Los bombardeos aéreos no discriminaron: familias enteras, niños, sindicalistas, vecinos del mismo bloque o falangistas, entre los muertos del Barrio Obrero, el Gernika santanderino
Dice Eugenio Cordero que “las víctimas de los bombardeos son nuestras víctimas” y con eso este profesor de Historia especializado en contarla desde la perspectiva de las víctimas lo que quiere decir es que un bombardeo aéreo no discrimina: las bombas pueden caer sobre cualquiera.
Las de la aviación alemana, que apoyaba al bando nacional de la Guerra Civil (el que comenzó con un golpe de Estado y acabó imponiendo una dictadura de cuatro décadas) cayeron fundamentalmente sobre el Barrio Obrero del Rey, en la zona de Porrúa, donde entonces estaba también la fábrica de curtidos Mendicouagüe, hoy un parque infantil.
Pese al impacto que los bombardeos provocan en la memoria colectiva local, –con el Gernika como principal referencia del horror gracias al dolor que captó Pablo Picasso en su histórico cuadro, pero con más casos en otras ciudades como el del mercado de Castellón–, en Santander el bombardeo del Barrio Obrero, el 27 de diciembre del 36, no pasó al recuerdo general por otro hecho que se produjo a continuación, la matanza en el barco Alfonso Pérez, que sí ha tenido recuerdo, desde placas conmemorativas de las víctimas en la Catedral hasta referencias constantes durante décadas de mensaje único bajo el Régimen que prendieron hasta ser todavía citadas hace semanas en el debate en el que se plasmó el anuncio por PP y Vox de la próxima derogación de la Ley de Memoria Histórica y Democrática de Cantabria aprobada la pasada legislatura, que ha desencadenado la constitución de una plataforma social.
Pero sucedió, como documentó al día siguiente la prensa, como han estudiado varios escritores o historiadores, entre ellos Antonio Ontañón, de la asociación Héroes de la República, José Ramón Saiz Viadero o José Manuel Puente, que consiguieron reconstruir el listado de las víctimas de los bombardeos de Santander, el más numeroso el del Barrio Obrero, con la idea de rendirles un homenaje público, como ya ha pedido la asociación Héroes por la República. en una iniciativa que han recogido PSOE e IU-Podemos en Santander.
El listado de las víctimas, incluido en la moción que PSOE e Izquierda Unida-Podemos llevarán al próximo Pleno de Santander, consultado por EL FARADIO, refleja la transversalidad de aquellos bombardeos, ya que además de vecinos del Barrio Obrero murieron militantes activos de sindicatos, niños, jóvenes y mayores, vecinos de bloques enteros, vecinos de otros barrios de la ciudad o figuras conocidas en el falangismo local como el exalcalde de Puente Viesgo o el carpintero ‘Vasio’, y no fue el único bombardeo de la aviación nazi o italiana en esos años.
FAMILIAS ENTERAS MURIERON EN EL BOMBARDEO
Familias enteras cayeron bajo las bombas, como Manuel Toca y Manuela Echevarrieta Camus (30 años ella), y sus hijos José y Ramón Toca Echevarrieta.
O los Fernández González-Quijano: murieron el padre, Manuel (65 años), y sus dos hijos Jesús (‘Chuchi’ o ‘Chus’, 16 años) y Federico, de 10. Esta familia es un ejemplo de lo ‘transversal’ que es un bombardeo: el padre había sido alcalde de Puente Viesgo durante la dictadura de Primo de Rivera. Murió cuando corrió a refugiarse en la fábrica de Mendicouagüe, como muchos de sus vecinos.
Dolores Gómez Chaves, vecina del Barrio Obrero, murió a los 37 años, junto a su marido Lucio Gómez y su hija Lucila (18 años), esta después de que le amputaran una pierna para intentar salvarla. Su marido Lucio era administrador del periódico La Voz de Cantabria y presidente de la cooperativa del Barrio Obrero del Rey.
Los hermanos José y Ramón Toca, vecinos del Barrio Obrero, tenían 4 y 6 años, cuando murieron el mismo día, al igual que su padre, Manuel, que enfilaba la cuarenta y era linotipista también en la La Voz de Cantabria, y su mujer, Manuela Echevarrieta.
OTRAS QUEDARON TRUNCADAS
Fabiana Merino, de unos 46 años, vecina del Barrio, era panadera y en el mismo bombardeo murieron ella y sus hijos Luisa y Severino.
Ambrosio Varela Cagigas, de 34 años, que vivía en Porrúa, murió junto a su hija María del Carmen, que no había llegado a cumplir los dos años.
Murieron mujeres como Luisa Abia, de 25 años, que falleció junto a su madre, quedando herido su hermano Severino, que ingresó en Valdecilla y murió dos años después.
También perdimos a los hermanos Carmen y Ángel Saiz Cabezón, vecinos del Barrio Obrero, de 20 y 18 años de edad.
Junto a ellos, madres de familia como María Alcalde Sangrones, que enfilaba la treintena, tenía dos hijos y murió en Valdecilla, por las heridas que le dejó la metralla, sin llegar a acabar el año 1936; padres como Andrés Chimeno, 48 años y tres hijos.
Antonio Manso, de 35 años, vecino del Barrio Obrero aunque natural de un pueblo de Burgos, estaba casado y tenía una hija.
LAS VIDAS QUE ACABARON ANTES DE EMPEZAR
Hay niños como Manuel Alonso, de 13 años de edad, vecino de la calle San Sebastián (encima del Río de la Pila); Francisco Cagigas (hijo de Marcos y María), de 10 años, vecino de Entrehuertas; 14 tenía Manuel García Alonso y 10 Benito González Macho, de la calle República Argentina. Menos de una década tenía Joaquín Iraegui, de la calle Alonso Gullón.
Domingo San Martín murió a los diez años; 16 tenía César Vinagrero, del Río de la Pila.
y un año le quedaba para ser mayor de edad a Vicente Ruiz López (pese al nombre, consta como mujer, vecina de Maliaño), a la que le amputaron la pierna sin que eso impidiera su muerte.
Tres años y medio tenía Teresita Odriozola, vecina de Sarón, donde también cayeron bombas, en agosto del 37. Perdimos a los hermanos Ángeles y José Arce, de cuatro y siete años de edad. Con 2 años murió Concepción Galán del Corte, vecina de la calle Alta. Ignacio Loyola Palomares apenas tenía nueve meses.
HOMBRES Y MUJERES, JÓVENES O MAYORES, IGUALADOS ANTE LAS BOMBAS
De algunas víctimas sabemos detalles, como la militancia en CNT de Teófilo Calvo, casado, vecino de Porrúa y de 30 años de edad; o profesiones que nos hablan de otra época, como Miguel Obregón, conductor de tranvía, nacido en Molledo y vecino de Campogiro, que ingresó ya cadáver en la Casa de Salud Valdecilla a los 43 años; o Fermina, que vivía en la calle La Unión y era partera.
Tenemos a vecinas del Barrio Obrero, como Rita Campos (18 años). En el bombardeo de abril del 37 murió Cayo Herrero, con 24 años; en otro, en mayo, Gloria López (22 años, vecina de la calle San Fernando.
Había mayores, como José Albor, obrero, viudo, de 80 años, nacido en Pontevedra. El carpintero falangista Gervasio Torre, ‘Vasio’, murió a los 61 años, había nacido en San Román de la Llanilla, en Santander, y era vecino de Astillero.
Murieron hombres cuya vida había empezado el siglo antes, como Francisco Ascaso Collado, que murió con 48 años, o que casi nacieron con él, como Ambrosio Bordas.
Estaban personas en la flor de la vida, como Félix Diego, de 35; o David Gutiérrez, asturiano, casado, con 30 años; mujeres de 27 años como Concepción Ayala, hombres de 28 como Pablo Balza, mujeres de mediana edad como Manuela Cabezón (52 años):, jóvenes de 19 como Pedro Durán.
Con 52 años murió Enriqueta del Corte; con 59 Pascuala González, con 50 Manuela Macías, con 47 César Vitorero, de El Caleruco; con 18 Ramón García, con 28 Fidel Herreros, vecino de Torrelavega.
Y hay víctimas de las que ni siquiera sabemos la edad, como José Benito Torres, Enrique García Torre o Enrique García Zamanillo, Casimiro López Bañuelos, Enrique Moro, Cesare Mosquera, Casiano de Paz Fernández, Benigno Prendes, Francisco Salas, Pablo Sebastián Fernández, Luis Somacarera, Eugenio Clerk, Eugenio Herrero, Felipe Salvador Campo, Hermenegildo José Torres o Apollinaire Cordero, vecino de Castelar.
MÁS ALLÁ DEL BARRIO OBRERO
No sólo murieron vecinos del Barrio Obrero, que se llevó la peor parte: Quintín Algorri (38 años) vivía en la calle Cisneros; Carmen González (22 años), en la calle San José; 21 años tenía Arcadio Escobedo, vecino de la calle Carlos III; Jesús García, de la calle Cádiz (19 años), Luis Gómez, 23 años y vecino de La Albericia; en la Travesía de África (transversal a San Celedonio, cerca del Río de la Pila) vivía ángel Palacios, de 28 años; y en la calle Ruamenor, Luis Puerto Portilla (64 años). En Lope de Vega, Eduardo Quintana, 27 años, y en el Barrio San Martín, en el bombardeo de agosto, Francisco Ruiz, con 28 años; y en Peña Herbosa vivía Rufino Sierra, 41 años.
LEJOS DE CASA
A otros como Antonio Camus, de 36 años, casado y sin hijos, el bombardeo les pilló lejos del Barrio Obrero: trabajaba en la Electra de Viesgo y era miembro de Acción Popular. Había sido movilizado forzosamente meses antes, destinado al Batallón de Zapadores Minadores número 5; y cuando estaban haciendo trincheras en La Abadilla se produjo el ataque que le causó una herida en la cintura y después la muerte.
Melitón Fernández, palentino, de unos 50 años de edad, era afiliado al Sindicato Minero Palentino, y cuando su tierra quedó bajo control de los sublevados (como se denominaba el bando que se encuadró en las filas de quienes dieron el golpe de Estado militar), se pasó a Cantabria cruzando el monte, donde fue alojado en el Seminario de Corbán, para acabar muriendo en un bombardeo en abril del 37.
Refugiado trasladado desde Vizcaya fue el niño Secundino Villegas, de 12 años, que murió en un bombardeo en las proximidades de La Albericia en mayo del 37.
Ramón Solís había nacido en Trasona (Corvera de Asturias), pero vivía en Cuba y se encontraba accidentalmente en Santander, donde fue víctima, a los 34 años, del bombardeo de agosto del 36. De Cuba, residente en Santander, era la veinteañera Esperanza Tamayo Lasa, de quien tenemos hasta el mote, ‘La Cubichi’.
Y EN EL MISMO EDIFICIO: LA MASACRE DE LA UNIÓN
Además del bombardeo de diciembre hubo otro en agosto del 37: en él murieron Silveria y Quintina Castillo, de 49 y 41 años de edad, que vivían en la calle La Unión,13, bajo,; o Pío Castillo, de 77 años y misma dirección, como Francisca García del Río (69 años), y pariente suyo podría ser Avelina Fernández del Castillo, de 16 años, misma dirección de La Unión pero un par de pisos más arriba, como Isabel Gregorio Fernández, de 9 años, o Fermina Saiz Gándara, 43 años de edad, viuda,sin hijos y partera.. En La Unión 13 vivía también Pedro Viaña, 48 años.
“ÁNGELES NO TIENE TUMBA”
Y está, por supuesto, María Angeles Fernández Otí, Ángeles, que tenía nueve años cuando en diciembre de 1936 se produjo el bombardeo en el Barrio Obrero del Rey (zona Porrúa).
Su hermana Elena, 97 años, limpia las tumbas de sus hermanos cuando visita Ciriego, pero “Ángeles no tiene tumba” ni nada que la recuerde. Elena es la suegra de Eugenio, el profesor de Historia que ha unido su profesión y los relatos familiares dando como fruto el empeño en que se recuerda la memoria secuestrada del Gernika santanderino.