedan tranquilas. Eso es una estrategia de maltrato psicológico, de anulación, de gaslighting de las personas.

¿Cuáles son las reivindicaciones básicas de OTRAS?¿Cuáles son los derechos fundamentales que se reclaman?

Carolina: Todos los colectivos de trabajadoras sexuales pedimos protección y derechos para las víctimas de trata, porque el abolicionismo tanto que se lleva las manos a la cabeza por las víctimas de la trata de blancas no visibilizan los problemas reales.

Linda: Primero, se usa como una acusación el ser víctima de trata, porque se te cataloga como víctima de trata por tu perfil racial y por tu estatus sexual, por ejemplo, mujer sola con niños que viene de un país del sur global y cuanto más morena sea más víctima de trata resultará. ¿Por qué a estas personas catalogadas como víctimas de trata las llevan a un centro de reflexión durante tres meses donde la policía las está acosando para que delaten a las personas que las ayudaron a cruzar por la frontera? Si no cumplen las expectativas de la policía, son expulsadas en caliente, otra medida ilegal. Y si vienen con los niños, los niños son encerrados en centros de menores, se les retira la tutela hasta que consigan cumplir con las expectativas de la policía. ¿Entonces? Si queremos salvar a las víctimas de trata, empecemos por no meterlas en centros de reflexión ni separarlas de sus hijos, y démoslas el asilo sin tener que chivarse a la policía de quién las trajo, porque a veces las personas que nos ayudan a cruzar incluso son familiares pero viene muy bien decir que son mafias, simplificar la complejidad de cuadro total. Y si nos vamos a ocupar de eso, nos tendremos que ocupar también de eso que es Ley de extranjería pura y dura.

Carolina: También queremos alternativas laborales para quienes lo quieran dejar, porque el Estado no ofrece nada a nivel público de recorridos de salida, pero luego le da mucha publicidad a entidades como APRAMP (Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida que rescatan a las mujeres de la calle para explotarlas en un taller de costura. Un empleo en APRAMP no te da para mantener a tu familia, no son alternativas reales para las mujeres que lo quieren dejar. Y muchos menos hay programas de formación y mucho menos becas universitarias ¿Cómo va a ir una puta a la universidad? ¿no? Y, luego, lo que queremos también son derechos laborales para las que queremos ejercer acabar con los temas de multas, de ordenanzas…

Explicad cómo os afecta la falta de derechos en vuestra vida cotidiana.

Linda: Queremos derechos laborales, o sea, que sea reconocida la relación laboral para el trabajo para terceros, y que no empecemos con si son proxenetas, chulos… Son empresarios y tienen una relación laboral con nosotras que tiene que ser reconocida: tiene que haber unos horarios en los clubs, tiene que haber unos horarios en los pisos, tiene que haber unas garantías. Lo que no puede ser es que estemos al 50% con los empresarios, o que nos presentemos a trabajar y no ganemos ni un duro, o que estemos encerradas un fin de semana en el club o en el piso sin ganar un duro pero sí pagando la comida pésima que nos dan… Tiene que haber ya un reconocimiento de derechos laborales. Si no es la ley de la selva y siempre sale ganando la casa. Muchas no tenemos papeles, muchas tenemos muchas cargas familiares, muchas no tenemos casa… entonces, vivimos en el club y se aprovechan de eso.

Carolina: Gloria Poyatos afirmó en un libro que te podías dar de alta como autónoma siendo trabajadora sexual. No hay un epígrafe en sí, te tienes que poner, como subrayó Lucía Fernández, una compañera, en la categoría “otras” precisamente. Pero esa categoría nova a reconocer, por ejemplo, que tengo una cistitis y no puedo ir a trabajar en equis días, no hay enfermedades profesionales para empezar. Luego, la mayoría de espacios que alquilamos para trabajar las que trabajamos de forma independiente están en economía sumergida, y no lo puedes declarar, no te lo puedes desgravar. En Barcelona, pagaba 800 euros por un piso que no me podía desgravar. Tenía que trabajar y trabajar para pagar al Estado, para pagar a la señora que me alquilaba la habitación, para pagar mi publicidad, el teléfono del trabajo, las sábanas… y a mí no me quedaba casi nada. Casi no descansaba y andaba precaria. Para mí es una gran hipocresía que las señoras abolicionistas digan “¿Queréis derechos? Daos de alta como autónomas”. Vamos a ver, ¿en qué quedamos? Mi trabajo es una violación pagada ¿no? Pero ,¿quieres que contribuya a las arcas del Estado con una violación pagada? ¿Entonces quieres que contribuya al hospital donde tú vas a ir a atenderte con violaciones? O no es una violación y es un trabajo, y entonces deberíamos tener todos los mismos derechos laborales, o bien yo no debería estar pagando impuestos. Y el Estado tendría que estar dando unas alternativas decentes para salir de ahí ¿no? Pero es que nos ponen en un callejón sin salida constantemente.  Es un absurdo.

Y ¿asociaros para montar empresa, una cooperativa?

Carolina:¿Sabes cuál es el problema? Y más ahora con la ley abolicionista que va a venir: que los vecinos te pueden echar cuando quieran, diciendo que es una actividad molesta. Y más si estáis cuatro mujeres trabajando en el mismo piso, pues eso es un sube y baja de señores, hay ruidos, etc…Si ya pasa en los pisos donde pagas 200 euros semanales por habitación y ni se han molestado en insonorizarlos, ni en poner unas alfombras para que no suenen los tacones, y eso acaba generando molestias con los vecinos y te acaban echando cuando ellos quieran, ¿vas a pagar una fianza, el alquiler y comunidad para que te echen a los tres días?Además el sexo no es una actividad lícita según el código civil. Pues por lo mismo por lo que quisieron ilegalizar al sindicato Otras, podrían echar abajo esa cooperativa. Y con la ley que va a venir ahora, la que tuviera papeles, la que tuviera a su nombre el contrato del piso, la más mayor, la que abriera la puerta… lo mismo que pasa en los países abolicionistas como Argentina, que se pueden encontrar los informes de Amnistía Internacional, acabaría yendo a la cárcel. En Argentina, están encarceladas mujeres que estaban atendiendo a las llamadas. Y como los policías necesitan encontrar a “la proxeneta”, para que todo les encaje en sus esquemas, pues hay un montón de mujeres en las cárceles. Ammar (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina), el sindicato de putas de Argentina, se forjó en las cárceles, pero no porque fueran proxenetas sino porque eran mujeres que detenían por captar clientela en la calle.

¿Hay algún modelo de país que os convenza cómo funciona?

Carolina: Tenemos que decir muy claramente que no somos regulacionistas. No nos gusta Alemania, no nos gusta Holanda, no nos gusta Suiza ¿Por qué? Porque estos modelos solo han beneficiado al empresariado. Nosotras no somos regulacionistas, somos pro derechos. Y esto no es un eufemismo, porque al abolicionismo le gusta mucho desinformar y decir que hemos dado un nuevo nombre a lo mismo. No. En los modelos regulacionistas solo puedes trabajar en los barrios rojos, las zonas que son para trabajo sexual.

En Alemania, por ejemplo, puedes trabajar en tu casa, y en Suiza, sí, pero sola. O sea, si quieres una compañera para estar más protegidas, para compartir gastos, para compartir vivencias, no está permitido. Y solo con pasaporte europeo. Hay un control total sobre las trabajadoras sexuales, luego también hay controles sanitarios y te dan lo que es un “carnet de puta” por el que pasas a estar registrada. ¿Qué pasa? Pues que, si luego quieres buscar otro trabajo, muchas veces no puedes, porque en tu vida laboral ya consta que eres puta. Porque una cosa es que el estado te cobre impuestos y la otra es que el estado te haya desestigmatizadoy haya aprobado una ley antidiscriminatoria. Son dos cosas distintas y lo segundo no se ha dado.

En Nueva Zelanda y en muchos países regulacionistas no puedes trabajar en la calle o solo en unas horas muy determinadas. Te puedes juntar hasta con otras tres compañeras para montar una cooperativa informal, o sea, simplemente estar en un piso. Se reconoce el trabajo a terceros, pero con unos derechos: por ejemplo, una compañera pudo denunciar a su jefe por acoso sexual. Luego, puedes hacer la calle también, siempre y cuando cumplas con las normas de convivencia básicas y no tienes que registrarte como trabajadora sexual. No es perfecto este modelo y el gran problema es que las migrantes no pueden trabajar: pueden trabajar en una cafetería, pueden trabajar en cualquier trabajo, pero en la prostitución no, porque cuando se quiso aprobar esta ley de despenalización ya surgieron las voces del pánico moral diciendo que iban a venir muchas mujeres de los países pobres. Son estas cosas que el abolicionismo copia de la extrema derecha y no es por nada que ahora las están buscando.

Contadnos alguna situación en la que os han afectado las normativas estatales y municipales contra la prostitución…

Ninfa: La ley de extranjería nos ha afectado siempre en la calle. Pero, además, luego han venido las normativas municipales, que son una especie de ley mordaza, pero a nivel local, en cada municipio. En Madrid, yo recuerdo el primer municipio que hizo una ley contrala prostitución, una especie de ley de seguridad ciudadana, pero de carácter metropolitano, y las putas fuimos multadas, porque no podíamos estar a 200 metros de los colegios, de instituciones…y de áreas comerciales, como los polígonos, que es donde estamos, y está considerado como una actividad ilegal. Las multas que nos ponían eran de 600 euros. Y eso significa trabajar mucho más para pagarlas. Hay compañeras que tienen residencia y que pueden hacer frente cuando les piden su documentación, pero en la renovación de esa documentación pueden perder y, de hecho, algunas han perdido sus papeles por las multas. Y hemos sabido también de compañeras que en su momento se embarcaron en hipotecas y, sobre todo con la ley mordaza, se vieron afectadas y perdieron sus viviendas por que no pudieron hacer frente al pago de sus hipotecas.

¿Cómo cambiaría tu vida con derechos? Vamos a hacer un juego de ciencia ficción…

Ninfa: No, no, no, no es ciencia ficción, es retroceder al pasado, porque yo vengo de la Casa de Campo (Madrid), trabajé a finales de los 90 cuando existía la despenalización del trabajo sexual y sé lo que es trabajar en ese sistema de despenalización y la diferencia con este sistema criminalizador, en el que ya no sé cuál es mi futuro. Lo malo de aquella época era simplemente la ley de extranjería, y si la policía se acercaba a mí y me increpaba era por no tener los papeles, pero ni se les ocurría multarme ni perseguirme como si fuera una delincuente.

En 1995, un gobierno del PSOE decidió despenalizar la prostitución. Y lo peor es que los colectivos feministas no ayudaron en ese periodo para que la formación de trabajadoras sexuales fuera una realidad. Lo que hicieron fue dejar un periodo de entre ocho o diez años para que la patronal se organizara y fueran reconocidos como tal y, sin embargo, a las putas se nos dejó atrás. Eso es algo que nosotros le reprochamos a ese feminismo institucional, porque ahí no estuvieron, pese a que había asociaciones y organizaciones como Hetaira que reclamaban el reconocimiento de nuestros derechos, pero no las estuvieron acompañando, no apoyaron en aquello al movimiento pro derechos. Ya que había un modelo despenalizador, que existía esa circunstancia despenalizadora del trabajo sexual, pudieron decir “Hagamos que las mujeres se refuercen”, pero no, más bien ahogaron y criticaron a una formación como Hetaira. Siempre hemos visto palos en la rueda y luego se rasgan las vestiduras por las circunstancias de las prostitutas. Es una gran hipocresía.

¿Cómo lleváis vuestros trabajos? ¿Cómo vivís vuestro trabajo como prostitutas? Preferís hacer ese trabajo, por ejemplo, que trabajar de teleoperadora o camarera…

Linda: Exacto. A mí el trabajo sexual ni me ha hecho comprarme un bolso Gucci, ni comprarme unos buenos tacones. Lo único que me ha salvado es mi factura de luz y comprarle unas bambas a mi cría. Porque somos mujeres pobres. Lo que pasa que este trabajo me da chance de estar con mi hija, me da chance de hacer arte, me da chance de leer unos libros, de formarme, de quizá ir algún día a la Universidad. Me da tiempo, tengo más tiempo. Y ese es el conflicto también, y es que en nuestra clase lo único que tenemos que hacer es trabajar, trabajar y trabajar para el patrón. También yo veo ahí un problema. Ni puedes criar a tus hijos, ni puedes formarte ni conciliación familiar. Pues la prostitución nos da la conciliación familiar, porque muchas somos madres. Y nos permite formarnos como clase obrera.

Y a esas mujeres que piensan “Pobrecitas prostitutas, lo que tienen que aguantar”, ¿qué les decís?…

Carolina: A mí, personalmente me ha conllevado todo un proceso, pero en ese proceso he aprendido a conocerme mucho a mí misma y a tener mucho poder sobre mi cuerpo, sobre mis emociones. No un poder negativo, restrictivo y neurótico, sino un aprender a potenciar, un aprender a gestionar. Yo hace años era una persona que tomaba medicación y hoy en día he aprendido a gestionar mis emociones y a lo mejor esa que piensa que somos unas pobrecitas es porque el impacto emocional que tienen los hombres con los que se acuesta es mucho. Nosotras hemos aprendido a cambiar el chip. Viene un cliente, a lo mejor te ha parecido, yo que sé, un pesado o lo que sea, pero se va por la puerta y ¡se acabó! Te limpias de eso. O a lo mejor estás con un tipo y sucede cualquier cosa —y no me refiero a abusos sexuales, sino las cosas que hacen los hombres de irresponsabilidad emocional— y, antes, cuando no tenías estas herramientas, te podía hundir lo que te hubiera hecho ese tipo, y hoy en día no. A mí me ha dado muchísima entereza emocional este trabajo, mucha capacidad de salir adelante. Cuando hablan las abolicionistas de nosotras sin conocernos, deberían preguntarse cuánto de proyección de sí mismas hay ahí. Y, asimismo, en esa proyección, cuánto de construcción patriarcal hay de nuestras emociones. Porque recordemos que el patriarcado, para considerarnos dignas, también nos quiere vulnerables, maternales, dulces. Manipulables y no dueñas de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad, de nuestras emociones y nuestra psique. Por otro lado, la frase esta de “¿Acaso yo no soy una mujer?” —de Sojourner Truth, una luchadora antirracista— se aplica a nosotras: estamos aquí, ¿qué va a pasar con nosotras? ¿Se nos va a dar una oportunidad de pertenecer al mundo laboral reconocido y a la sociedad?

 

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